Reseña de: la boda del heredero.📚📝

in Hive Book Club9 months ago

Screenshot_20230829235346.png
Pequeño estracto del libro:

Vi a Damien, mi novio, con los pantalones hasta la rodilla, mientras arremetía con ímpetu contra una mujer que, con el vestido recogido sobre la espalda, estaba apoyada en manos y rodillas sobre una pequeña banqueta.

Ninguno de los dos miraba hacia la puerta, ambos estaban tan perdidos en su lujurioso acto.

No sé cuánto tiempo pasó, en mi mente no había ideas coherentes, solo podía seguir tomando nota de mi novio de tres años, teniendo sexo desenfrenado con otra mujer en el mismo sitio donde constantemente lo hacía conmigo.

—Damien.

No escucharon. Casi rompo en llanto, me sentía invisible e insignificante, pero cuando le vi asestarle una sonora nalgada y sonreír satisfecho, fue como si me hubiese dado una bofetada.

—¡Damien!

—¡Joder! —exclamó él al mismo tiempo que la chica lanzaba un grito avergonzado y se apresuraba acomodarse la ropa, cosa que mi novio hizo con mucha más calma.

Damien se subió los pantalones y se los abrochó con una lentitud que me hizo delirar de furia. Finalmente le vi el rostro a su amante; Nadine Moreau, hija de uno de los amigos ricos de su padre. La descubrí de rodillas mientras mi novio la tomaba indecorosamente y aun así sonreía con arrogancia.

Entré al estacionamiento del hospital a una velocidad poco prudente, y estacioné en una maniobra que hubiese asustado a mi padre, pero no tenía tiempo para andarme con cuidado.
Bajé de auto sintiendo que el corazón me palpitaba a mil por hora y corrí a toda velocidad. No me detuve a hablar con la recepcionista ni a saludar a Susan, la de mantenimiento, cómo hacía normalmente, en cambio recorrí aquellos pasillos que ya se habían vuelto tan familiares como los de mi propia casa.

Llegué a mi destino, abrí la puerta de un tirón y me detuve en seco justo en medio de aquel cuarto lleno de máquinas y cables en el que había pasado tantas horas de mi último año de vida, y entonces lloré.

Jamás me había detenido a pensar en lo que haría cuando eso sucediera, pero no habría apostado por el llanto; y sin embargo ahí estaba, con manos frías y temblorosas, viendo al hombre que me miraba confundido desde la camilla.

—¿Irina? —mi llanto se intensificó cuando oí la voz de mi esposo después de tanto tiempo.

—Dios, ¡Emmett! —Corrí hacia él y me abracé a su cuello—. Qué alegría que despertaras… Tuve tanto miedo de no volverte a ver.

—¿Irina? —preguntó una vez más, poniéndome alerta de inmediato.
Me separé de él, y posé una de mis manos en su mejilla.

—Sí, Emmett; soy yo. ¿Cómo te sientes? —le pregunté nerviosa.

—La enfermera dice que pasé un año en coma, ¿eso es cierto?

—Me temo que sí —respondí con una mueca—. Tuviste un terrible accidente durante un viaje a los viñedos, saliste disparado del auto y te golpeaste la cabeza contra un muro de contención. Tuvieron que raparte para poder sanar bien tus lesiones —acaricié la zona de su cabeza donde se había producido el peor daño—, pero fue hace mucho… ya volvió a crecer.

—¿Y qué pasa con mamá? —preguntó, desviándonos del tema principal, no queriendo mostrar lo afectado que estaba por lo que acaba de contarle. Me pareció increíble que incluso acabando de salir de una situación tan complicada, siguiera siendo el mismo renuente a mostrar sus sentimientos.

—Tu mamá y tu hermana están en Obernai, se preparan para el aniversario de los viñedos. Y tu hermano… estaba en París, la última vez que supe. —Me encogí de hombros, siempre trataba de no pensar demasiado en él—. Pero ya les avisé a todos, de seguro mañana estarán aquí.

—¿Y por qué no estás con Damien?

—¿Con Damien, dices? —pregunté confundida.

—Sí, si él está en París… ¿Por qué estás tú aquí? ¿Acaso te dejó cuidándome?

—¿Cuidándote? ¿De qué hablas, Emmett?
No pude obtener la respuesta que necesitaba, porque en ese momento un par de enfermeras entraron a la habitación y empezaron a revisarlo a él y a los monitores.

—¿Está todo en orden? —pregunté, aunque algo me estaba dando mala espina, tenía un presentimiento de que las cosas no andaban bien.

—Sí, cuando despertó le hice un par de preguntas personales y respondió sin problemas parece estar lúcido y reaccionó bien a los estímulos. El doctor Giroud está en una operación justo ahora, pero ha sido notificado… Vendrá tan pronto como pueda, de momento estamos monitoreando su actividad cerebral, pues el señor manifestó tener dolor de cabeza.

—Aunque es muy probable que todo eso se deba a al shock de haber enterado de que estuvo inconsciente un año entero —añadió la otra enfermera.

