Aprendí a amar la vida a mi muy rara manera.
Quizá no sea la correcta.
Quizá no sea tan esplendida como para presumirla con los demás.
Tal vez muchos la vean como rara.
Pero es mi única forma de amar la vida.
Y es la que la misma vida llama que me enseñó a amar asi.
Fui su aprendiz, su admirador, su amigo y su amante al final.
Llegue también incluso a ser su enemigo.
Fuimos extraños y aun así seguíamos necesitándonos.
Hasta que se volvió una imposible realidad.
La vida, la soledad y yo fuimos barcos sin capitán en alta mar.
Amo vivir.
Vivir a mi manera.
No sé si en verdad sera la forma correcta o adecuada de amar, pero es la única que conozco,
las chispas de alegría que encuentro en el camino, son pocas, muy pocas pero suficientes para que ame vivir.
Hay muchas cosas malas para sentir, que no me dejan respirar y me doy de baja a mí mismo, cuando de mis pensamientos no puedo escapar.
Pero siempre, aunque me tardaba un poco, me volvía a levantar, aprendiendo de mis caídas.
Aprendo poco, muy poco.
¡ Pero aprendo !.
Amo la vida, pero es una relación de extraños, entre los dos.
Yo no la entiendo, y creo que ella también ya le dejo de importar si la entiendo ó no.
Aun así...
Sigo aquí.
Luchando contra dragones inexistentes.
Y contra mí mismo, contra mi que he perdido la esencia de lo que fui, y de lo que desee ser.
