Cacería (RELATO DE TERROR)

in Literatos6 months ago (edited)

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CACERÍA

Avanzaban los hombres en la camioneta a través de la oscura carretera encontrada entre San Cristobalito y El Pacayal, al sur de México, cerca de la frontera con Guatemala. Los hermanos Lazarino habían tenido que ir a buscar al cazador casi en el centro del país y venían sin parar tratando de alcanzar a tiempo la luna llena a las 3 de la mañana.

El cazador les había dicho que era completamente inútil si llegaban tanto antes como después, ya que eso implicaba tanto la prolongación del mal o en su defecto, la compleción del mismo. Necesitaban tomar el ritual ipso facto para poder no solo revertir la maldición, sino además matar a ese grupo de maníacos sádicos y hechiceros que habían tenido bajo castigo a la familia Lazarino desde hace 141 años.

La carretera había llegado al punto donde solo era iluminada por los reflectores del vehículo y Lalo Lazarino, hermano mayor y quien conducía, estaba atento para cruzar y meterse al camino de tierra que los llevarían al santuario de los malditos enfermos, estos para así lograr la masacre y el cazador aniquilara a Claudia Inés, la líder bruja y culpable de toda esta mierda.

Sin embargo, antes de avanzar en la oscuridad, había luces intermitentes y un auto que tapaba la mitad del camino, se trataba de una patrulla y dos oficiales. Al costado de la carretera, había otro vehículo policial, este era más como una camioneta para trasladar prisioneros y detrás de la furgoneta estaba un pequeño toldo.

Los hermanos Lazarinos se miraron y dudaron si seguir adelante, pero era demasiado arriesgado que los siguieran y arruinaran el plan. Además, podría significar una pérdida de tiempo por resistirse, así que en la misma mirada, decidieron que lo mejor era bajar la velocidad y ver qué querían estos oficiales. El cazador no se pronunció en absoluto.

Frenaron frente a los conos naranjas que tenían en medio del camino y bajaron el vidrio hasta la mitad, tanto del piloto como del copiloto. Disminuyeron la intensidad de las luces de los reflectores y apagaron el radio, aunque el volumen era tan bajo que pasaba casi desapercibido. Uno de los oficiales empezó a caminar firmemente hacia la ventanilla del piloto.

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Los hermanos volvieron a mirarse entre sí, y el cazador esta vez sí interceptó la mirada. Después, en voz baja, dio una breve indicación diciendo que si en tal caso les pidieran bajar del auto, lo hicieran sin problemas pero con las armas ocultas. Acto seguido, el policía llegó a la ventana justo después de que los murmullos se diluyeran, y este cortó el silencio con una interrogante.

– Buenas noches, ciudadanos. ¿A dónde se dirigen?

Los hermanos se miraron entre ellos de nuevo, y el piloto, volvió la mirada hacia la ventana para responder al oficial de manera calmada.

– Vamos a acampar en la zona montañosa del rancho San Rafael para cumplir con la caza de coyotes, ya que estos andan matando varios animales del dueño.

El oficial apreció con cara de dudas la respuesta del hermano. Luego de eso, replicó inmediatamente.

– Lo siento caballero, pero no puedo dejarlo pasar por el hecho de que esta zona está siendo resguardada militarmente debido a una sospechosa actividad que podría estar vinculado con el tráfico de migrantes. Les voy a pedir que se orillen a la derecha del camino.

Los hermanos volvieron a mirarse, esta vez con cara de frustración, y el cazador simplemente apreciaba todo lo sucedido en silencio y preparaba su arma para tenerla lista al bajar de la camioneta. La camioneta avanzó unos 4 metros y suavemente procedió a estacionarse. Acto seguido, el oficial que iba caminando hacia ellos alzó la voz pidiendo que bajaran del vehículo.

Primero bajó el hermano que estaba de copiloto, Rafa Lazarino, bajando con cuidado y a escondidas para poder ocultar el arma que era un revólver notablemente largo. Lalo ya tenía la suya atada a la entrepierna y bajó del puesto del piloto sin hacer mucho revuelo. El cazador, sin embargo, se dio un poco de tiempo y miró a través de las ventanas antes de bajar para analizar la situación.

Detalló que solo había una patrulla y tres oficiales, y además esa furgoneta. Era demasiado raro, solo esta unidad en este puesto de alcabala prácticamente abandonado. Hacía meses, según los hermanos le habían contado, que era una carretera sin ningún resguardo y si en tal caso la situación era la que ellos decían, no era tarea de tres simples oficiales hacer esto, sino de un escuadrón del ejército.