—Claro… Es demasiado para procesar —murmuré, cayendo en cuenta que Emmett se despertaría en una realidad muy distinta a la que dejó un año atrás—. De acuerdo, muchas gracias por avisarme.

—A su orden, señora Lefrevbre —dijeron ambas mujeres antes de seguir con sus labores.

—¿Señora Lefrevbre? —repitió Emmett.
Al girarme otra vez hacia él, lo encontré nuevamente con el ceño fruncido y no pude evitar sonreír, había pasado mucho desde que no veía esa expresión.

—Sí. —Dejé escapar una risita nerviosa—. Admito que aún no logro acostumbrarme.

—Por lo visto me perdí la celebración… ¿Hace cuánto te casaste con Damien? —su pregunta me provocó un vuelco en el estómago.

—No estoy casada con Damien, Emmett. —Mi corazón latía con furia, temiendo por lo que pasaría aunque no terminaba de comprenderlo del todo.

—¿Cómo no? La enfermera acaba de llamarte señora Lefrevbre. —Sonrió con cierta malicia, aquello también lo extrañaba, pero había olvidado lo que se sentía ser víctima de sus encantos—. Parece que por fin lo lograste.

—¿Lograr qué?

—Atraparlo, mi hermano es como un grotesco jabalí salvaje, admito que nunca creí que una lindura como tú pudiera domarlo.

—No lo hice —pronuncié con dificultad, entendiendo un poco lo que estaba pasando… Una cosa terrible.

—¿De qué hablas?

—Sí, soy la señora Lefrevbre, pero no estoy casada con tu hermano.

—¿Entonces, con quién…?

—Contigo, Emmett; me casé contigo. —Frunció el ceño y mostró gran confusión al oírme.

—¿Conmigo? ¿Pretendes jugarme una broma de mal gusto? ¿Cómo Dios me voy a casar contigo si tú eres y siempre has sido la mujer de Damien? —preguntó completamente fuera de sí.

—Pues la verdad es un poco complicado explicarte pero lo que te estoy diciendo es cierto —respondí nerviosa—. Damien y yo hace mucho que no estamos juntos, prácticamente desde que me casé contigo.

—Sigue sin tener sentido para mí, ¿porque me casaría yo contigo?

Me removí quieta en el asiento estábamos con las dos enfermeras en la habitación y no era prudente hablar de las razones reales de nuestro compromiso delante de ellas, en realidad nadie se podía enterar, ese fue parte del acuerdo; pero ahora parecía que Emmett había olvidado todo eso… ¿Qué iba a hacer ahora sí ese era el caso?

El doctor Giroud entró en ese momento y agradecí tener la oportunidad de pensar con claridad unos minutos más. Estuvo revisando los signos vitales de nombre y después de revisar varias veces los aparatos junto a su cama se giró hacia mí para darme una de las peores noticias que me pudo haber dado luego de que mi esposo pasara un año en coma.

—Me temo que podemos estar en presencia de un episodio de amnesia; es bastante común en los pacientes que estuvieron prolongadamente en estado de coma. Tendríamos que hacerle algunos exámenes para asegurarnos que no quede ninguna lesión en su cabeza, pero…

—¿Amnesia? ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Jamás recuperara la memoria? —pregunté al borde de una crisis, eso no me podía estar pasándome a mí.

—Pues la verdad esto es bastante común, señora Lefebvre. Normalmente el paciente va recuperando sus recuerdos con los días, en el peor de los casos duraría un par de meses, pero no puedo darle mayores explicaciones hasta que no se le hagan los chequeos correspondientes.

—Claro, entiendo —asentí llena de nervios.

«¿Emmett con amnesia? Esta tragedia cada vez empeora más», lloré internamente.

—De momento lo único que podemos decir es que es un verdadero milagro tenerte con nosotros —dijo el hombre dirigiéndose a mi esposo y poniendo una mano sobre su hombro, gesto que apareció incomodarle y eso me hizo sonreír, al menos sabía que en esencia seguía siendo el mismo.

El hombre estuvo un rato más en la habitación y luego se marchó diciendo que tenía que presentarle el caso a la junta y cuando estuvimos solos nuevamente la mirada de nombre volvió a posarse sobre mí, pesando toneladas.

—¿Entonces? Estoy esperando la explicación de esta locura —exigió un rato después viendo que yo seguía sin responder.

—Pues ya escuchaste al doctor, al parecer tienes amnesia —murmuré con una sonrisa nerviosa, aunque sabía que no había nada gracioso en la situación.

—Sí, escuché perfectamente —comentó en tono tajante—. Asumiré que por eso no recuerdo nada de lo que me estás diciendo, pero asumiendo también que lo que me dices es cierto, tiene que haber entonces una buena explicación para que yo decidiera hacerlo… así que te escucho.

Di una profunda respiración y traté de armarme de valor siempre se me había hecho complicado sentirme en confianza con él, nunca tuve oportunidad de acostumbrarme, pero ya no quedaba de otra, necesitábamos aclarar todo eso antes de que los demás llegaran.

