El pequeño Frederick - Desafío Maynia - 4848 palabras.

in #maynia4 years ago (edited)

Las aventuras de Lucas

image.png

Fuente



image.png



Episodio Nº 7

"El pequeño Frederick

Eran las 5:35 am, apenas me estaba levantando, me levanté tan temprano que me dio tiempo de apagar la alarma antes de que esta sonara. Me puse mis pantunflas y me fui directo al baño, me cepillé los dientes y me lavé la cara también. Luego me estiré como suelo hacer todos los días, me gusta estirarme bastante en sobre todo los brazos y las piernas, ya que como estoy en crecimiento me hace bastante bien a mi cuerpo estirarme, así que por lo general hago unos estiramientos que me enseñaron en un gimnasio.

Fui a desayunar, el desayuno era tipo americano: unas panquecas doraditas con mantequilla por encima, unos huevos fritos a los lados y mucha tocineta como a mí me gusta, también habían varios tipso de jugos naturales de frutas pero yo pedí que me hicieran una merengada de fresa ya que me encanta. En la sobremesa me enteré de que mi primo Frederick nos iba a visitar justamente ese día.

El primo Frederick tiene 9 años y es probablemente el primo con más energías y más activo que existe en el mundo, desde siempre ha sido un relámpago en la casa. Siempre nos visita cada año almenos una vez, ya que vive en un lugar muy lejos así que no tiene mucho chance de visitarnos si no solamente una vez al año. En todos estos años que él nos ha visitado yo siempre he sido y estoy seguro que seré su primo favorito, ya que soy el que más le da atención de todos los hermanos, más lo aconsejo y más lo cuido...

Din don suena el timbre. Yo ya sabía quien era así que fui a abrir la puerta principal, y me sorprendí bastante cuando vi a mi primo Frederick estaba bastante alto, no parecía él, también se nota que la cara de bebé se le fue, ahora parecía un chico que poco a poco iba entrando a la adolescencia...

Fuimos a mi cuarto despueś de que él saludo a todo el mundo, le pregunté como estaba su colegio, sus amigos, sus papás (que son mis tíos) y otras cosas... El me dijo que tenía bastante sueño a causa del viaje, así que yo aproveché ese instante para hacer lo posible para que se duerma ya que yo quería hacer ejercicio de calistenia con Andrew y sabía que mi primo Frederick es muy activo y energetico y no creo que me haya dado chance de poder hacer ejercicio si él estaba despierto...

Así que apliqué una vieja estrategia mía que he usado durante mucho tiempo con él. Abrí mis estantes saqué varios libros infantiles me leí la descripción para tener motivación y ya estaba listo para inventarle una historia...

Así que comencé:

+Este libro se llama: "Aladinsino con la increíble lámpara"

Érase una vez un muchacho llamado Aladino que vivía en el lejano Oriente con su madre, en una casa sencilla y humilde. Tenían lo justo para vivir, así que cada día, Aladino recorría el centro de la ciudad en busca de algún alimento que llevarse a la boca.

En una ocasión paseaba entre los puestos de fruta del mercado, cuando se cruzó con un hombre muy extraño con pinta de extranjero. Aladino se quedó sorprendido al escuchar que le llamaba por su nombre.

– ¿Tú eres Aladino, el hijo del sastre, verdad?

– Sí, y es cierto que mi padre era sastre, pero… ¿Quién es usted?

– ¡Soy tu tío! No me reconoces porque hace muchos años que no vengo por aquí. Veo que llevas ropas muy viejas y me apena verte tan flaco. Imagino que en tu casa no sobra el dinero…

Aladino bajó la cabeza un poco avergonzado. Parecía un mendigo y su cara morena estaba tan huesuda que le hacía parecer mucho mayor.

– Yo te ayudaré, pero a cambio necesito que me hagas un favor. Ven conmigo y si haces lo que te indique, te daré una moneda de plata.

A Aladino le sorprendió la oferta de ese desconocido, pero como no tenía nada que perder, le acompañó hasta una zona apartada del bosque. Una vez allí, se pararon frente a una cueva escondida en la montaña. La entrada era muy estrecha.

– Aladino, yo soy demasiado grande y no quepo por el agujero. Entra tú y tráeme una lámpara de aceite muy antigua que verás al fondo del pasadizo. No quiero que toques nada más, sólo la lámpara ¿Entendido?

