El descenso
Observa el mosquetón mientras desciende totalmente suspendido en el vacío. Noventa metros lo separa de una gran aventura dentro de la galería de cuevas adentrada en el territorio de los reductores de cabeza.
De niño, leyó libros con fantásticos relatos sobre supuestos vestigios de una civilización perdida. Una, cuya antigüedad se remonta más allá del mítico diluvio compartido por ancestrales culturas alrededor del mundo.
El moderno guía indígena, ha tamizado las creencias y tradiciones de su pueblo con los estudios universitarios de la gran ciudad. La apariencia lo delata, pero posee una cosmovisión única que lo distingue de las generaciones precedentes.
Siete hombres jóvenes, contando al guía, inician la travesía por una entrada providencial en búsqueda del mayor tesoro escondido en las profundidades de la recóndita selva.
Uno a uno, descienden hasta posar los pies sobre la piedra erosionada por corrientes de agua. Las luces en sus frentes escudriñan el lugar, quizás por primera vez, luego de milenios de olvido.
A primera vista, el panorama parece similar a las cuevas documentadas de las otras entradas. Así que prosiguen la marcha en dirección al fondo, no sin antes dejar marcas fosforescentes que aseguren el camino de vuelta.
Esperan parajes estrechos, no aptos para claustrofobia, no obstante, a medida que caminan las galerías son más amplias y altas. Paredes de apariencias lisas y blancas los sorprenden, suponen que deberían estar mohosas por la humedad respirable en el ambiente. Estas, además de secas son al tacto, porosas.
Un zumbido, casi imperceptible, le acompaña. El líder de la expedición está algo preocupado, el guía lo tranquiliza diciéndole que es normal, él lo ha escuchado en las visitas realizadas en las otras entradas.
Arañas gigantes, murciélagos y una serie de culebras los vigilan en el camino de descenso. Cada quinientos metros buscan accidentes importantes en el terreno para colocar la seña. No es una tarea fácil en virtud de una simetría inusual en la naturaleza.
Están cansados, ocho horas continuas de avances y documentación les obligan a establecer un alto. Así que despliegan unas ultra ligeras y resistentes tiendas de campañas. Descansarán a lo sumo de dos a tres horas antes de proseguir el descenso.
Recostado sobre la esterilla de la tienda duplex que comparte con el guía, el moderno arqueólogo y jefe manipula la tableta mientras hace sus anotaciones y analiza las fotografías recabadas.
El guía lo interrumpe al contarle de improviso sobre una leyenda que aprendió de niño sobre quienes construyeron el complejo de cuevas. Admitió que el lugar en donde estaban, difería en mucho a las otras áreas por él exploradas.
Los amos del mundo anterior, seres ciclópeos y de sabiduría malvada, castigados por los dioses primigenios por las atrocidades causadas a sus ancestros. Él lo mira con escepticismo, piensa, cuentos para asustar niños, y le pregunta que si aún cree en eso.
El zumbido aumenta, las sombras desaparecen con los estremecimientos de las carpas. Él guía grita de terror al ver la silueta lumínica de la pesadilla de su infancia, recuerda las palabras de la abuela, «huye del zumbido, cuando la maldad sea haga presente».
Fin
Una micro ficción original de @janaveda
Imagen de portada de Gérard JAWORSKI en Pixabay
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