Tras horas de exploración y búsqueda, finalmente encontramos lo que veníamos buscando como objetivo primario, las mismas setas que se hallaban en todas las dimensiones por las que habíamos estado viajando y que eran el combustible que nuestros cuerpos necesitaban para poder seguir saltando de dimensión en dimensión sin preocupaciones.
Siempre eran las mismas y siempre nos sorprendía verlas, nos hipnotizaban al contemplarlas y parecía como si tratasen de comunicarse con nosotros y nos dijeran “cómeme”. Mensaje al que nunca nos conseguíamos negar.
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De manera que comíamos unas pocas y cogíamos otras para llevarlas con nosotros, ya que cada cierto tiempo nos veíamos en la obligación y el deseo de seguir consumiéndolas para que nuestro nivel de psicodelia se mantuviera constante, de lo contrario los efectos podían ser catastróficos.
Tras la ingesta de setas había llegado el momento de explorar esa dimensión, de ver qué nos ofrecía esa Tierra, a la que bautizamos como Tierra 34, ya que era la dimensión número treinta y cuatro que habíamos visitado.
En cada una de ellas dejábamos ciertas señales para tratar de saber por cuántas dimensiones nos podíamos mover o cuántas dimensiones existían. Aunque, cada día creíamos con una mayor probabilidad que podían llegar a ser infinitas.
Había llegado el momento de comenzar a explorar Tierra 34…
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