El día que Pablo Neruda murió
Fernando había llegado de Chile y ya tenía tres semestres de literatura en la universidad. A mí siempre me había parecido que Fernando era un bohemio, un artista, un soñador. Yo me había topado varias veces con él en algunas reuniones, conferencias, cafetines. Pero un día coincidimos en una librería y no sé por cuál razón me regaló un libro de Neruda. Con aquel libro se iniciaba nuestra relación.
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A partir de ese momento, Fernando y yo comenzamos a ser inseparables. Nos esperábamos al salir de clases y nos íbamos juntos en el metro o caminando, él me llevaba a mi casa y después él caminaba hacia la suya. En el camino, a Fernando le gustaba recitar los poemas de Neruda, los cuales sabía de memoria, y que yo me deleitara escuchando su voz.=x<0>x=
También era costumbre que Fernando hiciera alguna intervención citando algunos de los versos más conocidos del poeta: "Me gustas cuando callas, porque estás como ausente", decía a propósito de mi silencio; "Puedo escribir los versos más tristes esta noche", decía motivado por su tristeza; o "Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas", y hablaba de nuestra relación.=x<0>x=
Pero una tarde, fui por casualidad a una librería que quedaba cerca de casa de Fernando y vi cómo este le regalaba un ejemplar, tapa dura, de "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" a una chica que estaba allí. Con el tiempo me enteré que ese era su modus operandi: utilizaba a Neruda como arma de seducción; también supe que Neruda había muerto desde ese día, igual que Fernando, por lo menos para mí.
A partir de ese momento, Fernando y yo comenzamos a ser inseparables. Nos esperábamos al salir de clases y nos íbamos juntos en el metro o caminando, él me llevaba a mi casa y después él caminaba hacia la suya. En el camino, a Fernando le gustaba recitar los poemas de Neruda, los cuales sabía de memoria, y que yo me deleitara escuchando su voz.
También era costumbre que Fernando hiciera alguna intervención citando algunos de los versos más conocidos del poeta: "Me gustas cuando callas, porque estás como ausente", decía a propósito de mi silencio; "Puedo escribir los versos más tristes esta noche", decía motivado por su tristeza; o "Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas", y hablaba de nuestra relación.
Pero una tarde, fui por casualidad a una librería que quedaba cerca de casa de Fernando y vi cómo este le regalaba un ejemplar, tapa dura, de "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" a una chica que estaba allí. Con el tiempo me enteré que ese era su modus operandi: utilizaba a Neruda como arma de seducción; también supe que Neruda había muerto desde ese día, igual que Fernando, por lo menos para mí.
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