—De acuerdo Emmett, te contaré lo que pasó… Porque es necesario que nos pongamos de acuerdo antes de que tu familia llegue.

Abrí la boca, mientras mi mente me llevaba un tiempo atrás, cuando mi tranquila vida había sido sacudida por el huracán de los Lefrevbre.

Comuna de Obernai, Francia.
Dos años antes
—Ehm… En serio lo siento, Irina. Pero si no llega en los próximos diez minutos tendrás que irte —anunció Maggie apenada—. Ya intenté conversar con Antoine, pero… ya sabes cómo es.

—Lo sé, en serio lo siento Maggie —Me puse de pie de inmediato, recogí mi bolso y puse una mano sobre su hombro cuando quiso disculparse una vez más—. Tranquila, no pienso meterte en problemas, iré a buscarlo, pero si llega a aparecer por acá… Dile que le estaré esperando en mi casa.

—De acuerdo, se lo diré… En serio lo siento. —Le di un beso en la mejilla y salí del restaurante, hecha una furia.

Crucé la calle y casi sin poder controlar mis temblores de rabia, introduje la llave en la puerta de mi pequeño mini cooper, y emprendí el camino hasta la mansión Lefrevbre.

Me sentía humillada y con ganas de romper en llanto, no solo había tenido que llegar sola al restaurante, sino que había tenido que soportar la mirada despectiva de Antoine, que dejaba muy claro que pensaba que yo no tenía dinero para pagarme una cena ahí, y lo pero era ciertamente no lo tenía; me había presentado al restaurante más importante del pueblo porque Damien me había citado ahí, a su lado nadie me hubiese menospreciado, todos sabían que él pagaría la cena, pero al menos tendrían que morderse la lengua y guardar sus comentarios hacia mí, pues yo era su novia y en esa posición nadie podía tocarme.

Yo no era más que la hija de un simple capataz de bodega en los viñedos, pero era la novia de Damien Lefrevbre, hijo de Olivier Lefrevbre, quien en vida fuese dueño de Lefrev´s , una de las empresas vinícola más importante de toda Francia, la mayor en toda la región de Alsacia. Sus bodegas y viñedos eran los más modernos y productivos de toda la zona, y representaba la principal fuente para las personas de Obernai… Si aquello fuese un reino, los Lefrevbre fuesen la Familia Real.

Eran pocos ahí en el pueblo los que podían presumir de conocerlos o relacionarse con ellos, pero no era mi caso, aunque pertenecía a una familia humilde, el trabajo de mi padre me había permitido pasar toda mi infancia en los viñedos y las bodegas de la familia y fue ahí donde conocí a Damien, el más joven y encantador de todos; a diferencia de su hermano Emmett, él era una fuerza de la naturaleza. Carismático y encantador en todos los sentidos… Me enamoré de él al instante, y por fortuna, al llegar a la adolescencia, la vida me había sonreído y me había hecho merecedora de su afecto.

Mi vida había cambiado en ese momento, no solo tenía al hombre de mis sueños conmigo, sino que empezaron a caer sobre mí lluvias de regalos y atenciones de mi parte. No es que fuese una chica materialista, pero no podía negar que amaba los lujos que estar con él me permitían. Pero aun así, seguía siendo víctima de desprecios como el que me había hecho el inocente de Antoine, un viejo carcamán que se creía que por tener un bonito restaurante, ya era una celebridad.

—Dios Damien —gruñí cuando al entrar en el camino hacia la residencia, ya podía vislumbrar su Ducati de lujo.

Estacioné junto a la fuente y subí los escalones de la entrada a la carrera, toqué el timbre y a los pocos segundos el ama de llaves, apareció ante mí.

—Irina —dijo como todo saludo, la mujer me odiaba.

—Hola, Juliet… Estoy buscando a Damien.

—No está en casa.

—Su motocicleta está ahí —señalé sobre mi hombro.

—Pues entonces debe estar en las bodegas… No lo sé, pero no-está-en-casa. —Su tono impertinente me hizo querer golpearla, como siempre, pero no le daría el gusto, sabía que la familia Lefrevbre solo estaba esperando el más mínimo de mis deslices para pedirle a Damien que me sacara de su vida.

—De acuerdo, iré a buscarlo… Muchas gracias, eres un encanto —respondí en el mismo tono.

La mujer prácticamente me cerró la puerta en la cara, pero no tenía tiempo para dedicarle a la oleada de improperios que había memorizado en su contra en los últimos tres años, necesitaba encontrar a Damien y darle una lección por dejarme plantada esa tarde.

Me acerqué al auto y dejé el bolso ahí, emprendí camino hacia las bodegas, pero a los cinco minutos me incliné para desatarme aquellas incómodas sandalias de tacón que me había puesto para la ocasión, y entonces se me hizo mucho más sencillo caminar.

Normalmente sería una caminata de veinte minutos, pero me tomó solo quince luego de empezar a correr.

