Una inversión demoníaca en Halloween. parte 2 / A demonic in

in Spooky Zone5 days ago

Saludos friendsssss. Esta es mi participación en la iniciativa de Halloween de SpookyZone. Esta entrada es la segunda parte de la historia: Una inversión demoníaca en Halloween. parte 1. Espero les guste y lo comenten.


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Una inversión demoníaca en Halloween. parte 2

Jueves 30 de Octubre

Samuel se levantó con la resolución del que ha tomado una decisión estúpida e irrevocable. Primero, pasó por el banco, retiró una cantidad considerable de efectivo, lo suficiente para comprar un costoso perfume en una perfumería exclusiva. No quería dejar registro bancario de la compra, una precaución patética que sabía inútil. El perfume, envuelto en papel de seda negra, era su ofrenda a la pasante de sus sueños.

Llegó a la oficina con el corazón latiendo desbocado, solo para encontrar el cubículo vacío. Ella no estaba. Recibió otra reprimenda de Ted, pero la decepción era un dolor más agudo. Abedul no apareció ni llamó en todo el día. Sam se dio cuenta de que no tenía su número; una parte de él se negaba a preguntar, a parecer un viejo ansioso y babeado por una jovenzuela que probablemente se estaba burlando de él.

A las cinco de la tarde, la oficina era un desierto. Ted le llamó a su despacho. El ambiente era pútrido.

"Gómez," rugió Ted, su rostro púrpura por la rabia. "¡Devil October Games ha caído un setenta por ciento! ¡Setenta! ¡Hemos perdido la maldita camisa! ¡Pura pérdida! ¡Lárgate de mi vista, eres un fracasado, un miserable!"

Samuel salió de la oficina con la dignidad hecha trizas, el perfume en su maletín y un sentimiento de humillación mezclado con desesperación.

En casa, el infierno estalló. Juana, tensa y con el rostro contraído por la preocupación, descubrió el paquete del perfume. La mentira patética de que era para ella se rompió antes de terminar de formularse. Tuvieron un lío monumental que escaló rápidamente a los gritos. Casi llegaron a los golpes. En un arrebato de rabia y dolor, Juana tomó el teléfono de Samuel y lo reventó contra la pared. David, su hijo de diez años, lloró desconsoladamente.

Esa noche, Samuel durmió en su auto, en un estacionamiento oscuro y maloliente de un local nocturno. Sus sueños fueron un caleidoscopio de carne y horror. Abedul y las rubias lo sometían a un éxtasis doloroso, y en medio del placer, el hombre cerdo se interponía, lamiéndole la cara, su aliento caliente como una parrilla, su risa era el eco de la condenación. Despertó con un escalofrío, sintiéndose sucio, poseído.

Viernes 31 de Octubre

El día de Halloween llegó con una resaca brutal. Sam pasó la mañana dormido hasta que fue despertado por el rugido de los dueños del local. Condujo sin rumbo, se detuvo en un bar de mala muerte y bebió cerveza hasta que su bolsillo estuvo vacío. Sin familia, sin teléfono, y probablemente sin empleo, su vida era un naufragio. Se extrañó de que no le hubieran llamado del trabajo, hasta que recordó los restos de su móvil.

A las cuatro de la tarde, despeinado, hediondo y oloroso a alcohol, se dirigió a la empresa. Le daba igual. Sería despedido, y esta vez, le gritaría a Ted hasta que se le reventaran las cuerdas vocales.

Al llegar, la luz de la oficina era un carnaval de neón. La fiesta de Halloween ya había comenzado.

Cuando cruzó la puerta, todos gritaron. No con burla, sino con vítores.

Ted Howard, ataviado con un traje de Drácula ridículo, se abalanzó sobre él, le abrazó con efusividad y le llenó un vaso con un whisky añejo.

"¿Dónde carajos te habías metido, Sam? ¡Te estuve llamando todo el día!" gritó, con una euforia desbordada.

Fue entonces cuando Samuel Gómez se enteró del milagro. Las acciones de Devil October Games se habían disparado en un 300 por ciento en las últimas horas. Un comunicado de prensa anunciando un breakthrough tecnológico en un nuevo juego había desatado una ola de compras histérica.

