Supera-té
Mientras miraba la puesta de sol, sus tenues ojos café brillaban a la par en alegría y nostalgia. Pues, así como añoraba volver a su natal poblado de Grantham, ya extrañaba por demás sus amistades juguetonas en York, también.
Heather, con tan sólo quince años, poseía ya un círculo social amplio. Como futura heredera de la hacienda de té de los Bartley, la más grande del Reino, hacia numerosas amistades de todas las personalidades de la época, adonde quiera que fuera.
Pero, quizás, entre tantos, su papá seguía siendo el más importante en todo aspecto. Y es que, para él, no había negocio que no dejara amar infinitamente a su querida hija Heather.
Entre rosas y chocolates suponía Heather que su padre le esperaría, mas bajo la luz de las estrellas había alguien diferente aguardando por ella. Era Ryan Nashville, hijo del socio de su papá, Wayne Nashville.
Heather no podía estar más confundida y aterrada. ¿Qué hacía este apenas conocido hombre recibiéndola? ¿Había pasado algo malo con su papá?
Después de un extraño gran abrazo y cientas de palabras nerviosas por parte de Ryan, Heather preguntó con evidente preocupación:
—Perdone, ¿dónde está mi padre?
—Ah, sí, me temo que su padre yace muy ocupado ahora, señorita Bartley—dijo con una sonrisa suelta Wayne—. Él me pidió le hiciera el favor de recibirla, así como él prometió ordenar las máquinas nuevas.
—¿De qué me habla?
—¿No ha visto los cambios del nuevo mundo, señorita? ¡La revolución industrial está aquí!—dijo el hombre que con voz ronca y dulce pretendía tranquilizar a una ansiosa Heather.
—Si, pero… —decía la joven antes de ser interrumpida—.
—El nuevo mundo está aquí—vociferó Wayne abriendo sus brazos para señalar todo aquello que había sido hecho por el hombre recientemente—y su padre ya decidió montarse en el vagón del avance.
—No puedo creer lo que está diciendo, mozo Nashville. Esperaré por mi padre. Sé que vendrá por mí.
—Lo dudo. En cambio, él espera por usted para que empiece su labor en la fábrica de algodones como él.
A todas luces incrédula de lo que sucedía, Heather vaciló en dejar la estación de tren. Su sexto sentido flameaba desbordadamente, anunciándole algo estaba mal.
Sin embargo, su mente reclamaba comprobar lo dicho por el mozo. Por ello, el amanecer les tomó llegando a Grantham. Los pasos de ambos estaban cansados y tambaleantes, pero sus convicciones yacían aún claras.
Por un lado, Heather perfiló una estrategia sabiendo guardar silencio durante la mayor parte del camino, mientras que Ryan buscó ocultar su sorpresa en base a rellenar su discurso de logros personales y chistes malos.
—¡Ah, hogar, dulce hogar! ¿no es así, Heather? Apuesto que tu padre ha preparado un desayuno maravilloso para ti—dijo Ryan con el tono más alegre llegando a la hacienda.
—¡Déjese de juegos, mozo Ryan!—exclamó Heather apuntándolo inmediatamente con un revolver pimentero.
—Señorita, no entiendo su actuar. Le suplico baje el arma enseguida.
—Bien decía mi padre Ulises que ustedes no sólo olían a té, sino también a traición.
—Pero, ¿cómo?—se cuestionó Ryan Nashville, cambiando su gesto de temor a uno de espantoso cólera en segundos.
Tal como los zorzales cantaban aquella mañana, también cantó el pimentero de Heather al mandar tres certeras balas al cuerpo del hijo de Wayne Nashville.
Finiquitado el asunto, Heather no pudo sino correr llorando desconsoladamente a buscar el cuerpo de su amado padre. Su corazón joven pareció estallar en mil pedazos al encontrar a su progenitor moribundo en el piso de la cocina. Allí donde compartieron tantas risas, ahora no escaseaban lágrimas.
En el tosco pecho de Ulises había un papelillo:
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Una historia conmovedora y con un final muy triste. Muy interesante lo de la inclusión de la revolución industrial, casi una novela histórica.
Gracias por compartir.
Buena tarde.
Gracias por su lectura y comentario.
Saludos.
Guao, @gabmr, esto es lo que yo llamo realmente un final inesperado. Me gustó leerte. Éxito en el concurso.
Agradecido por tu lectura y buenos deseos 🙏
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