Las bodegas eran grandes estructuras de piedra café y terracotas que se ubicaban hacia la zona este de las tierras de los Lefrevbre, de niña me gustaba pensar que era un castillo y yo era la princesa atrapada a la que Damien rescataba tras matar al dragón; en la infancia nos limitábamos a eso, pero cuando fuimos ya mayores, las fantasías fueron tomando nuevos tonos.

Aquel era nuestro lugar de encuentro favorito, había perdido la cuenta de las veces que dejé que me hiciera el amor, entre esos antiguos muros empedrados; la primera vez que me llevó ahí casi no podía moverme de los nervios de ser encontrados, pero con el tiempo fui perdiendo la vergüenza y entregándome por completo. Sonreí por los recuerdos, Damien siempre había sido un amante entusiasta y habilidoso, y pese a estar furiosa con él, de pronto solo quería encontrarlo para reconciliarnos en aquel lugar.

Pero mis planes iban a ser truncados drásticamente, porque mientras me acercaba a la zona sur de la bodega, empecé a escuchar ruidos extraños desde el interior de aquel pequeño depósito. Abrí cuidadosamente la puerta y entré sin hacer ruido, dejando que mis ojos se fuesen acostumbrando a la penumbra y dirigiéndome hacia la luz amarilla de lo que parecía ser una lámpara de aceite.

Cuando finalmente estuve ahí, mi corazón sufrió el primero de los letales golpes de esa noche.

Vi a Damien, con los pantalones hasta la rodilla, mientras arremetía con ímpetu contra una mujer que, con el vestido recogido sobre la espalda, estaba apoyada en manos y rodillas sobre una de las pequeñas banquetas que usaban los trabajadores del lugar. Ninguno de los dos miraba hacia la puerta, ambos estaban tan perdidos en su atractivo acto que me permitieron quedarme ahí, observándolos, presa del shock.

No sé cuánto tiempo pasó, en mi mente no había ideas coherentes, solo podía seguir tomando nota de mi novio de tres años, teniendo eso desenfrenado con otra mujer en el mismo sitio donde constantemente lo hacía conmigo.

—Damien.

No escucharon, mi voz era apenas un susurro que se perdía entre los escandalosos gemidos que emitía la chica con cada estocada que le plantaba él. Casi rompo en llanto, me sentía invisible e insignificante, pero cuando le vi asestarle una sonora nalgada y sonreír satisfecho, fue como si me hubiese dado una bofetada.

—¡Damien!

—¡Dios! —exclamó él al mismo tiempo que la chica lanzaba un grito avergonzado y se apresuraba acomodarse la ropa, cosa que mi novio hizo con mucha más calma.

Damien se subió los pantalones y se los abrochó con una lentitud que me hizo delirar de furia. Miré primero a uno y luego al otro, finalmente le vi el rostro a su amante; Nadine Moreau, hija de uno de los amigos ricos de su padre, una rubia inocente y mimada que siempre me había tratado como inferior a ella, justo como lo hacía en ese momento, la descubrí de rodillas mientras mi novio la tomaba indecorosamente y aun así sonreía con arrogancia.

—Irina… No imaginé que fueses a estar aquí —comentó Damien acercándose, pero levanté una mano para que se detuviera.

—No, claro que no. Porque muy inteligentemente me citaste en el restaurante más alejado de este punto —le dije con furia.

—Dios, cierto… Lamento dejarte plantada.

—¿Lamentas dejarme plantada? ¡¿Te encuentro teniendo eso con otra mujer y lo único que vas a decirme es “lamento dejarte plantada”?! —exclamé fuera de mí.

—Las cosas se me salieron un poco de control, no era así como pretendía hacer esto, pero bueno… dado el fin, supongo que no importa cómo ocurra. —Se encogió de hombros y rió con ironía.

—¿De qué hablas, Damien? ¿Qué fin?

—Nuestra relación, Irina —dijo antes de resoplar y entornar los ojos—. Te cité en el restaurante para terminar contigo, me casaré con Nadine.

Mis labios temblaban al igual que mis manos, sentía que mi alma quería dejar mi cuerpo… Huir de ahí, pero al mismo tiempo necesitaba quedarme y entender qué estaba pasando.

—¿Cómo que te vas a casar con ella? —logré articular.

Damien se encogió de hombros y se rascó la sien, el hecho de que estuviese actuando como si le hubiese encontrado simplemente viendo algún video obsceno en lugar de teniendo eso, estaba catapultando mi enojo.

—Pues… La situación en la familia ha cambiado, Irina.

—¿Cómo que ha cambiado? ¿De qué hablas? ¿Tu madre te ha pedido que me dejes? ¿Tu hermano? —Mi voz se quebró un par de veces, pero me negaba a llorar frente a ellos.

Una parte de mí se sentía humillada por el hecho de que, en un abrir y cerrar de ojos, había dejado de lado su evidente infidelidad, preocupándome solo por el hecho de que me estaba dejando. Mi orgullo estaba siendo pisoteado no solo por ellos, sino por mi propia desesperación de no perder al hombre de mis sueños.

