Cuento de fantasía: Chico Búho (Parte 1)

in Literatos2 years ago

Mientras aguardaba frente a la sala de audiencias agitó las alas con nerviosismo. En la profundidad de sus ojos aun persistía una chispa humana al fijarse en las dos estatuas de bronce de la puerta. Los visitantes que desfilaban por el vestíbulo lo cercaban con miradas incrédulas y gritos ahogados, incluso los guardias apostados en la entrada se daban codazos disimulados para señalar el pico cruzado de cicatrices. Nunca habían visto una calamidad; la sola mención de la palabra era una bisagra para los tiempos oscuros cuando la magia imperaba en la tierra. La puerta se abrió, saliendo un criado con levita desvaída, que luego de inspeccionar la sala con detenimiento se encontró con la mirada ambarina de Klaus; le hizo un gesto para que lo siguiera. Antes de entrar en la audiencia, Klaus dejó la espada herrumbrosa en custodia del guardia, y se palpó las alas grises que le nacían en la espalda; las sujetó con firmeza junto al cuerpo con un cinturón de cuero, buscando esconderlas. En otra circunstancias el criado no le hubiera permitido el paso con la ropa que llevaba, una camisa de tela burda y unos pantalones arremangados encima de las patas, sin embargo, la figura de Klaus desprendía tanta fiereza y era tan impresionante el plumaje apelmazado a su cuerpo, que el criado optó por el silencio y le franqueó el camino.

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Atravesaron un corredor plagado de estatuas de metal carcomido y estandartes deshilachados en las paredes hasta la audiencia. Era un salón circular, cargado de un ambiente oscuro; intensificado por los mantos carmesí tirados sobre los respaldos de los sillones y mesas, además de las ventanas ocultas tras doseles del mismo color. La decoración, a pesar de distinguirse la delicada artesanía de alguna copa tallada sobre una mesa o la calidad de la madera robusta, mostraba un aire decadente. En una gran mesa del centro estaban sentados los cuatro magos del tribunal. Al costado tomaba nota un escribano, estirando el cuello almidonado en cada oportunidad para contemplarlo. El criado lo guió justo debajo del tribunal y se marchó. Un hombre alto, vestido con una túnica raída, se adelantó en el asiento; su largo pelo enmarañado resaltaba la mirada escrutadora que detuvo sobre Klaus.

—Pensé que las calamidades ya no existían—dijo con calma, dirigiéndose a sus compañeros mirando con atención al chico. Klaus tampoco despegaba sus ojos de buho del jurado. A la exigua luz, sus alas lucían contrahechas amarradas en la espalda y su pico se movía con un temblor.

—¿Por qué has venido a la audiencia? ¿Cuál es tu petición?—repuso un hombre con una papada grasienta al otro extremo de la mesa; su enorme barriga levantaba la túnica llena de manchas.

Klaus se enderezó, y adelantó una de sus diminutas patas.

—He venido a presentarme porque deseó…

—Quiere recuperar la forma humana—dijo riendo una joven con un vestido apolillado sentada al lado del hombre de la cabellera—. Pero primero debemos saber que regla has roto. Por favor, escribano, lea los antecedentes del chico.

En ese momento, como accionado por un resorte secreto, el escribano se incorporó con una mano en alto; después desenrolló un papel mugriento que alzó con premura.

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—Pongo en conocimiento del ilustre jurado—la voz chillona del escribano tembló ligeramente—, los hechos que competen al chico Klaus, acá presente. El muchacho apretó los puños en los bolsillos del pantalón remendado y las alas se agitaron nerviosas.

—Continúa—dijo el hombre de la cabellera hirsuta.

—Hace quince años—prosiguió la voz del escribano sin levantar los ojos del papel amarillento—, el padre de Klaus se enfrentó, en franca rebelión de los estatutos establecidos, contra su amo, un mago con dotes de fuego. No conforme con este grave insulto, promovió una revuelta entre los esclavos del mencionado hechicero; flagrante violación de las norma que prescribe que ninguna persona sin magia debe siquiera levantar la voz a su amo.

El único mago que no había hablado miró con severidad al chico, la raya tan definida en el pelo brillaba en la penumbra carmesí. A pesar de que se resistió, de la profundidad de la garganta de Klaus salió un graznido ronco.

—Este movimiento rebelde tuvo cierto revuelo culminando con el asesinato del hechicero—el jurado de magos cambió una expresión ceñuda—, pocos días después el padre es arrestado, sentenciado y ejecutado, además de condenar a su primogenito a convertirse en una calamidad. El escribano se quedó en silencio. Klaus esperó balanceándose con un suave estremecimiento al mirar al jurado.

—Así que te atreves a venir hasta aquí, aun sabiendo que tu padre fue un rebelde—comenzó el mago gordo, escupiendo las palabras.

Era la oportunidad de Klaus, después de tanto tiempo esperando esa audiencia no debía desaprovecharla, sin amedentrarse buscó la mirada de cada uno de los cuatro magos representantes, y habló con claridad.

—No vengo ante ustedes a pedirles nada. Vengo a exigir un duelo a cambio de mi forma humana—se apresuró a decir Klaus con una voz parecida al chillido de los pájaros, pero pronunciando con correción cada palabra.