Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. 3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Juan 15:1-8 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

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A mis amigos lectores, hoy les comparto un tema de interés, sobre la gran necesidad de cultivar una relación cada vez más dependiente con nuestro Señor Jesucristo.
El Señor nos aconseja y nos dice: "Permaneced en mí y yo en vosotros".
Mientras más dependencia tengamos del Señor, mayor será nuestro nivel de intimidad con Él. Es necesario permanecer en el Señor para producir el fruto requerido que agrada a Dios. Sabemos que fuera de Dios, no hay nada bueno para nosotros. Jesús dice que es la vid verdadera y nosotros somos sus discípulos, somos los sarmientos donde se deben dar los frutos.
Si no damos el fruto que Dios espera de nosotros, seremos cortados de la vid y arrojados al fuego, pero si damos el fruto que Dios espera, entonces el Padre nos limpiará para que podamos dar más frutos que agradan a sus ojos.
Todos sabemos cuál es el fruto que Dios espera de nosotros. El fruto que Dios espera es precisamente el fruto del Espíritu Santo, que se basa en el amor, la alegría, la paz, la fe, la paciencia, la mansedumbre, la mansedumbre, la templanza.
Si damos este fruto que Dios demanda de nosotros, permaneceremos en la vid, que es Cristo.
Cada día, debemos esforzarnos por cultivar una relación más íntima con Dios, a través del fruto de su Espíritu. Esto nos ayudará a depender más del Señor y hacer su voluntad y no la nuestra.
Permanecer en Cristo implica permanecer en su palabra, es decir, obedecer lo que Dios nos manda hacer en las Escrituras. Si hacemos cosas que Dios no manda, corremos el riesgo de ser separados de la presencia de Dios.
Hagamos lo que el Señor manda que es necesario hacer para dar muchos frutos:
7 Si permaneces en mí y mis palabras permanecen en ti, pide lo que quieras y te será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que ustedes den mucho fruto y sean así mis discípulos . Juan 15: 7-8