—Tengo que hacerlo por la empresa, nena… Estoy a nada de quedarme con todo. ¿Te imaginas? Yo, al mando de las industrias Lefrev´s —exclamó emocionado.

—No te entiendo, Damien. Eso no tiene ningún sentido, tu hermano es el mayor, a él es a quien le corresponde tomar las riendas de la empresa.

—Sí, claro; pero Emmett no se ha casado aún —siguió en el mismo tono, como si eso me diera alguna explicación.

—¡¿Y eso qué?! ¡¿Qué tiene que ver que tu hermano no esté casado aún con que me fueras infiel, y quieras dejar para casarte con otra?!

—El testamento de mi padre, ¡eso! Papá estipuló que si Emmett no se ha casado para los treinta, entonces las empresas pasarían a ser mías… solo que yo también debo haberme casado para entonces o también las perderé.

—Emmett cumplirá treinta el próximo mes —susurré, entendiendo lo que decía.

—¡Exacto! El hombre no tiene ni novia… así que ya soy en teoría dueño de todo, solo debo casarme.

—Pero… Tu hermano… Creí que hacía un buen trabajo dirigiendo las empresas.

—Sí, claro, pero nada de eso importa si no cumple con el requisito de mi padre, fue muy específico en eso, ¿entiendes?

—Sí, supongo que eso lo entiendo, pero… si lo que necesitas es casarte, ¿por qué ella? —Señalé a Nadine, que ahora se sentaba de piernas cruzadas en la banqueta, aun mirándome con superioridad.

—Mi primera gran movida de negocios, claro está. Nadine es la heredera del mayor fabricante de Champagne de Francia, casarnos representa la unión de las más grandes empresas del país, seremos una potencia.

—Entonces… Has preferido casarte por conveniencia que por amor —susurré dolida, siempre había sabido que Damien era ambicioso, pero siempre lo vi como un punto a favor. Quise creer que su ambición le haría querer crear algo por su cuenta, ser tan exitoso como su padre, quizás ocupar algún cargo junto a su hermano, no que tornaría todo en codicia.

De pronto su risa me hizo volver el rostro hacia él.

—¿Qué ocurre?

—Vamos, Irina… ¿Amor? El amor no es importante para mí, y lo de nosotros no era amor, nena. A ti te gustaba el estatus que yo te daba, y a mí me gustaba jugar contigo, eso era todo, no te engañes. —Rechiné los dientes al oírlo—. Además, necesito una dama que pueda estar a la altura de mi lugar, y tienes que reconocerlo, nena… Tú no eres apta para eso.

—¿Soy muy poca cosa para ti? —pregunté, hablando ya desde la bilis. Herida y humillada, sentía que ya no quedaba nada dentro de mí.

—Nunca dije eso, Irina, pero…

—¡Solo mírate! —exclamó Nadine con voz burlona—. Tienes puesto un lindo vestido, pero estás descalza y sudorosa, no creo que nadie pueda llamarte una dama, nadie podría llevarte a una gala y estar orgulloso de ti.

—Vamos, Nadine… No hay necesidad de ser tan bruscos con ella —le dijo Damien, mirando sobre su hombro, la mujer entornó los ojos, pero yo aproveché esa distracción para salir huyendo del depósito.

La noche ya había caído por completo, todo estaba a oscuras, salvo por el sendero que había usado para llegar ahí. Tiré las sandalias al suelo y empecé a correr. Las luces de un auto iluminaron mi espalda de pronto, pero yo no dejé de correr, apresuré el paso aunque sabía que no serviría de nada, pero temía que fuese Damien, no quería volver a verlo.
Tropecé con una piedra en la que no reparé y caí de bruces sobre la tierra rojiza, antes de escuchar el chirrido de los neumáticos.

Cuando empecé a oír los pasos acercándose a mí, empecé a llorar desconsolada, sabiendo que no podía quedar más en ridículo… Me había torcido un pie; no solo me había engañado y me había dicho que yo no era digna de casarme con él, sino que ahora tendría que dejar que Damien y Nadine me llevaran de vuelta al pueblo.

—¿Te lastimaste? —me incorporé en un movimiento sobre el suelo al oír la voz del hombre que se paraba ante mí.

—¿Emmett? —susurré, intentando limpiarme la tierra de la cara, pero al mezclarse con mis lágrimas se había vuelto una pasta asquerosa. Debía tener el rostro cubierto de lodo—. ¿Qué haces aquí?

—¿Puedes levantarte? —preguntó una vez más, ignorando mi pregunta.

Así era Emmett Lefrevbre, un hombre autoritario que no permitía que nadie le pasara por encima, él era siempre el que hacía las preguntas y si no… decidía cuándo responderte; no me quedó de otra más que sacudir la cabeza, negando… resignándome a que parecía ser mi destino quedar en ridículo frente a esa familia.

—Creo que me torcí el tobillo —murmuré.

