Gracias a Literatos por ofrecer esta ventana.
Las fotografías son propias.
Confluencia
El soplo de la brisa ha insistido hasta que el árbol se inclinó sumiso. El mar persistente le ha hecho llegar innumerables olas, cartas húmedas, tersas, susurrantes. El árbol las escucha impávido.
Le cuentan una historia que no entiende.
De tiempo en tiempo un hombre cano se aposenta entre las ramas. Allí llegó, naufrago, como Moisés, un día; allí bebió de una leche ajena, allí se convirtió en un mozalbete y allí vivió pasiones y delirios.
Si en el mar aparece una botella el viejo la ve venir indiferente. No lleva la cuenta de sus años. No cree en el destino, ni en la suerte, ni en las guerras, ni en los credos intrincados. No necesita ropas, ni calzados. Cuando se siente aislado, como una hoja suelta en el camino, él solo se cuestiona por qué no tiene branquias.
El árbol con su sabia cuenta los días que al anciano lee quedan y ha visto, de tanto otear el horizonte, el sino de su muerte en la distancia.
Por ello se ha forzado en producir la sombra con la que lo ha de cobijar en el momento de la mañana ardiente cuando el viejo se desmaye sobre ese tronco quebrado sobre el agua.
Hermoso relato o poema en prosa, @gracielaacevedo. Tus fotos son muy buenas, y el texto las recrea (particularmente la primera) con una imaginación de suma sensibilidad y un sentido de honda reflexión vital . Gracias y saludos.
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Saludos, @josémalavem. Siento alegría al leer tu comentario. Gracias a ti y a @CELFmagazine por el apoyo a esta publicación