Aladino dijo sí con la cabeza y penetró en un largo corredor bajo tierra que terminaba en una gran sala con paredes de piedra. Cuando accedió a ella, se quedó asombrado. Efectivamente, vio la vieja lámpara encendida, pero eso no era todo: la tenue luz le permitió distinguir cientos de joyas, monedas y piedras preciosas, amontonadas en el suelo ¡Jamás había visto tanta riqueza!

Se dio prisa en coger la lámpara, pero no pudo evitar llenarse los bolsillos todo lo que pudo de algunos de esos tesoros que encontró. Lo que más le gustó, fue un ostentoso y brillante anillo que se puso en el dedo índice.

– ¡Qué anillo tan bonito! ¡Y encaja perfectamente en mi dedo!

Volvió hacia la entrada y al asomar la cabeza por el orificio, el hombre le dijo:

– Dame la lámpara, Aladino.

– Te la daré, pero antes déjame salir de aquí.

– ¡Te he dicho que primero quiero que me des la lámpara!

– ¡No, no pienso hacerlo!

El extranjero se enfureció tanto que tapó la entrada con una gran losa de piedra, dejando al chico encerrado en el húmedo y oscuro pasadizo subterráneo.

¿Qué podía hacer ahora? ¿Cómo salir de ahí con vida?…

Recorrió el lugar con la miraba tratando de encontrar una solución. Estaba absorto en sus pensamientos cuando, sin querer, acarició el anillo y de él salió un genio ¡Aladino casi se muere del susto!

– ¿Qué deseas, mi amo? Pídeme lo que quieras que te lo concederé.

El chico, con los ojos llenos de lágrimas, le dijo:

– Oh, bueno… Yo sólo quiero regresar a mi casa.

En cuanto pronunció estas palabras, como por arte de magia apareció en su hogar. Su madre le recibió con un gran abrazo. Con unos nervios que le temblaba todo el cuerpo, intentó contarle a la buena mujer todo lo sucedido. Después, más tranquilo, cogió un paño de algodón para limpiar la sucia y vieja lámpara de aceite. En cuanto la frotó, otro genio salió de ella.

– Estoy aquí para concederle un deseo, señor.

Aladino y su madre se miraron estupefactos ¡Dos genios en un día era mucho más de lo que uno podía esperar! El muchacho se lanzó a pedir lo que más le apetecía en ese momento.

– ¡Estamos deseando comer! ¿Qué tal alguna cosa rica para saciar toda el hambre acumulada durante años?

Acto seguido, la vieja mesa de madera del comedor se llenó de deliciosos manjares que en su vida habían probado. Sin duda, disfrutaron de la mejor comida que podían imaginar. Pero eso no acabó ahí porque, a partir de entonces y gracias a la lámpara que ahora estaba en su poder, Aladino y su madre vivieron cómodamente; todo lo que necesitaban podían pedírselo al genio. Procuraban no abusar de él y se limitaban a solicitar lo justo para vivir sin estrecheces, pero no volvió a faltarles de nada.

Un día, en uno de sus paseos matutinos, Aladino vio pasar, subida en una litera, a una mujer bellísima de la que se enamoró instantáneamente. Era la hija del sultán. Regresó a casa y como no podía dejar de pensar en ella, le dijo a su madre que tenía que hacer todo lo posible para que fuera su esposa.

¡Esta vez sí tendría que abusar un poco de la generosidad del genio para llevar a cabo su plan! Frotó la lámpara maravillosa y le pidió tener una vivienda lujosa con hermosos jardines, y cómo no, ropas adecuadas para presentarse ante el sultán, a quien quería pedir la mano de su hija. Solicitó también un séquito de lacayos montados sobre esbeltos corceles, que tiraran de carruajes repletos de riquezas para ofrecer al poderoso emperador. Con todo esto se presentó ante él y tan impresionado quedó, que aceptó que su bella y bondadosa hija fuera su esposa.

Aladino y la princesa Halima, que así se llamaba, se casaron unas semanas después y desde el principio, fueron muy felices. Tenían amor y vivían el uno para el otro.

