La mujer que cosía los corazones rotos
Al instante que llegó, percibió que existía un clima diferente y que se respiraba cierta armonía entre la gente. Con una sonrisa a flor de labios, las personas lo veían y lo saludaban como que si él fuese otro más de ellos. Aquella cordialidad lo motivó a preguntar por la mujer y todos le señalaron un camino de tierra que quedaba cerca de la plaza. Al final quedaba supuestamente un arroyo y al lado, la casa de aquella mujer que él andaba buscando.
Cuando visualizó la casa, apresuró el paso. Llamó en voz alta y una anciana salió a recibirlo. Inmediatamente él le dijo a quién andaba buscando y para su sorpresa, la anciana dijo que era ella. Un poco contrariado y dudoso, el hombre le contó su caso: el amor el corazón le había roto. La anciana sonrió y le dijo: un clavo saca otro y no hay nada que no cure el mejor antídoto de todos.
El hombre estuvo en aquella casa por casi un mes al cuidado de la anciana que lo trató como si fuera un hijo. Un día, el hombre se despertó y se dio cuenta que los recuerdos ya no dolían. Tomó sus cosas y decidió marcharse, agradeciéndole a la anciana todo lo que había hecho por él. En el camino de regreso recordó que cuando sus amigos le dijeron que había una mujer que arreglaba corazones rotos, él había creído que era una chica con la que tendría un romance. Pero jamás se imagino que sería una anciana, que haría de madre y que el antídoto para arreglar su corazón era recibir más amor.
El amor de madre es indiscutiblemente curador, pues es desinteresado y acogedor por naturaleza. Lamentablemente no todos podemos contar con él ni con una opción como la que tu maravilloso cuento crea. Un abrazo, @nancybriti.
Abrazos para ti, @jose!