El Perro Fiel (Novela sin terminar) Parte 7

in #literatura5 years ago

Nico se retiraría y dejaría a la señora Dona y a Tina almorzar juntas, solo instantes después Tina se daría cuenta, de que sin querer se había expresado de una forma incorrecta, realmente no le molestaba el cómo Nico la trataba, de hecho, adoraba ser consentida por él, quizás estaba molesta por lo que vio antes del almuerzo ¿Pero por qué?

De inmediato buscaría dispersar esas ideas de su mente, se concentró en la copa que estaba siendo llenada con ese vino rojo fuerte, de inmediato los aromas se percibían, y eran más dulces con forme se acercaba, suavemente sus labios entrarían en contacto con el vino, el hormigueo, el ligero ardor que causaba el alcohol le hacía cosquillas, el sabor dulce en su lengua disparo un sinfín de respuestas en cada una de sus papilas gustativas, se dio un segundo para saborear antes de tragar. El vino en caída libre se sentiría por todo el recorrido en su garganta hasta llegar a su destino, y como una bomba luego de hacer contacto liberaría una reacción en cadena por todo su cuerpo.
De inmediato sentir un escalofrío en su espalda, una calidez en su estómago que seguiría por su cuerpo, seguido de la descarga de endorfinas que inevitablemente le causarían una sonrisa, ese era el efecto de la sangre del júbilo.

Luego le presentarían un corte de carne roja a término medio, el color rojizo de la carne parecido al de el del vino, cortaría un trozo y de este fluirían sus jugos cuando el cuchillo penetraba con suma facilidad la tierna carne, daría un bocado, y nuevamente otra ligera descarga desde su boca a todo su cuerpo, la carne en contraste con el dulce vino que había bebido eran una combinación exquisita, y por un rato le brindo una deliciosa distracción de los tumultos de su mente.
Pero, así como el vino, todo lo bueno llega a un final, intento pedir otra copa, pero su abuela se la negaría

_ Aun tienes otra parada hoy, no arruines tus sentidos con demasiado vino mi niña. - exclamo a la joven que se veía ansiosa por mas, no era bueno abusar de la primera vez, el negocio del vino significaba respetar el producto y evitar el abuso, curiosamente, hacer un buen vino implicaba sobriedad, solo pudo ver como la misma sirvienta de cabellos cobrizos retiraría la copa de la mesa, le daría una cálida sonrisa para retirarse, cosa que a duras penas la señorita respondería igual, justo al verla irse pudo recordar su nombre: Francesca.

Parado en la entrada del comedor yacía Nico, con la mirada baja y pensativa, recapitulando lo sucedido antes en el comedor, estaba algo impactado por como su querida Tina lo había tratado de pronto, se preguntó si de alguna forma la había ofendido, solo le hizo recordar lo que ella dijo - “No necesito que me trates como una niña” - esas palabras retumbaban en su mente, ella había crecido, pero seguía siendo la misma, estaba confundido ¿Ya no sabía cómo era la manera correcta de tratarla?.

En ese momento Francesca saldría del comedor, caminaría frente a Nico que seguía sin subir la mirada, y delicadamente pasaría sus dedos por la mejilla del Mayordomo, lo que llamaría su atención y ligeramente voltearía la mirada hacia Francesca quien sin detenerse se daría la vuelta, caminaría en reversa y le haría un gesto de burla como de un cachorro triste, pero este seguía con la misma expresión fría, se detendría antes de cruzar la esquina para lanzarle un beso a la distancia, cosa que le sacaría una muy ligera sonrisa a Nico aunque aún podía percibirse el desánimo en sus ojos, pero para la chica de cabellos cobrizos era lo que necesitaba ver antes de seguir su camino.

Pasado un rato el almuerzo había terminado, Tina y su abuela se retiraron a una habitación contigua para beber café, en esa habitación ya se encontraba Nico, estaba manipulando una curiosa estación para preparar café, tenía un aspecto antiguo y restaurado, empezando por una molienda de granos manual, apenas los granos tostados eran molidos el aroma se desprendía, Tina no pudo evitar notar la mirada fija de su abuela en su mayordomo, pero no era una mirada vigilante que seguía cada paso que daba como si se asegurara de que hiciera todo como se debe, más bien parecía deleitarse con lo que sucedía.

Era confuso, Tina solo veía a Nico preparar café, pero a cada momento paso de solo ver, a observar, noto que Nico tomaba un puño de granos de forma cuidadosa, asegurándose de tomar la cantidad justa, molía lentamente los granos, encendía un mechero que hervía el agua a fuego lento, cada medida de café pasaba por el ojo clínico de Nico, parecía una especie de mago preparando una pócima o tónico, más que un sirviente preparando el café, cada aspecto de lo que hacía lo realizaba con cuidado, dedicación, y con fluidez, incluso tenía esa mirada en sus ojos como cuando blandía el sable más temprano, era como si hiciera arte de algo sencillo, la pasión dedicada a lo más pequeño de su labor, y sin darse cuenta, termino por deleitarse también con él.