Pero una tarde, Halima vio por la casa la vieja lámpara de aceite y como no sabía nada, se la vendió a un trapero que iba por las calles comprando cachivaches. Por desgracia, resultó ser el hombre malvado que había encerrado a Aladino en la cueva. Deseando vengarse, el viejo recurrió al genio de la lámpara y le ordenó, como nuevo dueño, que todo lo que tenía Aladino, incluida su mujer, fuera trasladado a un lugar muy lejano.

Y así fue… Cuando el pobre Aladino regresó a su hogar, no estaba su casa, ni sus criados, ni su esposa… Ya no tenía nada de nada.

Comenzó a llorar con desesperación y recordó que el anillo que llevaba en su dedo índice también podía ayudarle. Lo acarició y pidió al genio que le devolviera todo lo que era suyo pero, desgraciadamente, el genio del anillo no era tan poderoso como el de la lámpara.

– Mi amo, es imposible para mí concederte esa petición, pero sí puedo llevarte hasta donde está tu mujer.

Aladino aceptó y automáticamente se encontró en un lejano lugar junto a su bella Halima, que por fortuna, estaba sana y salva. Sabían que sólo había una opción: recuperar la lámpara maravillosa como fuera para poder regresar a la ciudad con todas sus posesiones.

Juntos, idearon un nuevo plan. Pidieron al genio del anillo una dosis de veneno y Aladino fue a esconderse. A la hora de la cena, Halima entró sigilosamente en la cocina del malvado extranjero y lo echó en el vino sin que éste se diera cuenta. En cuanto se sirvió una copa y mojó sus labios, cayó dormido en un sueño que, tal como les había prometido el genio, duraría cientos de años.

Aladino y Halima se abrazaron y corrieron a recuperar su lámpara. Fue entonces cuando le contó a su mujer toda la historia y el poder que la lámpara de aceite tenía.

– Y ahora que ya lo sabes todo, querida, volvamos a nuestro hogar.

Frotó la lámpara y como siempre, salió el gran genio que siempre concedía todos los deseos de su señor.

– ¿Qué deseas esta vez, mi amo?

– ¡Hoy me alegro más que nunca de verte! ¡Llévanos a casa, viejo amigo! – dijo Aladino riendo de felicidad.

¡Y así fue! Halima y Aladino regresaron, y con ellos, todo lo que el viejo les había robado. A partir de entonces, guardaron la lámpara maravillosa a buen recaudo y continuaron siendo tan felices como lo habían sido hasta entonces.

Aladino y la lámpara maravillosa - Cuentos clásicos. (c) CRISTINA RODRÍGUEZ LOMBA

El cuento de Aladino es una de las historias más populares de la literatura infantil de origen sirio que aparece insertada dentro de El Libro de Las mil y una noches, colección editada por el francés Antoine Galland. Además, el cuento de Aladino tiene su versión Disney realizada en 1992.

Aladino es un joven pobre y un poco perezoso que es reclutado por un brujo que se hace pasar por el hermano de su difunto padre para ganarse su confianza. Este brujo convence a Aladino y a su madre para que el chico le ayude a entrar en una cueva mágica llena de tesoros. La verdadera intención del brujo es engañar a Aladino para que recupere para él una lámpara de aceite mágica de esa cueva que atrapa a aquel que se adentra en ella. Sin embargo, el plan del brujo no sale como el esperaba. Aladino engaña al brujo y, aunque queda encerrado en la cueva, conserva la lámpara de aceite mágica y un anillo que el brujo le había dado como protección. Aladino se da cuenta de que con este anillo puede invocar a un genio, el cual le saca de la cueva. Una vez en casa, mientras limpia la lámpara, descubre que de ésta sale otro genio aún más poderoso. Con su ayuda, Aladino se convierte en un hombre rico y poderoso que se casa con una princesa. Sin embargo, el brujo volverá con intención de vengarse.

En cuanto al significado de la historia, la enseñanza más valiosa del cuento de Aladino es la del reconocimiento del propio esfuerzo a la hora de merecer un bien duradero. A lo largo de la historia, Aladino, enfrentándose al mago cuando parece que lo ha perdido todo, desarrolla una madurez que le lleva a esforzarse por recuperar lo que le importa. Es este esfuerzo y madurez lo que le hace merecedor de su felicidad.