Él se agachó junto a mí y examinó mi pie, lo movió de un lado a otro con cuidado y luego me tomó en brazos para subirme a su camioneta. Cerró la puerta junto a mí y mientras rodeaba el auto, las lágrimas empezaron a salir otra vez, ¿cómo le explicaría eso a mi padre?

—No quiero ir a casa —sollocé, ya no me importaba humillarme, no podía estar más abajo.

—No planeo llevarte a casa aún —fue todo lo que dijo antes de poner el vehículo en marcha.

Una hora después, nos encontrábamos en un pequeño aparcadero a un lado de la vía cerca de la iglesia, una zona poco transitada a esas horas. Emmett había hecho una parada en una pequeña tienda del pueblo y había comprado unos antiinflamatorios, toallas húmedas, un par de bolsas de guisantes congelados y un gran suéter de esos que se les vendía a los turistas.

El suéter me ayudaría a ocultar mi vestido sucio, él me ponía las bolsas de guisantes sobre el tobillo para ayudar con la inflamación mientras yo me limpiaba la cara con las toallas. Estaba sentada sobre el capó de la camioneta, agradeciendo la fría brisa que nos golpeaba en ese momento.

—Así que… Pretende quedarse con la empresa —murmuró Emmett, apoyando su cadera contra el parachoques.

—Increíble —resoplé entre una risa cínica—. ¿De todo lo que te dije, eso fue lo único que escuchaste?

—Escuché todo, pero eso es lo único que me afecta directamente. —Me miró y tuve que reconocer que tenía razón.

De entre todas las personas del mundo, si había alguien a quien no le importaba si Damien me había engañado, era a él. Emmett se caracterizaba por ser poco empático y brutalmente honesto.

—Buen punto… Sí, dijo no sé qué cosa sobre el testamento de tu padre y que él ya casi tiene la empresa en sus manos porque tú no te has casado. ¿Es en serio eso?

—¿Qué cosa?

—¿Te pueden quitar la empresa por eso?

—Sí, papá fue muy claro en esa cláusula. Él formó y manejó la empresa apoyándose en su familia, quiere que se mantenga así, creía que un hombre sin familia pierde el rumbo muy fácil.

—Tu papá era un hombre sabio —murmuré—, pero sinceramente dudo que una familia vaya a ayudar a Damien, apostaría a que llevará la empresa a la ruina y perderá todo el dinero en casinos y mujeres.

—Sí, yo también lo creo. Mi hermano no heredó la inteligencia de mi padre, en cambio sí heredó la ambición descontrolada, solo que la está orientando muy mal —Rió en medio de un resoplido—. Creo que alguien debe darle una lección, y se me ocurre una bastante buena.

—¿Cuál?

—Casarme antes de los treinta.

—Claro, eso sería genial, solo olvidas un pequeño detalle, señor “yo soy más listo que mi hermano”.

—¿Qué no tengo prometida?

—Exacto.

—Pero tengo a alguien en mente, creo que sería la mejor esposa para mí.

—¿Y quién es esa afortunada señorita?

—Una mujer que conoce mi situación, y no pondría “peros” para una boda rápida y sin grandes festejos. Quizás la que fuera novia de mi hermano, esa a la que él dejó por una que consideró más digna, y que esté deseosa de vengarse de él —respondió mirándome con fijamente, mientras yo abría los ojos de par en par ante su propuesta.

Hospital Universitario Pitié Salpêtrière.
Distrito 13, París, Francia.
Presente

Emmett mantenía los ojos fijos en mí, pero tenía la mirada perdida, por lo visto le había dado mucho en qué pensar.

Yo estaba muerta de nervios mientras esperaba a que dijera algo, pero aun así me pareció increíble que, pese a solo estar vistiendo una insípida bata de hospital, siguiera viéndose tan intimidante como cuando residía alguna de las juntas, esas que solía presidir antes del accidente.

—Así que… Lo hicimos para poder quedarme con la empresa. —Comentó finalmente, y aunque no era una pregunta, yo decidí asentir.

—Sí, nos casamos ese fin de semana… Nadie pudo refutar nada.

—¿Y mi familia lo aceptó así sin más? —preguntó incrédulo.

—No, obviamente Damien enloqueció de rabia, quiso desestimarlo todo, pero… Era un matrimonio real… legal. Tu mamá no hizo el mismo drama, pero sí nos abordó en privado, por separados, pero… tal y como tú habías planeado, ambos le dimos la misma versión: siempre habíamos sentido algo el uno por el otro, pero Damien estuvo siempre en el medio, cuando ya no fue así… Nos escapamos al día siguiente a Estrasburgo, fuimos al Registro Civil y estuvimos casados para el fin de semana. Teníamos tres semanas de casados para cuando cumpliste los treinta. No pareció conforme, pero nos dejó estar.

—¿Y ya? —siguió burlándose.

