josemalavem cross-posted this post in Literatos 2 years ago


Miguel Hernández o la pena que no cesa

in Cervantes2 years ago (edited)

¿Cuántos no habrán escuchado canciones como “Elegía”, “Boca que arrastra mi boca” o “Nanas de la cebolla”, cantadas por Joan Manuel Serrat? Son poemas de un escritor tan querido que se llamó Miguel Hernández, el poeta de la abierta sensibilidad que sufrió, como García Lorca –aunque de modo diferente, ambos de trágico final–, el drama de la Guerra Civil Española, que naciera el 30 de octubre de 1910.


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Fuente


La poesía de Miguel Hernández asume el dramático y afectuoso sentido de la vida, sea esta regocijo en la naturaleza, el amor y la amista, una negación de lo que se desee, o la expresión de un desconocido destino.

A continuación, unos versos de varios de sus poemas:

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas
compañero del alma, tan temprano.

(de “Elegía”)

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.

(de “Boca que arrastra mi boca”)

Uno de los poemas de Miguel Hernández que más me ha marcado no es de sus últimos, sino de los primeros. En este caso, me refiero a ”Umbrío por la pena”, incorporado a su libro El rayo que no cesa, que reúne poemas escritos entre 1934-1935. Lo copio a continuación:


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Miguel Hernández con su sobrina y su hermana - Fuente


Umbrío por la pena

Umbrío por la pena, casi bruno
porque la pena tizna cuando estalla
donde yo no me hallo, no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
Y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y de cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!

Quizás el poema que más quiero de Miguel Hernández sea este. Aparte de las imágenes directas, casi nada metafóricas, excepto el perro, los cardos y las coronas (estas dos podrían asociarse con la pasión de Cristo), el poema se despliega en el decir de la pena. Esta no se concibe como algo circunstancial y efímero, sino como destino, designio, tal queda expresado en la última estrofa, pero que ya el hablante lo manifiesta desde los primeros versos.

La poesía de Miguel Hernández, la independiente, fuera de compromisos políticos, será una de las referencias más queridas en la poesía del siglo XX de habla hispana. A ella acudiremos siempre para experimentar ese sentir que es parte de nuestra alma de ahora y siempre.

Referencia:

Hernández, Miguel (1973). Poemas. España: Plaza & Janes Editores.


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Gracias por su atención.


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