La compañía había ganado un dineral. Él, el fracasado, el adúltero, el paria, era el héroe.

El ambiente era de locura desatada. La gente bebía como si el mundo fuera a acabarse, celebrando con máscaras ridículas, disfraces improvisados o simplemente con su ropa de oficina arrugada. El humo del cigarrillo y de sustancias ilícitas se mezclaba en el aire denso. Un DJ disfrazado de Jason Voorhees hacía vibrar los altavoces con música techno machacante. Sam, entre ebrio y la euforia de la cocaína que alguien le había puesto bajo la nariz, flotaba en un mundo de excitación y caos.

Entonces, la vio.

Abedul.

Estaba disfrazada de meretriz demoníaca, un pequeño bikini de látex negro y correas de cuero apenas cubriendo lo esencial. Dos cuernos de utilería, negros y curvos, se alzaban de su melena roja. Era la criatura más sensual y pecaminosa que Sam había visto jamás.

Sin importarle la gente, el trabajo, su matrimonio o su vida, Sam se acercó a ella. La tomó por la cintura, la atrajo contra su cuerpo y la besó. Profundo, húmedo, desesperado. Ella correspondió con la fiereza de un animal en celo. Sus manos se movieron sobre su espalda, y Sam sintió sus dedos recorrer cada centímetro de carne. Se fundieron en un beso excitante, un intercambio de saliva y almas, mientras la gente a su alrededor enloquecía. La fiesta se había transformado en algo más oscuro, una bacanal primitiva, un murmullo de lujuria y descontrol. Los cuerpos se tocaban con una impunidad bestial; la oficina se había convertido en una orgía al ritmo del beat hipnótico.

En medio de la locura, Abedul lo arrastró, su mano como un grillete. Se encerraron en la oscura y lujosa oficina de Ted Howard.

"¿Estás loca?" preguntó Sam, jadeando, al ver dónde estaban.

Ella lo silenció con un beso que le supo a pecado. Se sentó sobre el gran escritorio de caoba, abrió sus piernas y se le ofreció, una diosa oscura sobre un altar de dinero. Sam no resistió. Desabotonando su pantalón con manos temblorosas, se entregó al placer carnal con una pasión violenta.

Cuando sus cuerpos se fundieron, en el pico del acto, Samuel sintió unas uñas frías y afiladas acariciarle la espalda. Abrió los ojos y volteó la cabeza: no podía creerlo. Las dos demonias rubias de sus pesadillas, las escoltas del cerdo, estaban allí, mirándolos con ojos vacíos y promesas de depravación. Antes de que Sam pudiera hacer nada, se abalanzaron sobre él, una lluvia de besos salivosos, bocas frías y caricias prohibidas. Sam y sus tres amantes cayeron en un amasijo de cuerpos en el suelo de la oficina, un cuadro vivo de depravación.

En el momento de mayor éxtasis, el clímax de la locura, Samuel sintió un agarre frío y brutal en su cuello. Abrió los ojos.

El Hombre Cerdo.

Estaba allí, parte de la bacanal en la oficina de Ted, su cuerpo gordo y masivo cubierto solo por una capa de sudor y pelo de puerco. Sam intentó soltarse, pero la fuerza era inhumana. El cerdo apretó, y Samuel sintió que se asfixiaba. La Bestia le lamió la cara con una lengua áspera, acariciándole con rudeza. Gritó, un sonido ahogado y desesperado.

Y en medio de su agonía, vio a las mujeres. Se reían. Abedul, hermosa, desnuda y completamente demoníaca, con cuernos reales brotando de su cabeza. Las rubias, sus ojos de serpiente brillando con malicia.

Mientras sentía que su cuerpo y su alma eran poseídos y aplastados por el grupo de demonios, lo último que sus ojos lograron enfocar fue un rincón sombrío de la oficina.

Allí estaban, de pie, su esposa Juana y su hijo David.

Estaban observando el horror, en silencio, y las lágrimas corriendo por sus rostros.

