Había una vez un niño al que le encantaba la Navidad, le encantaban los árboles y los adornos, además le gustaba ver las luces titilar, podía pasar horas mirándolas
Un día se quedó mirando las luces fijamente cuando cambiaban sin cesar, de repente una de ellas se iluminó inesperadamente, su luz lo cubrió y lo atrapó en su destello singular.
Allí comenzó el viaje por un mundo mágico, un mundo hecho de luz, de colores, en el cual estaba cayendo y girando, todo parecía que daba vueltas en ese instante.
Hasta que al final del viaje cayó sentado, allí creía que estaba sólo pero se consiguió con una pequeña estrella, una hermosa estrella de Navidad, la cual le habló y le dijo con asombro:
-- ¿Cómo has hecho para llegar hasta aquí a este mundo de color?
Él la escuchó, pero él también estaba asombrado y le dijo:
-- Hermosa pequeña estrella, este viaje fue inesperado, yo no sabía que podía llegar aquí. Por favor, enséñame cómo regresar a casa, porque mañana es navidad y me estarán esperando, sobre todo mi mamá que ya me debe estar buscando.
La estrella asintió y le dijo:
-- Pequeño, yo te puedo ayudar pero necesito que hagas algo a cambio. Si aceptas volverás a casa al terminar mi encargo.
El pequeño lo pensó, pero no tenía más opción que acceder a la petición de aquella estrella y a su maravilloso encanto, el le respondió que haría lo que ella le pidiera a cambio.
Entonces ella le dijo: tienes que dibujar mil caramelos, todos de colores y hermosos, antes que el reloj marque las doce.
El pequeño sin dudarlo tomó los colores encantados y comenzó a dibujar caramelos de muchos colores y diferentes formas, caramelos redondos, caramelos de bastones y también cuadrados, parecía que no iba a terminar pero en su corazón necesitaba regresar, así que no paraba su trabajo.
Cuando el reloj marco un minuto para las doce, solo le faltaba por dibujar dos caramelos, pero un pequeño duende que llegó de repente se comió cinco de ellos, el pequeño al verlo le pregunto:
-- ¿Pequeño duende cómo te comiste los caramelos dibujados?
Y el pequeño duende y le dijo: es que los hiciste con los colores mágicos y a mí me gustaron demasiado, lo siento.
Entonces el pequeño al verse contrariado, se apuró, comenzó a pintar, y pinto, pinto y pinto, pero ya el reloj las doce habían marcado, así que se sentó y lloró.
En ese momento llegó la estrella y le dijo:
-- ¿Por qué lloras?
Veo que los caramelos pintaste y por tu gran amor al compartir tus caramelos con el duende tu recompensa has ganado, cierra los ojos que estarás con tu familia en un tris tras de los dedos y un pestañazo.
Y así pasó el pequeño volvió a viajar por la luz de regreso a su hogar, con la sorpresa de que al llegar tenía más de mil caramelos los que compartió con toda su familia para Navidad.
❤
Imágenes propias. Fotografía central del albúm familiar, en ella el pequeño Juan Pablo. Fotografía autorizada por mi sobrina Silvia López de Melean. Editadas para los mensajes usando la aplicación de diseños Canva. Y para participar...
'Concurso'
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Saludos
Hermoso cuento @slwzl me he deleitado con esta hermosa obra. Me encantan los caramelos igual que al duende, sigamos compartiendo sin esperar nada a cambio...seguro nuestros sueños seguirán haciéndose realidad.
Gracias por tu comentario querida amiga, así es, la nobleza de compartir es infinita.
Un abrazo grande