¿Alguna vez te has puesto a pensar en todo lo que sentimos? Amor, odio, felicidad, tristeza... ¡Un sinfín de emociones que nos revuelven por dentro! Y cada una de ellas tiene su propia química, su propia fiesta de hormonas que nos hace actuar de una manera u otra. Pero, ¿qué pasa con el placer?
A mí, siempre me ha fascinado el tema del placer. ¿Por qué nos gusta tanto sentirnos bien? ¿Por qué hay cosas que nos producen más placer que otras? Y lo más importante, ¿por qué a veces nos sentimos culpables por disfrutar?
Claro, hay que saber diferenciar entre el placer y la felicidad. La felicidad es un estado de ánimo más duradero, mientras que el placer es una emoción más intensa y pasajera. Pero ambos están conectados, y el placer puede ser un camino hacia la felicidad.
A lo largo de mi vida, he aprendido que el placer se encuentra en los lugares más inesperados. Puede ser un abrazo de un ser querido, una caminata por la naturaleza, una buena conversación, o simplemente el hecho de estar presente en un momento especial.
Es un sentimiento tan rico, tan intenso, que nos hace sentir vivos. Ya sea el placer de comer un chocolate, de sentir el sol en la piel o de... bueno, ya sabes.
El placer es como una droga natural que nuestro cuerpo produce, y que nos hace sentir bien, ¡muy bien! Sin embargo, a pesar de ser algo tan natural y humano, el placer sigue siendo un tema tabú en muchas sociedades. ¿Por qué? Porque asociamos el placer, sobre todo con el ámbito sexual, con cosas malas, con pecado, con culpa. ¡Y eso es una tontería! El placer es una parte fundamental de nuestra vida, y negarlo es negar una parte de nosotros mismos. A mí no me da pena admitir que me encanta ese sentimiento, que hace parte de nuestra vida y es un privilegio al final sentirlo, ya que con él viene acompañada esa felicidad, que aunque sea momentánea no deja de ser deliciosa.
Claro que hay que ser responsables. No se trata de vivir solo para buscar el placer a cualquier precio, sino de disfrutarlo de manera consciente y saludable. Pero tampoco hay que reprimir ni sentirnos culpables por sentirlo.
El placer no es solo físico, también es mental. Hoy en día valoro todo aquello que me provee ese placer que muchos buscan y pocos valoran.
En mi caso, escuchar música me genera placer. Una buena letra y ritmo pueden hacer cambiar mi día de forma instantánea. Pasar tiempo con las personas que quiero también me genera placer, y uno indescriptible. Que una persona tome de su tiempo y lo invierta en mí (ufff), en dedicarnos ese espacio para una buena conversación, debatir de temas llenos de reflexión o simplemente el hecho de compartir me genera un placer enorme, y si a esto esto le sumamos un buen café, puede ser para mí, una de las cosas más maravillosas en un mundo tan congestionado...
Todas estas actividades me proporcionan placer y me hacen sentir bien. Y eso es algo que trato de cultivar y disfrutar al máximo.
El placer está conectado con nuestra salud. Cuando disfrutamos de las cosas simples de la vida, nuestro cuerpo libera endorfinas, que son hormonas que reducen el estrés y aumentan la sensación de bienestar. Así que, además de ser divertido, ¡el placer también es bueno para nuestra salud! Entonces, conversa y si no quieres conversar, pues haz aquello que te haga sentir bien, ¡no pierdas tiempo y siente placer!
No quería terminar este escrito sin hablar del placer sexual, un tabú que me cuesta entender. Siempre me ha sorprendido cómo una sociedad tan avanzada pueda tener tantos prejuicios alrededor de algo tan natural y hermoso como el sexo. Es como si hubiera una especie de miedo a explorar nuestra propia sexualidad, a disfrutar de ese baile de cuerpos y almas. ¿Por qué sentimos culpa al entregarnos a alguien que amamos? ¿Por qué no celebramos el placer que nos brinda esa conexión íntima? Para mí, el sexo es mucho más que un acto físico. Es una forma de comunicación profunda, una manera de unirnos con otra persona en un nivel más allá de las palabras.
Personalmente, me encanta perderme en la suavidad de una caricia, en la intensidad de una mirada, esas miradas que hablan más que mil palabras. Esos momentos en los que el tiempo se detiene y solo existimos tú y yo (mi persona amada). El sexo es un viaje sensorial que nos lleva a lugares desconocidos y nos hace sentir vivos. Y, sin embargo, a menudo nos sentimos avergonzados de hablar de ello. Es hora de romper esos tabúes y celebrar nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. Porque, al fin y al cabo, el sexo es una parte fundamental de lo que somos.
Entonces, hoy podemos aprender algo muy importante y es: Dejar de lado los prejuicios y disfrutar de la vida. El placer es un regalo que tenemos todos, y sería una pena no aprovecharlo. ¡Así que vamos a celebrar el placer, en todas sus formas! Y mientras, te invito a escuchar la canción de Alexander Pires titulada “cuando acaba el placer”, que irónicamente me causa placer escucharla. Una joya musical.
Bye
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El equilibrio entre el hedonismo y ascetismo tiene una línea delgada y es hacia donde el ser humano se dirige para encontrarse consigo mismo porque, independiente a... busca una balanza constante dentro de sí, dentro de ese Marqués de Sade o de ese Schopenhauer interno que tenemos dentro.
El sexo da placer eso es innegable, sin embargo, también llega a hartar (como todo aquello que conseguimos para obtener bienestar y así tapar orificios del corazón relacionados con la pasión, el amor, la pareja, la vida), y más si existen desconexiones almáticas que no se han arreglado, cuentas sin saldar y un presente algo revuelto. Suele decir mi marido que a través del sexo no se pueden solucionar los vacíos existenciales, sino que la persona se sigue hundiendo más en sus arenas movedizas hasta que aparecen los estados depresivos, como mínimo.
Considero que el sexo en sí mismo, aquel que produce segundos de orgásmicos que luego se van, no es el que da la conexión profunda porque es algo fisiológico, corporal, natural, hormonal, efímero, sino que son aquellas las emociones, deseos, y sentimientos vertidos dentro de la esfera de ese tipo de placer los que nos generan bienestar y ganas de más encuentros de intimidad con el ser amado.
Creo que los tabúes acerca sexo siempre existirán en la media de la sociedad (con excepción —como suele decir mi mamá—, de quienes trabajan en la industria del porno y el trabajo sexual consentido), sobre todo porque como seres humanos preferimos conservar la intimidad guardada en un cajón para que sea el postre solo entre dos.
De nosotros depende dar —sin recelo ni vergüenza—, un punto de vista desde la experiencia para quien nos pregunte o confíe algún asunto de índole sexual, y, si no se puede resolver la duda o problema por consejo empírico hasta de Google, recomendar a un especialista en el área de la sexología no está de más.
Me gustó tu reflexión sobre los placeres de la vida, yo también los disfruto.
Gracias por la recomendación musical y por la oportunidad de compartir unas palabras contigo.
Saludos.
Recuerdo que uno de los temas de teología moral es precisamente el placer y su moralidad, jajaja, en este sentido debemos valorarlo más ya que sin él ni siquiera lo actos más buenos tienen sentido, ya que si no hay placer, seríamos más unas máquinas que unos seres humanos, es por ello que los placeres honestos (también los sexuales) son moralmente buenos si nos ayudan a alcanzar esa felicidad que anhelan nuestros corazones.
!PIZZA
!QUEEN
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Y creo que es humana la búsqueda de la felicidad, a través de placeres auténticos. Al final se complementan