Sam lloró. Intentó gritar sus nombres, pedir perdón, un último lamento de humanidad, pero su voz se ahogó en lo profundo, atrapada por el agarre bestial. La risa del cerdo fue lo último que escuchó, una nota aguda y triunfante, antes de que todo se volviera una negrura viscosa y eterna. La bacanal continuó, y Samuel Gómez se hundió en ella, esclavizado.

Fin

by Mostrorobot



ENGLISH VERSION



Greetings! This is my entry in SpookyZone's Halloween initiative. It's a fictional story titled "A Demonic Inversion in Halloween," and it's divided into two parts. I hope you like it and comment on it. Long live the month of October and Halloween!


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A demonic inversion on Halloween. part 2

Thursday, October 30

Samuel woke up with the resolve of someone who had made a stupid and irrevocable decision. First, he stopped by the bank and withdrew a considerable amount of cash, enough to buy an expensive perfume from an exclusive perfumery. He didn't want to leave a bank record of the purchase, a pathetic precaution he knew was useless. The perfume, wrapped in black tissue paper, was his offering to the intern of his dreams.

He arrived at the office, his heart pounding, only to find the cubicle empty. She wasn't there. He received another reprimand from Ted, but the disappointment was a sharper pain. Birch didn't show up or call all day. Sam realized he didn't have her number; a part of him refused to ask, to look like an anxious old man drooling over a young girl who was probably making fun of him.

At five in the afternoon, the office was deserted. Ted called him into his office. The atmosphere was putrid.

"Gomez," Ted roared, his face purple with rage. "Devil October Games has dropped 70 percent! 70 percent! We've lost the damn shirt! Pure loss! Get out of my sight, you loser, you miserable bastard!"

Samuel left the office with his dignity shattered, the perfume in his briefcase, and a feeling of humiliation mixed with despair.

At home, all hell broke loose. Juana, tense and with her face twisted with worry, discovered the perfume package. The pathetic lie that it was for her shattered before it could even be formulated. They had a monumental argument that quickly escalated to shouting. They almost came to blows. In a fit of rage and pain, Juana took Samuel's phone and smashed it against the wall. David, his ten-year-old son, wept uncontrollably.

That night, Samuel slept in his car, in a dark, smelly parking lot of a nightclub. His dreams were a kaleidoscope of flesh and horror. Birch and the blondes subjected him to a painful ecstasy, and in the midst of the pleasure, the pigman intervened, licking his face, his breath hot as a grill, his laughter the echo of damnation. He woke with a shiver, feeling dirty, possessed.

Friday, October 31

Halloween arrived with a brutal hangover. Sam slept through the morning until he was awakened by the roar of the bar owners. He drove aimlessly, stopped at a dive bar, and drank beer until his wallet was empty. Without family, without a phone, and probably without a job, his life was a wreck. He was surprised that he hadn't received a call from work until he remembered the remains of his cell phone.

At four in the afternoon, disheveled, stinking, and smelling of alcohol, he headed to the company. He didn't care. He'd be fired, and this time, he'd yell at Ted until his vocal cords ruptured.

When he arrived, the office lights were a neon carnival. The Halloween party had already begun.

When he walked through the door, everyone screamed. Not with mockery, but with cheers.

Ted Howard, dressed in a ridiculous Dracula costume, rushed over, hugged him warmly, and filled a glass with aged whiskey.

"Where the hell have you been, Sam? I've been calling you all day!" he shouted, his euphoria unfolding.

That's when Samuel Gómez learned of the miracle. Devil October Games' stock had soared 300 percent in the last few hours. A press release announcing a technological breakthrough in a new game had unleashed a wave of hysterical buying.

The company had made a fortune. He, the loser, the adulterer, the outcast, was the hero.

The atmosphere was one of unbridled madness. People were drinking as if the world were about to end, celebrating with ridiculous masks, makeshift costumes, or simply in their wrinkled office clothes. Cigarette and drug smoke mingled in the thick air. A DJ dressed as Jason Voorhees blasted pounding techno music from the speakers. Sam, between drunkenness and the euphoria of the cocaine someone had thrust under his nose, floated in a world of excitement and chaos.

Then he saw her.

Birch.