—No, claro que no. Damien le dijo a todos lo que había pasado entre nosotros, que yo solo buscaba venganza y que tú solo tratabas de mantener el control de la empresa. Vivimos en el ojo del huracán durante meses, todo era un caos, murmuraban a donde quiera que íbamos, Damien y Nadine procuraron hacerme la vida imposible desde que descubrieron que tras un divorcio también había una clausula similar en el testamento. Así que tomamos la decisión de irnos de la mansión Lefrevbre y compramos una casa en Estrasburgo, eso nos dio algo de paz, pero… A los pocos meses…

—Tuve el accidente —concluyó él mientras yo asentía—. ¿Qué me pasó?

—Habías pasado el fin de semana en el pueblo, supervisabas la cosecha. Cuando venías de regreso… Tu auto perdió el control, caíste por una ladera... atravesaste el cristal y diste contra un muro —Los labios me temblaron al recordar el estado en el que había llego al hospital, cuando lo vi pensé que ya estaba muerto—. Reaccionaste un par de veces esa primera semana, luego nada… Después abriste los ojos el mes siguiente, luego nada otra vez… Tuviste un paro respiratorio una vez, creímos que morirías. —Sollocé una vez más.

—¿Por qué te quedaste? —pregunto él un minuto después—. ¿Sientes lástima por mí?

—¡No! —le aseguré de inmediato—. Me quedé porque soy tu esposa.

—Sí, sí… Ya ese cuento no escuché —gruñó otra vez—. Entendí lo que obtuve a cambio de mi libertad, y creo que puedo entender lo que tú ganaste, pero… Si ya estaba medio muerto… ¿Por qué quedarte?

—Ya te lo dije, me quedé porque soy tu esposa. Quizás no nos casamos por amor, pero yo firmé un papel que me obliga a estar contigo en las buenas y en las malas… me comprometí con eso, y he procurado hacerlo cada uno de estos días.

—Claro, siempre has sido una chica buena, no me sorprende, pero insisto… Ya estaba prácticamente muerto, ¿por qué quedarte? ¿Qué más esperas obtener?

—¿Obtener? —pregunté ofendida, cayendo en cuenta de otra cosa que había dicho un minuto antes—. ¿Y a qué te refieres con “puedo entender lo que ganaste”?

—Oh, vamos, Irina… Siempre has sido una niña buena, pero detestabas ser pobre… Eso todos lo sabíamos. Sí, estabas muy enamorada de Damien, pero parte de ese amor se debía a que él era rico. Un día la perdiste y al siguiente estabas huyendo a Estrasburgo a casarte con su hermano.

—¿Me llamas oportunista?

—Solo me baso en los hechos —siseó—. Tú y yo ni siquiera nos agradábamos, me temías y ¿de pronto aceptas casarte conmigo? Es confuso.

—¿Qué es lo que te parece confuso?

—¿Por qué aceptaste?

—Porque ofreciste cuidar de mí —admití enfadada y avergonzada—. Luego de lo que me hizo Damien, iba a ser el hazmerreír del pueblo, tú prometiste devolverme la dignidad que había perdido esa noche, pagaste mis estudios y el tratamiento de papá, y una vida de lujos… claro —concluí con amargura.

—Mi muerte te hubiese dejado una gran suma.

—Jamás deseé tu muerte, no te atrevas a acusarme de algo así.

—Vaya… Veo que te has hecho más dura —sonrió con burla—, en el pasado jamás me hubieses hablado así.

—He tenido que hacerme más dura. He tenido un año entre visitas al hospital y lidiar con tu familia —ladré con rencor, después de todo lo que había tenido que pasar, no podía creerme que me acusara de todo eso, pero una parte de mí intentaba entender su desorientación.

—Y aun así… Aquí estás. Lo que quiero decir, Irina, es que, incluso si me dejabas… al morir te correspondería tu parte, ¿por qué sigues aquí?

Me removí en mi asiento y sentí que el calor abandonaba mi cuerpo. Emmett no era inocente, jamás lo había sido, y ni el tiempo en hospital ni la amnesia temporal borraría esa característica tan arraigada en él, incluso bajo esa situación podía adivinar que algo más que nuestro matrimonio me motivaba, y sabía que eventualmente lo descubriría, no pretendía ocultárselo, pero no se lo diría ahora, tenía que esperar fuese el momento adecuado.

Sí, tenía mis propios motivos, mucho más importante que la empresa y que el mismo Emmett, Damien seguía con sus ojos puestos sobre la presidencia de Lefrev´s , pero no lo permitiría. En parte porque me pareció una canallada, una bajeza incluso para él que intentara aprovechar la condición de su hermano para llegar al poder, cuando se atrevió a mencionar la opción de desconectarlo… rocé la locura.

Sacudí la cabeza, tratando de sacar el rostro ensangrentado de Damien de mi cabeza, y todo el absurdo remordimiento que venía con ello… se lo merecía, merecía lo que le hice y mucho más. Y desde entonces había procurado estar siempre en el medio de su camino, no le permitiría ganar, la empresa ya no le pertenecía ni siquiera si Emmett moría… y no estaba dispuesta a ceder eso, pero para eso era necesario que él recuperar la memoria rápido.

