El día que se secaron los girasoles
¿Y nunca has visto un río desbordado? Pues igualito fue cuando Yolanda se enteró de la enfermedad de la hija: eso eran lágrimas por todos lados y uno también lloraba porque daba dolor ver cómo la hija se le iba secando a pesar de todos los esfuerzos que Yolanda hacía.
En cambio Esperanza siempre mantuvo una sonrisa, mucho ánimo. Tú debes recordarla porque ella se la mantenía que si dándole comida a los pajaritos, regando las plantas. Una vez hasta recogió todos los perros de la calle y lo llevó a su casa. Yolanda al principio formó un escándalo, pero después se quedó tranquila: no podía cambiar el corazón noble y bueno de la hija.
Es imposible que no las recuerdes porque todos en el pueblo las conocían. Madre e hija para arriba y para abajo, en las buenas y en las malas. Por eso cuando Esperancita murió, más atrás se fue Yolanda. ¿Qué por qué te cuento esto? Por lo que tú me estás preguntando. Desde la muerte de madre e hija se secaron los girasoles y más nunca florecieron.
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Vida, esperanza y muerte: la trilogía axial que hace a la humanidad. Tu relato la expresa muy bien en esos dos personajes que la condensan. Hermoso y sentido. Gracias. Un abrazo, @nancybriti.
Efímeros pero felices. Hoy los he visto mustios, camino del Cantábrico, de mi mar y eso me recuerda lo que creo que en el fondo sentían Yolanda y Esperancita: deseos de vivir y sólo se vive gozando cada minuto como si fuera el último. Abrazos