Unos minutos después el café estaba listo, al percatarse de que Nico finalizo su labor, Tina volvería en sí, se daría cuenta también que estaba algo encorvada mientras lo veía, enderezó su postura antes de que alguien notara que tenía una pose atontada, y sutilmente voltearía a ver a su abuela, ella nunca cambio su postura, siempre lograba verse elegante así estuviera perdida en sus pensamientos, de nuevo giraría la mirada, esta vez a un punto alejado de Nico quien venía a traerles el café en una bandeja de platería.

Nico serviría primero a la señora Dona, un café negro con solo un terrón de azúcar, justo como le gustaba, en realidad le tomo el gusto al café negro muy poco dulce, sentir ese amargo en el café mantenía equilibrado su paladar ya que vivía rodeada de aromas y sabores dulces, en su té de la mañana, en el vino, en los perfumes, a veces se decía a si misma que si destilara su propia sangre podría hacer un perfume muy empalagoso ¿Cómo lo llamaría? Se preguntó con una ligera sonrisa al saborear el ligero amargo del café negro.

Tina fijaría su mirada en la taza de café buscando no ver a Nico, aun se sentía apenada por como lo trato, quería disculparse, pero los nervios no se lo permitían, no quería parecer una niña tonta frente a él después de haberle dicho eso.
Un momento ¿Eran nervios lo que sentía, o era el orgullo? ¿Acaso su propio orgullo por defender su madures eran lo que la frenaban? Entonces, solo era evidencia de que aún era una niña ¿Qué clase de mujer madura no puede aceptar que se equivocó?

Las respuestas no lograrían llegar, divago tanto que perdió el hilo del tiempo y no notaria que Nico le ofrecía el café, su reacción inmediata fue alzar la mirada, y entonces lo que estaba evitando la encontraría, esa vergüenza volvería a ella al encontrarse con esos ojos color miel, se veía como un cachorro regañado, una mirada que expresaba su pesar por fallarle a quien le importaba, y al mismo tiempo podía ver duda, esos grandes ojos que a contra luz brillaban, de alguna forma la maravillaban, aun tras esos mechones de cabello que caían por su frente. Fueron solo unos instantes, pero ella no podía soportar verlo, no aun, debía lograr mandar a dormir a la niña para que la mujer pudiera pedir perdón, y sin decir nada Nico dejaría el café en la mesa frente a ella, haría una ligera reverencia sin decir nada para luego dejarlas estar a solas.

Tina por fin podría enderezar la mirada con confianza, su olfato la guiaría a su taza, al mirarla pudo notar que el café había sido mezclado con algo de espuma de leche, lucia muy familiar, al acercar la taza a sus labios pudo percibir el calor, soplo un poco dejando ver el tono marrón claro que había tomado el café bajo la espuma, dio un sorbo, y de inmediato ese sabor dulce en su lengua le transporto en el tiempo, a uno de esos tantos veranos, lograría recordar que ya había visto esa máquina antes, en ella Nico le solía preparar algo especial, recordaría que no le gustaba el amargo del café negro, incluso si ese alto mayordomo le colocaba tres terrones de azúcar, aun le sabía muy fuerte, ella insistió por otro, pero el buen mayordomo le diría que no era bueno que fuera muy dulce, arruinaría el sabor propio del café, así que para complacerla calentaría algo de leche en una pequeña olla al mismo tiempo que la agitaba con un batidor, esto la volvería por completo en espuma y al mezclar con el café negro cambiaría de color, logrando reducir su amargura, dejando solo un sabor dulce y tostado, su café especial.

Esa imagen solo la hizo sentir peor, el aun recordaba cómo preparar ese café especial para ella, en otra ocasión ella habría aprovechado la oportunidad para usar una indirecta, algo con lo que pudiera agradecerle el detalle sin que su abuela lo notara, algo solo de ellos, pero ahora ese alegre recuerdo le causaba tristeza.

_ No necesito verte para saber que algo te molesta mi niña. - decreto la anciana que disfrutaba del aroma de su café sin fijar la mirada en su nieta.

_ No es nada abuela, es solo el… - trato de decir antes de ser interrumpida.

_ * “¿Cansancio?” mi niña, puedo obviar una mentira la primera vez, pero nunca dos veces.* - dijo la anciana volteando a verla – Yo me gane estas canas por algo mi niña. - dijo confiada y orgullosa – La tensión entre ustedes dos arruina el café. -

_ Es solo que… creo que trate muy mal a Nico en el almuerzo, pero no fue mi intención. - confeso en un tono desanimado soltando su culpa.

_ Bueno, si crees que no fue lo correcto, entonces sabes lo que tienes que hacer. -

_ Tienes razón… - dijo volviendo a tomar un sorbo de café.

_ ¿Es todo? No parece que me hayas dicho todo. - dijo la sabia anciana antes de tomar otro sorbo de café también.

_ Pues… hay algo que quisiera saber sobre… - se detuvo a pensar antes de preguntar, le avergonzaba demostrar que estaba interesada en la vida privada de Nico con otras mujeres.

_ A ver niña habla ya, no me haré más joven - dijo en un tono de broma buscando bajar la tensión de la conversación.

