Whitering Heights. Cercanías de Londres, Inglaterra, 1858.
Yelena Smirnov-Fairchild contempló la humeante taza de té que tenía delante. La señora Parsons, doncella de su suegro, se lo había servido al mismo tiempo que le comentaba sus beneficios para el embarazo. Agradeciendo sus atenciones, la joven le preguntó cómo estaban las cosas al otro lado de la residencia. La señora Parsons, le dijo que no del todo bien.
Yelena le preguntó qué había pasado. La mujer le dijo que el lykaios había huido. No se sabe si aún deambulaba por la zona o se había dirigido a Londres. La joven se levantó de inmediato; decidida, le pidió a la doncella que le entregara un kukrí de hoja plateada y un arma de fuego con balas de plata. Si la bestia aparecía en las inmediaciones, lo mejor sería estar preparados.
Parsons, preocupada, le pidió prudencia recordándole que estaba en estado avanzado de gestación y que no era prudente enfrentarse a aquella bestia. Yelena apreció su consejo, más no podía seguirlo si se diera el momento. Parsons protestó: "Sir Robert y sir Nathaniel me pidieron expresamente que la evacuara a una zona segura".
"Sé lo que sugirieron, señora Parsons, pero es inútil huir si nos sigue la pista", replicó Yelena con seriedad.
Un ruido las distrajo. A las fosas nasales de Yelena llegó un olor familiar. La señora Parsons le miró, dubitativa; Yelena, quien tenía una mirada más seria, murmuró: "Está cerca... Muy cerca".
Fuente de la imagen: Pexels
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