Veo y no creo
En tal nación se movía siempre obstinado Pablo. Día y noche se quejaba y poca fe tenía en que algo cambiara. Ni en su vida personal ni en la laboral.
Pero como la necesidad tenía cara de perro, un día se olvidó de sus principios, y buscó entrar en la oficina del jefe. Sabía que él guardaba oro y ciertas joyas preciosas ahí por miedo a que la interesada de su esposa se las robara. Esto se le contó el mismo jefe a Pablo un viernes de borrachera.
Pablo esperó un receso de almuerzo, para con una tarjeta de débito vacía, abrir la puerta que le daría la alcancía entera.
Sin embargo, el intento apurado de Pablo fue descubierto por su jefe y fue despedido con una patada en el culo.
—Bingo: pobre, desempleado y feo—se decía a él mismo.
Se podría especular que Pablo quedó medio calvo en un día. En la cumbre de su desesperación, atinó a convencerse de que su destino cambiaría si sabía qué le deparaba el futuro. Ahí fue donde paró donde la bruja del barrio con sus últimos tres pesos.
—¡Dígame, dígame mi destino ahora! Decía Pablo caminando de un lado al otro con esa frente sudada.
Pero la bruja, nada. Muda. Veía la bola de cristal sin mover la boca. Pero lo que él no sabía es que ella era medio ciega, y por eso tardó como media hora en hablar.
—Mira, criatura, a ti te toca sólo fortuna—le confesó la bruja con voz arenosa, después de quitarse el tabaco de la boca.
—¿Qué? Mayor desgracia, Dios mío querido. Ve adónde me vine a gastar la plata que me quedaba.
—Es la verdad, joven—afirmó ella.
—¡Mentira! ¿Cuál fortuna? Estoy desempleado hasta quién sabe cuándo.
El pobre Pablo arrebatado por la desesperación, tumbó todo en el lugar y agarró a la bruja por el cuello, y la pegó contra la pared.
Al poco tiempo que pasó esto, llegó la policía. No sé sabe si fueron los espíritus o algún vecino chismoso que veía todo, quien los llamó.
En esto que Pablo iba en la patrulla con esposas hasta en las orejas, hubo un accidente por un alboroto en la calle. Pablo aprovechó y salió por la puerta de atrás como Cristo: resucitado.
Enseguida se dio cuenta que dentro del caos que reinaba, un malandro intentaba robar a una niña.
Con rabia todavía acumulada, Pablo se lanzó de cabeza e impactó al delincuente en el pecho. Casi lo mató.
Pablo se creyó héroe. Pero se lo llevaron preso de nuevo.
Al otro día, en la celda, lo liberan de repente.
Sin saberlo, Pablo había salvado a la nieta del dueño de McDonald's. Él, agradecido, lo abrazó y puso a Pablo a cargo de una sucursal.
“Pablito McDonald'$” lo llamaron para siempre.
Estás son las situaciones que el destino nos pone ya sea para seguir andando o para cambiar de curso nuestra vida. Muy interesante historia y un final merecido por su acto.
Gracias por compartir.
Excelente noche.
Si, pienso que en nuestras vidas tenemos muchos "no hay mal, que por bien no venga".
Gracias a ti por leer.
Saludos.
Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.
¿Quieres contribuir a engrandecer este proyecto? ¡Haz clic aquí y entérate cómo!
Agradecido😁
Lindo relato, en el cual logras mantener el interés hasta el final. Saludos
Muchas gracias 🙏