_ T-tu sabes… sobre hombres y eso… tu… como fue que tú y el abuelo se… - formulo buscando la manera de parecer creíble, pero los nervios no la dejaban ser clara – ¿Cómo escogiste al abuelo? – soltó la joven que logro armar lo primero que pensó de forma clara.

_ ¿Cómo escogí a tu abuelo? Creí que esa historia ya te la había contado antes. - exclamo dudosa la señora Dona que se sentía mas intrigada por las preguntas de su nieta.

_ S-sí, pero, tu sabes, ya soy mayor y quería saber… - se detuvo al darse cuenta de lo que estaba por preguntarle - … ¿Era el abuelo un hombre atractivo? - dijo con un curioso interés, sabía que no era lo que realmente quería preguntar, pero si sentía curiosidad de esos temas.

_ ¿Atractivo?... Hija, él era todo un galán. - dijo cambiando su expresión seria e intrigada por un más relajada – Por eso lo rechace muchas veces. -

_ Espera ¿Por qué rechazarlo si dices que era un galán? – pregunto extrañada, no esperaba que la conversación diera un giro así.

_ Mi niña, estas en la edad, y estoy segura de que eres un imán para los hombres, sabrás que mientras más galán es un hombre, mayor es su intención de solo llevarte a su cama. - declaro con mucha verdad en sus palabras.

_ Entonces si solo pensaba en eso ¿Por qué lo aceptaste al final? -

_ Mi niña, los hombres son básicos, todos y cada uno sin excepción, piensan en tener sexo, esa es una verdad universal. - dio una pausa para beber otro sorbo de café y con un suspiro dejar salir una ligera sonrisa – El sexo es un instinto básico, cualquier hombre con algo de experiencia sabe cómo tener sexo, te lo digo por experiencia. - dijo dándole un pequeño guiño causando un sonrojo en su nieta que trato de disimular al beber café, sabía que tenía una clara imagen mental de lo que le estaba hablando – Pero, a veces, de entre todos, algunos saben hacer el amor. - susurro como si intentara decir un secreto, aunque estaban solas en ese momento.

_ A ver, no entiendo abuela ¿Qué no tener sexo y hacer el amor es lo mismo? – pregunto algo confundida.

_ Si, en esencia, tener sexo y hacer el amor es lo mismo, en ambos se necesita una pareja, la diferencia es el sentimiento involucrado en el acto. - dio un sorbo más a su café – Un hombre y una mujer pueden tener sexo muchas veces sin sentir un ápice de amor mutuo, solo la atracción y el deseo son necesarias para que la carne quiera estar con la carne, pero cuando hay amor, es un mundo totalmente diferente, y en eso tu abuelo jamás me defraudo, hasta el último de sus días. -

_ Espera… Acaso el abuelo aun con sus años podía… tu sabes, “¿Levantarlo?” - dijo haciendo un pequeño gesto con su dedo estirándolo hacia arriba lo que causo una carcajada en su abuela.

_ Mi niña, hay muchas maneras de hacer el amor sin el acto en si. - dijo ya calmada después de reír – Cuando haces algo con amor por la persona que amas, le haces el amor, cuando la intimidad está más haya de desnudar los cuerpos, y ambos han desnudado sus mentes y almas uno al otro, es hacer el amor, desde el más pequeño gesto hecho con verdadero cariño, cuando te lee los poemas que te gustan, cuando conoce como te gusta ser abrasada, eso es… - se detuvo mientras daba un último sorbo de café.

_ Cuando sabe cómo te gusta tu café… - susurro Tina por lo bajo mirando su reflejo entre los espacios que dejaba la espuma al irse disipando.

_ Hacer… el amor. - dijo sonriéndole con ternura a su nieta.

No habían palabras para comunicarse tras eso, Tina solo respondería con otra sonrisa conmovida, dio un último sorbo a su café, sintiéndolo verdaderamente dulce. Ya al terminar y con nuevos ánimos, ambas, abuela y nieta encaminarían sus pasos fuera de la mansión, donde les esperaba un chófer para llevarles a la última parada del día, la destiladora de perfumes.

Esta vez por un camino más plano, pero igual de polvoriento, el automóvil se dirigía al otro extremo del terreno, pasando entre un ligeramente tupido bosque llegarían a lo que parecía una casa para huéspedes, rodeado por las más bellas y coloridas flores, un terreno casi tan grande como el viñedo, en la entrada le esperaba el encargado de la perfumería, su nombre era Vincenzo, un hombre algo subido de peso, con un tupido bigote que terminaba en riso y un elegante candado, muy bien peinado y con una sonrisa de oreja a oreja, quien recibiría a su patrona con un animado y respetuoso abrazo, acompañado de un par de besos en las mejillas, de la misma forma saludaría a la joven que venía con intención de aprender del negocio.

Sin mucho tiempo que perder el señor Vincenzo le mostraría el lugar a Tina, empezaría por las flores, la dejo observar por un momento el paisaje, el sol de la tarde iluminaba muy bien cada una de ellas.

Creditos a Arturo Rejon

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