FIN

De inmediato noté que mi primo seguía despierto, impresionado cogí otro libro para leerle la descripción y motivarme, mi primo seguía despierto más que antes, él se motivo bastante con la historia (se nota que le gustó mucho) y yo también, así que quise contarle otro con muchísimas ganas.

Este libro se llama: "El Fiel Marino" espero que te guste bastante primo...

Hace muchos años vivía en Bagdad un joven que tenía por oficio llevar mercancías por toda la ciudad. Todos los días acababa agotado de tanto cargar cajas y se lamentaba de que, lo que ganaba, no le servía para dejar de ser pobre.

Un día, al final de la jornada, se sentó a descansar junto a la puerta de la casa de un rico comerciante. El hombre, que estaba dentro, le oyó quejarse de su mala suerte en la vida.

– ¡Trabajar y trabajar, es lo único que hago! Al final del día sólo consigo recaudar tres o cuatro monedas que apenas me dan para comprar un mendrugo de pan y un poco de pescado ahumado ¡Qué desastre de vida la mía!

El comerciante sintió lástima por el chico y le invitó a cenar algo caliente. El muchacho aceptó y se quedó asombrado al entrar una vivienda tan lujosa y con tan ricos manjares sobre la mesa.

– ¡No sé qué decir, señor!… Nunca había visto tanta riqueza.

– Así es – contestó educadamente el hombre – Soy muy afortunado, pero quiero contarte cómo he conseguido todo esto que ves. Nadie me ha regalado nada y sólo espero que entiendas que es el fruto de mucho esfuerzo.

El comerciante, que se llamaba Simbad, relató su historia al intrigado muchacho.

– Verás… Mi padre me dejó una buena fortuna, pero la malgasté hasta quedarme sin nada. Entonces, decidí que tenía que hacerme marino.

– ¿Marino? ¡Guau! ¡Qué maravilla!

– Sí, pero no fue fácil. Durante el primer viaje, me caí del barco y nadé hasta una isla, que resultó ser el lomo de una ballena ¡El susto fue tremendo! Por suerte me salvé de ser tragado por ella. Conseguí agarrarme a un barril que flotaba en las aguas y la corriente me llevó a orillas de una ciudad desconocida. Vagué de un lado para otro durante un tiempo hasta que logré que me admitieran en un barco que me trajo de regreso a Bagdad ¡Fueron días muy duros!

Terminó de hablar y le dio al chico cien monedas de oro a cambio de que al día siguiente, al terminar su trabajo, regresara a su casa para seguir escuchando sus relatos. El joven, con los bolsillos llenos, se fue dando botes de alegría. Lo primero que hizo, fue comprar un buen pedazo de carne para preparar un asado y se puso las botas.

Al día siguiente volvió a casa de Simbad, tal y como habían acordado. Tras la cena, el hombre cerró los ojos y recordó otra parte de su emocionante vida.

– Mi segundo viaje fue muy curioso… Avisté una isla y atracamos el barco en la arena. Buscando alimentos encontré un huevo y cuando me disponía a cogerlo, un ave enorme se posó sobre mí y me agarró con sus fuertes patas, elevándome hasta el cielo. Pensé que quería dejarme caer sobre el mar, pero por suerte, lo hizo sobre un valle lleno de diamantes. Cogí todos los que pude y, malherido, salí de allí a duras penas. Conseguí localizar a la tripulación de mi barco, pero por poco no lo cuento.

Cuando terminó de rememorar su segundo viaje, le dio otras cien monedas de oro, invitándole a regresar al día siguiente. Al joven le encantaban las aventuras del viejo Simbad el marino y fue puntual a su cita. Una vez más, el hombre se sumió en sus apasionantes recuerdos.

– Te parecerá raro, pero a pesar de que ya vivía cómodamente no me conformé y quise volver al mar una tercera vez. De nuevo, corrí aventuras muy emocionantes. Llegamos a una isla donde habitaban cientos de pigmeos salvajes que destrozaron nuestro barco. Nos apresaron y nos llevaron ante su jefe, que era un gran gigante de un solo ojo y mirada espantosa.

– ¿Un gigante? ¡Qué miedo!