She was dressed as a demonic prostitute, wearing a tiny black latex bikini with leather straps barely covering the bare essentials. Two curved, black prop horns rose from her red mane. She was the most sensual and sinful creature Sam had ever seen.

Without caring about people, work, his marriage, or his life, Sam approached her. He took her by the waist, pulled her against his body, and kissed her. Deep, wet, desperate. She reciprocated with the ferocity of an animal in heat. His hands moved over her back, and Sam felt his fingers trace every inch of flesh. They melted into an arousing kiss, an exchange of saliva and souls, while the people around them went wild. The party had transformed into something darker, a primal bacchanal, a murmur of lust and debauchery. Bodies touched with bestial impunity; the office had become an orgy set to the hypnotic beat.

In the midst of the madness, Birch dragged him, her hand like a shackle. They locked themselves in Ted Howard's dark, luxurious office.

"Are you crazy?" Sam asked, panting, seeing where they were.

She silenced him with a kiss that tasted like sin. She sat on the large mahogany desk, spread her legs, and offered herself to him, a dark goddess on an altar of money. Sam couldn't resist. Unbuttoning his pants with trembling hands, he surrendered to carnal pleasure with violent passion.

When their bodies fused, at the peak of the act, Samuel felt cold, sharp nails caress his back. He opened his eyes and turned his head: he couldn't believe it. The two blonde demonesses of his nightmares, the pig's escorts, were there, staring at them with empty eyes and promises of depravity. Before Sam could do anything, they pounced on him, a shower of salivating kisses, cold mouths, and forbidden caresses. Sam and his three lovers fell in a heap of bodies on the office floor, a picture of depravity.

At the moment of greatest ecstasy, the climax of madness, Samuel felt a cold, brutal grip on his neck. He opened his eyes.

The Pig Man.

He was there, part of the bacchanal in Ted's office, his fat, massive body covered only by a layer of sweat and pig hair. Sam tried to break free, but the strength was inhuman. The pig squeezed, and Samuel felt himself suffocating. The Beast licked his face with a rough tongue, caressing him roughly. He screamed, a strangled, desperate sound.

And in the midst of his agony, he saw the women. They were laughing. Birch, beautiful, naked, and completely demonic, with lifelike horns sprouting from her head. The blondes, their snake-like eyes gleaming with malice.

As he felt his body and soul being possessed and crushed by the group of demons, the last thing his eyes managed to focus on was a shadowy corner of the office.

There, standing, were his wife Juana and his son David.

They watched the horror, silent, tears streaming down their faces.

Sam wept. He tried to scream their names, to ask for forgiveness, a last wail of humanity, but his voice was drowned deep within, trapped by the bestial grip. The pig's laughter was the last thing he heard, a high, triumphant note, before everything turned into a viscous, eternal blackness. The bacchanal continued, and Samuel Gómez sank into it, enslaved.

The End

by Mostrorobot


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En verdad Sam vendió su alma y fue poseído justo en esa noche tan especial, no pudo resistir el mal, se dejó llevar por esa mujer tan sospechosa y lo perdió todo, hasta su alma. Muy buena historia para esta iniciativa, con detalles que hacen vivirla. Muchas gracias!

graciasssss por leer y comentar. super thankssss. yeah!

jajajaja muchas gracias a vos por la participación!! Un gran saludo!

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 5 days ago  

Sabia que no se podia confiar en ella jaja pero como resistirse a una fuerza que es mas poderosa que nosotros, los seres humanos somos debiles y es ahi cuando los demonios mas picaros hacen su jugada, lamentablemente termino todo muy mal para Sam... 👻

así es @elbuhito oooooo!! jeje. gracias por tus comments y apoyo. yeah!

 5 days ago  

zona de escalofrios (2).jpg



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Vaya que fiesta tuvo el hombre cerdo, se entregó de lleno a sus bajos instintos y las consecuencias de sus actos fueron destrozas. Una muy buena historia con ese toque de terror y seducción.

Gracias por compartir tu historia de escalofríos con nosotros.👻

Excelente día con muchos espantos.

graciasssss friend @rinconpoetico7 😎👍