La veneración del falo fue algo común en toda la antigüedad, en Egipto, India, Asia Menor y Grecia, desde donde pasó a Roma.
Para los romanos el falo siempre fue símbolo de buena suerte, era un pueblo muy supersticioso y temeroso del llamado "mal de ojo". No se lo consideraba una imagen obscena, sino mágica que alejaba a los malos espíritus del lugar. Adquirió un valor erótico con la llegada del cristianismo, que convirtió al falo en símbolo de placer. Aparecía a modo de relieve y pintura en las fachadas de los edificios, en las esquinas de las calles, en las tiendas, en las termas, en los puentes y en las señales de los caminos con la intención de ser visto por todos.
Para ahuyentar ese mal de ojo los romanos colocaban en la entrada de los hogares unos falos colgantes con campanillas a su alrededor, se les llamaba "fascinum".
El ruido emitido por una campanilla también se consideraba un poderoso hechizo que atraía el favor de los buenos dioses. Por eso, la combinación de ambos objetos convertía el tintinnabulum en un guardián muy deseado, que también solía colgarse del cuello de algunos bebés.
( extraído de la biblioteca de Alejandría A. S)
Sort: Trending