-¡Sí, era terrorífico! Se comió a todos los marineros, pero como yo era muy flaco, me dejó a un lado. Cuando terminó de devorarlos se quedó dormido y yo aproveché para coger el atizador de las brasas, que estaba al rojo vivo, y se lo clavé en su único ojo ¡El alarido fue aterrador! Giró con rabia sobre sí mismo pero ya no podía verme y aproveché para huir. Llegué hasta la playa y un comerciante que tenía una barquita me recogió y me regaló unas telas para vender cuando llegásemos a buen puerto. Gracias a su generosidad, hice una gran fortuna y regresé a casa.

El joven estaba entusiasmado escuchando los relatos del intrépido marino ¡Cuántas aventuras había vivido ese hombre!…

Durante siete noches, Simbad contó una nueva historia, un nuevo viaje, cada uno más alucinante que el anterior. Y como siempre, antes de despedirse, le regalaba cien monedas.

Cuando finalizó su último encuentro, se despidieron con afecto. El comerciante no quiso que se fuera sin antes decirle algo importante:

– Ahora ya sabes que, quien algo quiere, algo le cuesta. El destino es algo por lo que hay que luchar y que cada uno debe forjarse ¡Nadie en esta vida regala nada! Espero que el dinero que te he dado te ayude a empezar nuevos proyectos y que lo que te he contado te sirva en el futuro.

El joven comprendió que el viejo Simbad lo había conseguido todo a base de riesgo y esfuerzo. Ahora él tenía setecientas monedas de oro, pero había aprendido que no debía confiarse. Aunque ahorraría una parte y otra la invertiría, seguiría trabajando duro para, algún día no muy lejano, poder disfrutar de la misma vida tranquila y cómoda que su aventurero amigo.

FIN

Lo que más me impresionó de todos es que él seguía despierto y aún así me preguntaba bastante del cuento, no se cansaba, parecía que se hubiese tomado una bebida energetica como un Redbull, una Monster o algo así, aunque se notaba que ya no tenía el mismo animo que antes, así que pensé en inventarle otro cuento, pero que ahora este cuento sea más lento y trataré de que no sea tan entretenido pero tampoco de que sea aburrido, así que cogí otro libro del estante, leí la descripción nuevamente y comencé a inventarle otro cuento...

Este tercer libro primo y espero que no haga falta que te cuente otros libros antes de que te acuestes ahorita a dormir se llama: "El líquido esencial"

Así que yo comencé a leerle el libro a mi primo para que se durmiera en ese instante y para que yo pueda ir a hacer ejercicio con mi hermano Andrew *(calistenia)

Había una vez un rey que estaba gravemente enfermo. Sus tres hijos, desesperados, ya no sabían qué hacer para curarle. Un día, mientras paseaban apenados por el jardín de palacio, un anciano de ojos vidriosos y barba blanca se les acercó.

– Sé que os preocupa la salud de vuestro padre. Creedme cuando os digo que lo único que puede sanarle es el agua de la vida. Id a buscarla y que beba de ella si queréis que se recupere.

– ¿Y dónde podemos conseguirla? – preguntaron a la vez.

– Siento deciros que es muy difícil de encontrar, tanto que hasta ahora nadie ha logrado llegar hasta su paradero.

– ¡Ahora mismo iré a buscarla! – dijo el hermano mayor pensando que si sanaba a su padre, sería él quien heredaría la corona.

Entró en el establo, ensilló su caballo y a galope se adentró en el bosque. En medio del camino, tropezó con un duendecillo que le hizo frenar en seco.

– ¿A dónde vas? – dijo el extraño ser con voz aflautada.

– ¿A ti que te importa? ¡Apártate de mi camino, enano estúpido!

El duende se sintió ofendido y le lanzó una maldición que hizo que el camino se desviara hacia las montañas. El hijo del rey se desorientó y se quedó atrapado en un desfiladero del que era imposible salir.

Viendo que su hermano no regresaba, el mediano de los hijos decidió ir a por el agua de la vida, deseando convertirse también en el futuro rey. Siguió la misma ruta a través del bosque y también se vio sorprendido por el curioso duende.

– ¿A dónde vas? – le preguntó con su característica voz aguda.

– ¡A ti te lo voy a decir, enano preguntón! ¡Lárgate y déjame en paz!

El duende se apartó y, enfadado, le lanzó la misma maldición que a su hermano: le desvió hacia el profundo desfiladero entre las montañas, de donde no pudo escapar.