—Porque seguimos bajo la mira del cañón, Emmett —decidí responder, siendo esta una verdad y una mentira a partes iguales.

Ya nadie podía darle vuelta atrás al reloj, nuestro matrimonio era real, estaba consumado y se encontraba asegurado para la posteridad, ya con eso no tenían nada en nuestra contra. Pero por la condición médica de Emmett había tenido que ceder muchas cosas, y si para cuando llegaran los demás, él seguía refutándome cosas en lugar de mostrar un frente unido conmigo, que había sido nuestra estrategia… todo se derrumbaría.

—Tienes que entender que yo no soy el enemigo, Emmett… Son ellos, es Damien.

Él suspiró y apartó la mirada, se pasó la mano por el cabelló y con ojos nublados se dejó caer hacia atrás. Me levanté de un salto y corrí hacia él.

—¿Te sientes mal?

—Siento que la cabeza me explotará… Todo esto es una locura.

—Lo sé.

—No, ¡no lo sabes! —exclamó furioso—. ¿Cómo podrías saberlo? Tú no perdiste un año de tu vida en coma, ni te despertaste para enterarte que te casaste con la exnovia de tu hermano, ¡¿qué más me perdí?! —Esa pregunta fue una puntada en mi corazón, pero no era el momento.

—Poco a poco irás poniéndote al día, debes…

—¡Emmett! —me giré al oír la voz a mi espalda.

Paradas frente a la camilla estaban Gioconda y Paulette, madre y hermana de Emmett, ambas tenían labios temblorosos y ojos llorosos, anonadadas por lo que estaban viendo.

—¡Hijo mío! Estás vivo —exclamó la mujer corriendo hacia él y lanzándose a abrazarlo—. No sabes lo destrozada que me tenía verte postrado en esta cama.

—Hola, mamá… Hola, Pau —dijo, mirando a su hermana.

—Hola, gruñón… ¿Cómo te sientes? —saludó ella al borde del llanto.

—Confundido, sorprendentemente cansado... Conmocionado —respondió él suspirando.

—No es para menos —Sonrió Paulette—, un año en coma no es juego, tienes mucho con lo que ponerte al día. Ni siquiera has conocido al pequeño Elliott, ¿dónde está, por cierto?

Me puse fría al instante, y Emmett frunció el ceño.

—¿Elliott? ¿Quién es Elliott? —preguntó confundido.

—Tu hijo, por supuesto. Así llamó Irina al niño, es una lástima que te perdieras su nacimiento —respondió su Paulette, sin saber de la amnesia de su hermano.

Miré a Emmett al mismo tiempo que él volteaba hacia mí, respiraba con pesadez y parecía tranquilo, pero yo había aprendido a conocerlo, y en sus ojos pude ver cómo el infierno empezaba a arder una vez más, supe que me haría pagar por haberle ocultado eso.

94c55c4b44532d8eeb6667c4ec18d323.jpg

Holaaaaaa amigo de colmena soy @deanjelly y le vengo a hablar sobre este libro, según mi opinión personal es muy buen libro, te atrapa desde el principio así que eso me gusta, los personajes tienen personalidades muy bien desarrolladas así que no es como que todos actúan igual, creo que es un libro interesante que les puede gustar así que lo recomiendo al cien busque lo este es solo un pedacito del libro, pero les aseguro que no se van a arrepentir de leerlo, besooooos Dean.✨🌸

Sort:  

Has sido votado por

PROYECTO ENLACE

'Conectando Ideas y Comunidades'

PROYECTO ENLACE es un proyecto de curación de habla hispana enfocado en recompensar contenido de calidad y apoyar autores en su proceso de crecimiento en HIVE.

Creemos y apostamos por el futuro de esta gran plataforma, y estamos muy emocionados de poder hacerla crecer junto a esta comunidad. Así que te invitamos a publicar en nuestra COMUNIDAD y estar atento a todas las actividades que tenemos preparadas y que estaremos publicando en breve.

¿QUIERES AUTOMATIZAR TUS GANANCIAS DE CURACIÓN? SE PARTE DEL PROYECTO ENLACE APOYANDO A NUESTRO TRAIL EN HIVE.VOTE INGRESA AQUÍ PARA CONOCER LOS DETALLES.

¿QUIERES INVERTIR ENLACE? DESCUBRE COMO HACERLO Y GENERAR INGRESOS DE FORMA SEMANAL MEDIANTE TU DELEGACIÓN DE HP AQUÍ TE EXPLICAMOS COMO.

Te invitamos a participar en nuestro servidor de Discord: https://discord.gg/3S9y7BbWfS

Atentamente

EQUIPO ENLACE 2023

Hey @deanjelly great review but it would be a lot more appreciated if you could also comment on others too!

Me hubiera gustado más saber sobre tu opinión acerca de este gran libro 📕😉. Y más sobre los personajes y un resúmen de su historia, pero ahora con este corto fragmento del libro me has dejado con mucha más intriga de lo que acontece después 🤭🤭🤭 espero sea bueno. Saludos y gracias por publicarlo @deanjelly