
Una llega a los gloriosos cuarenta para que el cuerpo le diga: "¡Ajá, mi reina, se te acabó la fiesta!". Porque mire usted, apenas soplé las velitas, ¡pum!, el sofocón que ni en pleno desierto del Sahara. Yo juraba que la nevera se había dañado, pero no, era yo hirviendo por dentro, parecía un pollo rostizado dando vueltas en su propio jugo.
Y como si fuera poco, a los pocos meses, imagínese usted el cuadro; uno está tranquilamente viendo su telenovela, cuando, de repente, ¡un violín! Pero no un violín tocado por alguien, ¡un violín que sonaba solo! Me bañaba varias veces al día y cada vez era peor, el bendito violín seguía con su serenata fantasmal. Mi esposo, pobre hombre, me miraba con unos ojos como de "esta se nos fue". Yo le decía: ¿Pero tú no lo oyes, Ramón? ¡Un violín, te digo!. Y él, con la paciencia de un santo, me respondía: "Mi amor, seguro es la vecina practicando".
Pero la cosa no paró ahí. A la par del violinista invisible, me empezó un hedor en los pies que ni el mismísimo diablo aguantaría. Caramba, yo me lavaba los pies tres veces al día, me ponía talco, me rociaba desodorante y nada. Ramón, con su diplomacia caribeña, empezó a dormir en el cuarto de huéspedes. El pobre hombre huía de la peste a queso rancio que emanaban mis extremidades.
Y claro, con este panorama digno de una película de Buñuel tropical, fui a parar al ginecólogo. La doctora, muy simpática, me escuchó con una paciencia infinita mientras yo le contaba del calor infernal, el violín y mis pies apestosos. Al final, con una sonrisa dulce, me dijo: "Mire, señora, con estos síntomas, lo más probable es que esté entrando en la menopausia". ¡La menopausia! ¡A mí! ¡Pero si yo todavía me siento una muchacha! Bueno, una muchacha con calores, alucinaciones musicales y pies con aroma a levadura vieja.
Para rematar el combo, la doctora me mandó a hacerme una densitometría ósea. Fui a la clínica toda digna, y la enfermera, con una cara de pocos amigos, me suelta: "Señora, usted tiene que bajar de peso para poder hacerle el examen". Bajar de peso, pero sí yo lo único que quiero es acostarme en un bloque de hielo y no moverme hasta el próximo siglo.
Y las noches, dormir se convirtió en una tortura china. Saca el pie de la sábana porque te estás asando, mete el pie otra vez. Esto nadie lo entiende, y mi pobre Ramón, ya exiliado en la otra habitación, a veces se asomaba tímidamente a la puerta, con una cara de perro arrepentido, pero yo lo miraba con unos ojos de furia que lo hacían retroceder al instante.
Siguiendo las indicaciones de la doctora, tome ñame salvaje, jugo de remolacha con limón, inhale y exhale, camine treinta minutos diarios. El cambur es excelente para el potasio. Tome mucha agua, que eso también ayuda. ¡Caramba! ¿Y en qué momento hago yo todo eso? Apenas tengo tiempo para abanicarme y evitar que mi cerebro se derrita.
Me como un cambur sudado, tomo un sorbo de agua, doy tres pasos hasta la nevera, vuelvo a tomar agua, respiro hondo mientras me acuerdo del violinista, me tomo el ñame salvaje que sabe a tierra mojada, otro trago de agua, y luego el jugo de remolacha con limón. Y mientras tanto, el calor, el abanico que parece soplar aire caliente, el violinista que ahora toca tangos melancólicos en mi cabeza, y otra vez, ¡el calor!
Al final, no hay escapatoria, la menopausia llega con todo su combo de sorpresas desagradables, sin tocar la puerta, sin pedir permiso y una, pobre mortal, solo puede agarrarse de su poquito de humor venezolano para no salir corriendo gritando por las calles. Porque si no nos reímos de esta vaina,terminamos todas encerradas en un manicomio, oyendo serenatas de violines invisibles y oliendo a queso zuliano. Pero aquí estamos, echándole pierna a este nuevo capítulo de la vida, con calores, mal humor y la esperanza de que, algún día, el violinista se mude.

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Ese momento tan loco y antihumano de la menopausia para las mujeres 😂😂😂. No hay quien viva la lado de ustedes.
Un momento extremadamente largo que dura años.
Hola, esta etapa de tus cuarentas me la vivì a los cincuenta, quizà porque me desarrollè ago tarde, a los cartorce. Lo cierto es que una anciana me diò un paliativo para los calorones, a mì m resultò, prueba a ver. Cuando se me encendìa el "fuego interno", me quitaba los zapatos y ponia las plantas de los pies directamente en el piso ¡Antes de cinco minutos desaparecia el acaloramiento! Prueba a ver y me avisas si te resulta. Por otro lado, lograste un texto ameno, àgil, fresco, que arranca sonrisas con mucha frecuencia. Me gustò leerte. Te eseo eèxito en el concurso y prueba lo de los pies para el "bochorno".
Eso también lo he probado y no es que me funcione al 100%, pero sí ayuda un poco. Pienso que también es el sitio donde vivo, que es bien caluroso o seré yo para darme ánimos, que pienso eso ja, ja, ja igual, muchas gracias.
Buen escrito
Gracias!
Hola @giocondina , 😂😅🤣, me encanto tu post.
¡Wuao! lo de la menopausia es algo incontrolable y la tuve precoz pa más remate 😂🤣 😅, lo calores eran insoportables. Pero, no aprendí a tocar el violín. Me imaginé a Ramón, con vaporuck en la nariz para evitar los olores.
Me encanta tu comentario ja ja ja. Gracias por visitar.
Ah! y mucho éxito en el concurso.
No pude parar de reir durante todo el relato. Excelente historia de humor. Te felicito @giocondina. Saludos