El hijo menor del rey estaba preocupado por sus hermanos. Los días pasaban, ninguno de los dos había regresado y la salud de su padre empeoraba por minutos. Sintió que tenía que hacer algo y partió con su caballo a probar fortuna. El duende del bosque se cruzó, cómo no, en su camino.

– ¿A dónde vas? – le preguntó con cara de curiosidad.

– Voy en busca del agua de la vida para curar a mi padre, el rey, aunque lo cierto es que no sé a dónde debo dirigirme.

¡El duende se sintió feliz! Al fin le habían tratado con educación y amabilidad. Miró a los ojos al joven y percibió que era un hombre de buen corazón.

– ¡Yo te ayudaré! Conozco el lugar donde puedes encontrar el agua de la vida. Tienes que ir al jardín del castillo encantado porque allí está el manantial que buscas.

– ¡Oh, gracias! Pero… ¿Cómo puedo entrar en el castillo, si como dices, está encantado?

El duende metió la mano en el bolsillo y sacó dos panes y una varita mágica.

– Ten, esto es para ti. Cuando llegues a la puerta del castillo, da tres golpes de varita sobre la cerradura y se abrirá. Si aparecen dos leones, dales el pan y podrás pasar. Pero has de darte prisa en coger el agua del manantial, pues a las doce de la noche las puertas se cerrarán para siempre y, si todavía estás dentro, no podrás salir jamás.

El hijo del rey dio las gracias al duende por su ayuda y se fundieron en un fuerte abrazo de despedida. Partió muy animado y convencido de que, tarde o temprano, encontraría el agua de la vida. Cabalgó sin descanso durante días y por fin, divisó el castillo encantado.

Cuando estuvo frente a la puerta, hizo lo que el duende le había indicado. Dio tres golpes en la entrada con la varita y la enorme verja se abrió. En ese momento, dos leones de colmillos afilados y enormes garras, corrieron hacia él dispuestos a atacarle. Con un rápido movimiento, cogió los bollos de su bolsillo y se los lanzó a la boca. Los leones los atraparon y, mansos como ovejas, se sentaron plácidamente a saborear el pan.

Entró en el castillo y al llegar a las puertas del gran salón, las derribó. Allí, sentada, con la mirada perdida, estaba una hermosa princesa de ojos tristes. La pobre muchacha llevaba mucho tiempo encerrada por un malvado encantamiento.

– ¡Oh, gracias por liberarme! ¡Eres mi salvador! – dijo besándole en los labios – Imagino que vienes a buscar el agua de la vida… ¡Corre, no te queda mucho tiempo! Ve hacia el manantial que hay en el jardín, junto al rosal trepador. Yo te esperaré aquí. Si vuelves a buscarme antes de un año, seré tu esposa.

El muchacho la besó apasionadamente y salió de allí ¡Se había enamorado a primera vista! Recorrió a toda prisa el jardín y… ¡Sí, allí estaba la deseada fuente! Llenó un frasco con el agua de la vida y salió a la carrera hacia la puerta, donde le esperaba su caballo. Faltaban segundos para las doce de la noche y justo cuando cruzó el umbral, el portalón se cerró a sus espaldas.

Ya de vuelta por el bosque, el duende apareció de nuevo ante él. El joven volvió a mostrarle su profundo agradecimiento.

– ¡Hola, amigo! ¡Gracias a tus consejos he encontrado el manantial del agua de la vida! Voy a llevársela a mi padre.

– ¡Estupendo! ¡Me alegro mucho por ti!

Pero de repente, el joven bajó la cabeza y su cara se nubló de tristeza.

– Mi única pena ahora es saber dónde están mis hermanos…

– ¡A tus hermanos les he dado un buen merecido! Se comportaron como unos maleducados y egoístas. Espero que hayan aprendido la lección. Les condené a quedarse atrapados en las montañas, pero al final me dieron pena y les dejé libres. Les encontrarás a pocos kilómetros de aquí, pero ándate con ojo ¡No me fio de ellos!

– Eres muy generoso… ¡Gracias, amigo! ¡Hasta siempre!

Reanudó el trayecto y tal y como le había dicho el duende, encontró a sus hermanos vagando por el bosque. Los tres juntos, regresaron al castillo. Allí se encontraron una escena muy triste: su padre, rodeado de sirvientes, agonizaba en silencio sobre su cama.

