Imagen y diseño de mi autoría - @jlinaresp
Era el poeta… El poeta del pueblo, ensimismado entre sus líneas imaginarias y sus entreveros de realidad diminuta. Porque -hay que decirlo- su mundo era diminuto.
Aparecía en las mañanas, emanando desde el zaguán de su vieja casa, para irse siempre por las mismas calles ordinarias del pueblo. Calles sucias y ruidosas, calles de orilla cotidiana. Pero esas calles eran su pasadizo renovado, una especie de puerta secreta hacia sus letras. Todo eso, porque él era el poeta.
O aparecía otros días por las tardes, por la misma puerta de siempre. Entonces evadía el pavimento y se perdía en los caminos de tierra, que eran como arterias y venas, por donde se desangraba el ruido y el espaviento, la holgura y la cháchara… Y el silencio se hacía cruces persignándose y se abrazaba a los vientos enamorados de los samanes enormes, unos vivos y otros muertos. Quedándose todos en silencio sacro, cuando el poeta con sus miradas de magia, los atravesaba anotando milagros en su libretita de tapas de cuero añejo.
Era joven y era viejo… Porque aquel hombre complicado e indeciso, se había bebido de un sorbo todos los eones y las cimas de los cerros… Y no le llegaron a las tripas, según cuenta María la sanadora, sino que se le trenzaron en el pecho, metiendo hebras de luces en las aurículas de su epicentro. Ella –María- lo sabía, porque tenía 1000 años de encierro en este pueblo. Y era ella quien atendió el desenlace de la preñez de su madre, cuando dio a luz a aquel niño que había nacido hablando, recitando versos y rezos.
Era entonces el poeta, una excepción de madrugadas inconclusas, con sílfides de luces que lo abrazaban en la misa mientras las viejas salían corriendo del altar a la sacristía para no pasarle por el lado, porque según tenía "espanto". Y aquel hombre se hincaba en el piso… Y cuentan las mismas viejas embusteras, que hasta el mismo San Juan, que bautizaba, se aparecía para regañarlo por andar trayendo apariciones a la Iglesia… Pero era un regaño cansino, de niño encantado y de santo de afectos, porque se calmaba con el primer verso que paría la boca del solitario feligrés, embardunado de magias trasgresoras y de carantoñas inventadas.
Un día cayó muerto en el camino polvoriento que llevaba al bosque de guafas, el mismo que en sus ojos y en sus letras era un castillo de crisoles y susurros, de libélulas jocosas que se abrazaban en las nubes de sus estancias y jardines. Y dos y tres fueron hasta su casa, para avisar, para que fueran a levantarlo, o mejor a “soplarlo” porque el cuerpo había comenzado a flotar cuando cantaron las guacharacas que vinieron a llorar su muerte. Y el cristofué se le paró en el pecho y le regaló una lágrima… Y dos y tres tocaron la puerta, pero nadie abrió. Y empujaron las alas y no había casa, ni paredes, ni nada en lo absoluto. Solo un patio de azahares tan verdes que parecían de otro pueblo o de otro mundo y un olor a jazmines penetrante, que ahora invadía todo el pueblo.
Y dos y tres fueron de vuelta hasta las guafas… Miraron el cuerpo flotando, traslucido, casi etéreo, como queriendo evaporarse... Por la boca del muerto que olía a jazmines de los blancos de azahares, salió el hilillo de sangre de azules y luces que invadieron trinando en los espacios de los cielos, mientras las guafas cantaban el aleluya de las esferas de los siete firmamentos... Mil mundos se proyectaron en la niebla que abrazó el sepelio que más bien pareció transfiguración y revuelos. Y dos y tres vieron a María la sanadora, que se hizo blanca y transparente, liviana y ondulante, como las cortinas de las casas que ya no existen, entre cañas y bahareques que ya no son. Y la vieja llegó hasta el cuerpo, como subiendo una escalera hecha con verdades que dos y tres no entendieron, porque los muertos eran ellos, los del apostolado de sandeces cotidianas y miríadas de pasos inocuos ellos fueron, boquiabiertos tristes y magros, como todos, menos el poeta.
Y María se fue con él, se esfumaron, como cuando ella lo haló hace años, para que en vez de llorar dijera versos y rezos… Y fue un portazo de luces, una implosión de portentos, un desdeño en apoteosis a dos y a tres, que siguen con los pies en la tierra, mirando guafas que no son palacios y babeando realidades que no albergan poesía ni cuando menos alguna gracia.
FIN
Excelente relato. ¡Me encanta! Bien hecho, @jlinaresp.
Gracias @zeleiracordero-2 por el apoyo!!!! :-)
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Hermosísima prosa poética. Rico en imágenes y figuras literarias. De las mejores que he leído en la plataforma.
@jesuspsoto Mil gracias como siempre por tu apoyo y aprecio... Viniendo de ti, es un premio que vale un mundo, pues bien conozco tus dotes de líneas y letras... Saludos y bendiciones...
Este texto tiene un gran valor. No solo por lo cuidado y acertado de su prosa, sino también por la manera de narrar la desaparición de un ser distante, pero necesario y el dolor tras su partida
Creo que debería haber tenido más suerte en las votaciones pero eso no está en nuestras manos. Lo que sí está en mis manos es agradecerte y rebloguear tu magnífico trabajo.
!PIZZA
Muchas gracias estimado @ditoferrer por el aprecio y el comentario... A veces pasa que no se votan tanto, pero bien, la catarsis y el placer de escribir algunas líneas siempre es ya de por si un dividendo valioso... Muchos saludos y que estés muy bien siempre...
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