El cazador guardó su pistola tras el cinturón y en la pierna, aseguró su cuchilla de hoja de plata, y acomodó su pantalón. Bajó del auto con cuidado y vio como los tres oficiales arrugaron la cara al mirarlo. Posterior a esto, los oficiales les pidieron documentación y pidieron apartarse del auto para que este pudiera ser revisado.

Luego de esto, los oficiales procedieron a pedir a los hermanos que pusieran sus manos sobre la camioneta para poder así revisarlos. Pero estos se negaron de entrada y provocó una pequeña discusión.

– Ciudadanos, si no colaboran, tendremos que usar la fuerza para mantener el operativo controladamente. Por favor colaboren.

– A mí no me jodes con eso. - Respondió Lalo levantando un poco la voz. - Nadie me dice que ustedes son oficiales reales, tenemos meses sin que vengan por aquí. ¿A qué se debe esto hoy?

Los oficiales pusieron postura defensiva, sin mostrar agresividad, pero sí mucha atención a la situación, y sus caras eran muy serias. Mientras se daba este leve silencio, Rafael procedió a encender un cigarrillo, lo cual hizo a los oficiales mirarse entre ellos y alterar un poco más sus molestias. Los oficiales dieron un paso adelante mientras hablaban.

– Caballeros, ustedes no están entendiendo la situación ni la obligación que tenemos en este escenario, están actuando sospechosamente y no tenemos remedio a detenerlos formalmente para investigar sus situaciones.

– A mí no me tocas cabrón. - Dijo Rafael mientras exhalaba el humo del cigarrillo recién encendido

– ¿Cómo acaba de referirse a mí, señor?- Dijo el oficial que estaba detrás.

– Se lo dije a tu cuate, pero si quieres también puedes tomártelo para ti, cerdo.

– Señor, les pedimos que inmediatamente levanten sus manos, y ¡¡HEY, ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO TÚ AHÍ?

El oficial tiró un grito algo desesperado hacia el Cazador que se había escabullido en la discusión para revisar el toldo que tapaba la furgoneta. Al ver lo que estaba bajo el toldo, sus sospechas se confirmaron. Eran cinco cuerpos de policías militares. Todos de entre 20 a 30 años y de buena forma física, pero completamente rajados en la garganta y las cuencas de los ojos vacíos.

Al apreciar esto y saber exactamente lo que estaba pasando, el cazador inmediatamente sacó su revólver y avisó a los hermanos con un grito de “estos malditos no son lo que parecen”; que inmovilizó a todos por unos breves segundos antes de comenzar una pelea entre los dos bandos. Los hermanos saltaron arriba de los policías asumiendo que sacarían sus armas, pero estos ni siquiera las portaban, ellos ni se habían dado cuenta.

Lalo vio que el policía solo dio un paso a atrás y al ver la funda de la pistola vacía, su rostro se volvió una mueca confusa que hizo al oficial que tenía al frente reír macabramente, luego de esto, al mismo oficial se le desfiguró el rostro en una forma gelatinosa que iba extendiéndose por el resto de su cuerpo, la boca se movía hacia la nariz, la nariz a la mejilla izquierda, el ojo en la frente y de repentinamente, esa masa amorfa empezó a emitir sonidos muy agudos que perturbaron a ambos hermanos e incluso al cazador.

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Los hermanos intentaron alejarse, pero los terminó de apartar una brisa fuerte que venía de los oficiales. El cazador vio como los hermanos volaron por los aires y cayeron justo a su lado. Luego, al levantar la mirada, vio como los tres oficiales estaban teniendo lo que era una clara transfiguración y en la mente del cazador le vino el recuerdo de su segunda cacería en 1984, cuando mató a su primer hechicero.

Los policías se había vuelto formas humanoides gelatinosas que iban cambiando su figura aceleradamente y mientras esto se daba, los gemelos se incorporan al lado del cazador para ponerse de pie y cargar sus armas, pero cuando Rafa terminaba de ajustar su gatillo, miró al frente y tenía una cara arrugada y gris, pero de ojos rojos que lo miraba firmemente con una sonrisa que expulsaba un aliento a ratas muertas.

Rafa intentó subir el revólver hasta la cabeza del hechicero, pero la mano del mismo fue más rápida y le dio un golpe que lo hizo retroceder y correr un poco hacia atrás. Mientras tanto, Lalo levantaba su pistola para disparar al hechicero que parecía liderar al grupo, pero este desapareció en su cara y luego apareció encima de la furgoneta con el cuerpo mirando hacia arriba, pero las manos y pies sostenían a su cuerpo volteado, que a su vez, tenía la cabeza recta mirando a los tres.

