Fuente
Hablo con llanto y labios secos, hablo en silencio pero conmigo, hablo despacio como a fuego lento, hablo sin palabras pero en silencio, hablo mirando desesperado, labios muy duros como de piedra, ojos enrojecidos por hablar fuerte.
Hablan los labios, el corazón, la piel, el ardor, los ojos, todo habla, lenguaje cómo escondido o extraño a la cotidianidad, no entendido por muchos pero hablado por todos aun sin saber lo que hablan o dicen.
Hay tanto por descubrir aun del humano y sus misterios, algunas veces callamos los gritos del alma atormentada, y gastamos tanta energía en intentarlo
Pensamos en quien solo entiende lo que dicen los labios, más el resto habla fuerte, callar lo de adentro es nuestro fallido objetivo, nos delata tanto tormento interior, el cual lucha constantemente por ver la luz y gritar fuerte a gran pulmón.
El hombre muere por dentro y finge vida, arde, se consume y dice que no es cierto, he aquí la gran mentira cotidiana, se nos va la vida en buscar fórmulas de autoayuda a fin de aplacar la interior turbulencia y se nos va la vida en esa intestina y perdida batalla.
En cada guerra emprendía no ganada se nos escapan fragmentos de alegría, de paz, de risas amplias, años de vida, son dos mundos enfrentados, intransigentes entes que no acuerdan tregua alguna.
Es tanta la energía que nos consume y se nos olvida el corto momento que significa la vida, se nos dificulta la idea de normalizar el abrir compuertas y desahogar el interior, la aceptación propia parece lejana y la sonrisa fingida y fría se convierte en la gran protagonista
"Que nadie sepa mí sufrir" es la consigna y así cada quien hace suyo dicho pensamiento no tomando en cuenta que lo que no dicen claramente nuestros amaestrados y sumisos labios, lo gritan fuerte y claro a los cuatro vientos los otros antes mencionados