Solar panels - Paneles solares

Fuente

Almost all his life he devoted himself to maritime affairs, he began at a very young age in the maintenance of ships to pass after some time and thanks to his ability and dedication to being general foreman of modern floating docks that were stationed on one side of the bridge that unites the Federal Capital with the city of Avellaneda. He then started his own maintenance company and ended up working for a single client for several years.

That person was my father.

In the early years of the 21st century, already retired, he still maintained a relationship with ships, in fact, he could never retire completely. This is how one day it appeared with three solar panels, somewhat deteriorated by water and the passage of time, one of them was even a little swollen as if it had some humidity inside. In that incomprehensible web of glass outside and some conductive material inside.

The panels had belonged to a buoy, one of those that demarcate the access channel to the difficult port of Buenos Aires, complicated by the low draft and maintained by dredging the bed permanently, the one that collects all the sediments dragged by the magnificent and very long Paraná and that cause the Río de La Plata to have a shallow depth, although it may not seem like it, due to how wide it is.

I have gone fishing many times in boats in the Río de la Plata, the river “color of the lion”; They call it that way because of that light brown hue that its waters present, like the shade of fur of that butcher mammal king of the jungle. Being in the middle of the watercourse it looks like a sea, only on clear and radiant days you can guess the coasts of Argentina and Uruguay by some tall building or the reflection of the sun in the glass of the coastal buildings. This is how wide and intimidating it is, however depending on the area, we could jump into the water and we would be surprised that we can walk, it is a giant but shallow stretch of water.

That is why cargo ships and oil tankers can only navigate within a dredged and marked channel, red to port and green to starboard; world-renowned colors for maritime demarcation and traffic. Those colors are also used by boats and unequivocally show whether they are coming or going.

The beacons that mark the river have lights in the colors I mentioned and they turn on and off at certain intervals. The system that keeps them on works with batteries that solar cell panels charge permanently. The system is quite old, although this comes as a surprise to many.

For several years the panels that my father brought home remained wrapped in newspaper and forgotten in the darkest and most remote corner of a closet, even more so after his death. But like everything else, looking for something else, I came across them and the first thing that occurred to me was to use them, for this there is nothing better than my friend Mario's boat. I took them there and we installed them on top of the roof of his beloved old wooden Parodi. As I said they were run down and only served to help us learn something about that technology, we were able to slowly charge a small battery for some time, until we realized that the efficiency of those old, fat and heavy hulks would not give us what we needed.

I had a hard time throwing them away, after all they were a memory of my father.

Casi toda su vida se dedicó a asuntos marítimos, comenzó de muy joven en el mantenimiento de buques para pasar luego de algún tiempo y gracias a su capacidad y dedicación a ser capataz general de unos modernos diques flotantes que se encontraban estacionados a un costado del puente que une la Capital Federal con la ciudad de Avellaneda. Luego fundó su propia empresa de mantenimiento y terminó trabajando para un único cliente por varios años.

Esa persona era mi padre.

En los primeros años del siglo XXI ya jubilado aún mantenía relación con los barcos, de hecho jamás pudo retirarse del todo. Así fue como un día apareció con tres paneles solares, un tanto deteriorados por el agua y el paso del tiempo, uno de ellos incluso estaba un poco hinchado, como su tuviera algo de humedad en su interior. En esa telaraña incomprensible de vidrio exterior y algún material conductor en el interior.

Los paneles habían pertenecido a una boya, de esas que demarcan el canal de acceso al difícil puerto de Buenos Aires, complicado por el escaso calado y mantenido a fuerza de dragar permanentemente el lecho, ese que recoge todos los sedimentos que arrastra el magnífico y larguísimo Paraná y que provocan que el Río de La Plata tenga una escasa profundidad, aunque no lo parezca, debido a lo enormemente ancho que es.

He ido a pescar muchas veces en embarcaciones al río de la Plata, el río “color de león”; le dicen así por esa tonalidad marrón clara que presentan sus aguas, como la tonalidad de pelambre de ese mamífero carnicero rey de la selva. Estando en medio del curso de agua parece un mar, solo en días claros y radiantes se puede adivinar las costas de Argentina y Uruguay por algún alto edificio o el reflejo del sol en los vidrios de las construcciones costeras. Así de ancho e intimidante es, sin embargo dependiendo de la zona, podríamos lanzarnos al agua y nos llevaríamos la sorpresa de que podemos hacer pie, es una gigante extensión de agua pero poco profunda.

Es por eso que los barcos cargueros y petroleros solo pueden navegar por dentro de un canal dragado y balizado, rojo a babor y verde a estribor; colores mundialmente reconocidos para la demarcación y tráfico marítimo. Esos colores también son utilizados por las embarcaciones y muestran inequívocamente si van o vienen.

Las balizas que demarcan el río tienen luces con los colores que mencioné y se prenden y apagan a intervalos determinados. El sistema que las mantiene encendidas funciona con baterías que paneles de celdas solares cargan permanentemente. El sistema es bastante antiguo, aunque esto sea una sorpresa para muchos.

Durante varios años los paneles que mi padre trajo a casa permanecieron envueltos en papel de diario y olvidados en el más oscuro y alejado rincón de un armario, más aun luego de su fallecimiento. Pero como todo, buscando otra cosa me topé con ellos y lo primero que se me ocurrió fue utilizarlos, para ello nada mejor que el barco de mi amigo Mario. Allí los llevé y los instalamos arriba del techo de su viejo y querido Parodi de madera. Como dije estaban deteriorados y solo sirvieron para que aprendiéramos algo sobre esa tecnología, pudimos cargar lentamente una batería pequeña durante algún tiempo, hasta que nos dimos cuenta que la eficiencia de esos antiguos, gordos y pesados armatostes no nos daría lo que necesitábamos.

Me costó tirarlos a la basura, después de todo eran un recuerdo de mi padre.

Las fotografías son de mi propiedad excepto las que menciono la fuente.
The photographs are my property except those mentioned by the source.

Héctor Gugliermo
@hosgug