El cazador había ya intentado impactar 3 o 4 disparos mientras estaban transformándose, pero resultaron inútiles y pensó que tal vez la mejor forma era correr al maletero de la camioneta para buscar la escopeta de balas de cedro bañadas en sangre de paloma blanca. Este empezó a correr hacia la camioneta, pero uno de los hechiceros se dio cuenta y lo invistió fuertemente para hacerlo chocar contra la puerta del vehículo y caer de rodillas privado por el impacto.

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Sin embargo, logró visualizar como Rafael intentaba cargar de nuevo su arma mientras unos de los hechiceros saltaba por detrás de él. Al cazador le pareció verlo en cámara lenta, pero fue en realidad muy rápido como pasó todo. El hechicero hizo de su brazo una hojilla gigante negra que deslizó justo por arriba de las clavículas de Rafael y , justo por debajo de su manzana de Adán. Su cabeza salió volando y el cazador apreció todo detalladamente, al punto de ver la cabeza caer a dos metros de él.

Lalo gritó abrumadora y desesperadamente, dio un disparo a un hechicero que hizo una especie de quejido y dio un salto a un árbol que pareció como una especie de cucaracha voladora gigante. Y luego de eso salió corriendo en directo a la camioneta a abrir el maletero, pero el cazador lo obligó a montarse en el auto para irse del lugar.

Cuando ya estaban las puertas cerradas e intentaban encender el motor, todos los vidrios del vehículo reventaron llevando de rajaduras a ambos, aunque más afectado se vio Lalo, que se le vieron heridas abiertas en la cara. Su rostro estaba lleno de sangre y un vidrio le había penetrado en el ojo. El cazador empezó a escuchar llantos desesperados de Lalo, pero repentinamente, este alzó la mirada, se llenó de sorpresa al ver desfigurado a su acompañante, y su reacción fue empezar a reír como un desquiciado.

Al reaccionar, el cazador vio al frente del camino y allí estaba la hechicera mayor, la razón de su visita y de su estudio de investigación de tantos años, lo que pensó que era un mito y hasta pensó que simplemente no existía. Que tal vez los hechiceros la usaban para asustar a los cazadores. Pero no, estaba ahí, parada en carne y hueso, la mismísima Claudia Inés. La líder bruja y culpable de toda esta mierda. Luego de verla, sintió como Lalo se silenció y sus ojos se volvieron pesados hasta solo presenciar oscuridad total.

El cazador volvió a la conciencia y despertó entre gritos de Lalo, que maldecía sin parar. Los párpados estaban totalmente pesados, así que el Cazador tuvo que hacer un gran esfuerzo primero para poder abrirlos, y luego para poder enfocar la mirada. Al ver claro el panorama, se vio atado al piso por la pierna y a dos metros de distancia, estaba atado de pies en forma de equis, Lalo Lazarino.

Ambos estaban dentro de un círculo con diferentes formas que estaban pintadas con evidente sangre, pero las líneas estaban profundas, hacían a su vez unas pequeñas cuencas con unos 3 centímetros de profundidad. El cazador logró recuperar sus sentidos por completo y determinó la situación. Alrededor del círculo estaban unos 10 hechiceros, entre ellos Claudia Inés. Estaban en un estacionamiento notablemente abandonado al punto que no sé escuchaba siquiera un grillo. Luego de esto, miró a Lalo y prestó atención a lo que decía.

– ¿Crees que puedes terminar esta familia y que nadie te vendrá a buscar? Maldita bruja, jamás descansaremos hasta verte extinta.

A los gritos de Lalo los hechiceros solo responden con risas y gritos, sacándole la lengua que se extendía verdosa y monstruosamente unos 20 centímetros. Lalo seguía gritando, pero el cazador empezó a detallar el círculo, se dio cuenta de lo que era. Trataba de un círculo de sacrificio para hacer el hechizo de invisibilidad, lo cual necesitaban para estar un año más sin ser descubiertas.

A pesar de todo, un pequeño gozo vino a la mente del Cazador porque estaban donde querían, estaban en el ritual donde querían capturarlas en acción, pero obviamente las condiciones dadas no eran las deseadas por el cazador. De igual forma, el cazador analizó el círculo y moviéndose para voltear su vista y detallar los jeroglíficos pintados en el suelo, se dio cuenta de que tenía su cuchilla de plata todavía en el pantalón.