¡No había tiempo que perder! El hermano pequeño se apresuró a darle el agua de la vida. En cuanto la bebió, el rey recuperó la alegría y la salud. Abrazó a sus hijos y se puso a comer para recuperar fuerzas ¡Ver para creer! ¡Hasta parecía que había rejuvenecido unos cuantos años!

Esa noche, la familia al completo se reunió en torno a la chimenea. El pequeño de los hermanos aprovechó el momento para relatar todo lo que le había sucedido. Les contó la historia del duende, del castillo embrujado y de cómo había liberado de su encantamiento a la princesa. Al final, les comunicó que debía volver a por ella, pues le esperaba impaciente para convertirse en su esposa.

Sus dos hermanos mayores se morían de envidia. Gracias a él, su padre estaba curado y encima se había ganado el amor de una hermosa heredera. Cada uno por su lado, decidieron adelantarse a su hermano. Querían llegar al castillo cuanto antes y conseguir que la princesa se casara con ellos.

Mientras tanto, ella aguardaba nerviosa al hijo pequeño del rey. Mandó a sus criados poner una alfombra de oro desde el bosque hasta la entrada de palacio y avisó a los guardianes que sólo dejaran pasar al caballero que viniera cabalgando por el centro de la alfombra.

El primero que llegó fue el hermano mayor, que al ver la alfombra de oro, se apartó y dio un rodeo para no estropearla. Los soldados le prohibieron entrar.

Una hora después llegó el hermano mediano. Al ver la alfombra de oro, temió mancharla de barro y prefirió acceder al palacio por un camino alternativo. Los soldados tampoco le dejaron pasar.

Por último, apareció el pequeño. Desde lejos, vio a la princesa en la ventana y fue tan grande su emoción, que cruzó veloz la alfombra de oro. Ni siquiera miró al suelo, pues lo único que deseaba era rescatarla y llevársela con él. Los soldados abrieron la puerta a su paso y la princesa le recibió con un largo beso de amor.

Y así termina la historia del joven valiente de buen corazón que, con la ayuda de un duendecillo del bosque, sanó a su padre, encontró a la mujer de sus sueños y se convirtió en el nuevo rey.

FIN

Como por arte de magia mi primo al fin se durmió, espero que haya disfrutado mis tres cuentos aunque admito que cada uno era más emocionante que otro, así que no creo que se haya dormido por aburrimiento si no por el cansancio del viaje que tuvo para venir hasta aca.

Así que por fin pude ir al cuarto de mi hermano Andrew y le dije para empezar a hacer ejercicios (empezar yo, ya que él tiene un buen tiempo prácticando calistenia)

-¿Qué estabas haciendo Lucas que tardaste tanto?

+Créeme que no vas a querer que te cuente todo completo porque no vamos a terminar haciendo ejercicio hoy. Le dije yo mienstras me reía un poco

Así que comenzamos, él me guíaba y me enseñaba bastante, ya que para mí la calistenia era como un mundo nuevo, él me ensañaba mi nueva rutina de ejercicios, la importancia de cada ejercicio y que músculos trabaja, también me habló de la nutrición, y como voy a distribuir mi entrenamiento por días....




image.png



image.png

¡Esta fue mi entrada para el concurso de #MayniaChallenge día 16, aquí les dejo el Post Original para los que quieran participar.

En esta oportunidad usé la aplicación de https://www.contarcaracteres.com/palabras.html para sacar la cuenta de la cantidad de palabras que usé en cuento...

day16.png

¡Como podrán ver este cuento tiene un total de 4848 palabras!



image.png




image.png

PicsArt_05-02-04.01.15.jpg

¡Si tienes alguna opinión, comentario o sugerencia, sientete libre de hacermelo saber en los comentarios, y si quieres seguir leyendo mi contenido puedes seguirme @imagen, muchas gracias.

Sort:  

Keep up the great work! (which I can't read but I'll bet it's wonderful)

Thank you!

Excelente relato amigo @imagen, reflejas una buena vivencia de lo que ha sido hasta ahora tu vida. Te deseo lo mejor.

Sorry, you don't have enough staked BEER in your account. You need 24 BEER in your virtual fridge to give some of your BEER to others. To view or trade BEER go to hive-engine.com

Sanchi.gif

¡Muchísimas Gracias, se los agradezco infinamente!