Luego de eso, Lalo intentaba despegar su puerta de la atadura que tenía, pero Claudia Inés, con gritos de una voz gruesa y potente, le dijo que era imposible que se salvara, ya que ella sabía cómo amarrar su sangre, y además le hizo una confesión que haría desquiciar a Lalo:

– Verás Lalito, hace años, cuando tu familia estaba en búsqueda en el antiguo líder, Turiano Paz, pensaron que si lograban matarlo a él y su progenitor a la vez lograrían cerrar el círculo de los hechiceros, pero la verdad es que se puede pasar a otra sangre. Y él se la pasó a los Gutiérrez de aquí, de San Cristobalito.

La cara de Lalo se puso completamente pálida al escuchar el apellido de su abuela materna, y empezó a gritar que no era posible esa situación, y Claudia Inés de nuevo gritó:

– Si Lalo, si es así, yo soy la hermana de la abuela. Esto no es una guerra entre hechiceros y cazadores, esto es una guerra de familia, y ahora daré un golpe fuerte a los Lazarinos.

Claudia Inés le tiro una especie de lodo negro a Lalo, que empezó a moverse desesperadamente y empezó gritar a cosas en un idioma extraño, giraba la cabeza, como si viera a otros seres allí con él. A continuación, Claudia Inés salió flotando hacia Lalo y clavó sus uñas en el vientre de este, que gritó sin cesar mientras las uñas subían hasta su garganta. Lalo murió al ser rasgada su manzana de adán en el último movimiento de la líder hechicera. La sangre de Lalo corrió por su cuerpo, y luego esta tomó el cauce de las cuentas para ir llenando el círculo del suelo con su sangre

La luna empezaba a colocarse justo sobre el círculo y los hechiceros unieron sus manos y rodearon el círculo. Luego, comenzaron una serie de rezos inentendibles, pero que el Cazador sabía muy bien qué significaban, no era primera vez que lo escuchaba, y lo había estudiado muchas veces. La sangre de Lalo venía corriendo desde el altar improvisado donde estaba atado, siguiendo las líneas y jeroglíficos.

El cazador volvió la mirada al suelo buscando una esperanza de que su plan pudiera funcionar, incluso si no estaban las condiciones que él quería, solo necesitaba un poco de suerte, y la tuvo. El cazador vio solo a 50 cm de su brazo derecho, completamente al alcance, el jeroglífico exacto que él estaba buscando y en el que se basaba todo su plan desde un inicio.

Los rezos continuaron y los hechiceros se desprendían amarrados de la mano del suelo dando vueltas sobre el círculo, la luna se hacía más brillante y empezaba a irradiar una luz sobre todos ellos. El cazador vio como Lalo empezaba a desintegrarse, primero sus piernas, luego su torso, y por último su cabeza, no hizo ni un ruido.

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Y cuando él empezó a sentir un ardor muy profundo en las plantas de los pies, a su vez que los hechiceros tenían su cabeza mirando arriba y a tres metros elevados del suelo, sacó su navaja de plata. Continuamente, ubicó de nuevo él la figura a su mano derecha y luego, después de un breve rezó a sus espíritus protectores y sintiendo como las plantas de los pies se le derretían, clavó la daga en el medio del jeroglífico.

La luz que proyectaba la luna se empezó a intensificar, y el cazador empezó a reír como un desquiciado, lo que logró la atención de Claudia Inés. Esta furiosa vio al cazador y cuando intentaba descender, su cara de rabia se transformó en rostro lleno de temor y pánico. La daga había sido clavada justo en un punto donde no solo anula el hechizo, sino que cambiaba por completo su sentido.

La luz se siguió intensificando, el cazador siguió riendo y Claudia Inés maldiciendo. Pareció que fue más tiempo, pero solo fue cuestión de segundos hasta que se hizo un brillo total que pasó de convertirse una simple iluminación, a un fuego ardiente que quemó por completo al Cazador, haciendo cenizas tanto a él como a sus carcajadas. Lo mismo a los hechiceros, que no tuvieron ni posibilidad de moverse antes de ser devorados por el conjuro.

De última, se desintegró Claudia Inés, que no paró de maldecir a los Lazarinos y a ese maldito cazador fantasma que habían arruinado su noche y su vida. Le vino por la mente todos sus sacrificios y todas las noches que había salido bien, y pensó que si tal vez hubiera sido como su maestro Turiano Paz, habría revisado al cazador antes de atarlo. La luz terminó de quemar a todos los presentes hasta dejar el estacionamiento vacío. Solo quedaron cenizas, y una daga de plata clavada en el piso.

FIN.
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Buena narrativa,... me gusto que dejas al lector atento... gracias por compartir...

Gracias por leer y el comentario

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