Los mismos rasgos que ayudan a los líderes a acumular control en primer lugar casi desaparecen una vez que llegan al poder. En lugar de ser corteses, honestos y extrovertidos, se vuelven impulsivos, imprudentes y groseros, estos nuevos hábitos pueden ayudar a un líder a ser más decisivo y decidido, o más propenso a tomar decisiones que serán rentables independientemente de su popularidad. Un estudio reciente encontró que los demasiado confiados eran más propensos a buscar innovación y llevar a sus compañías en nuevas direcciones tecnológicas. Sin control, sin embargo, estos instintos pueden conducir a una gran caída.
Aparentemente el cliché del poder, es la única forma de llegar a la cima es decir involucrarse en un comportamiento egoísta y moralmente dudoso.
Hay quienes piensan que la forma más segura de acumular poder es hacer a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti. En los últimos años, este tema incluso se ha extendido a primates no humanos, como los chimpancés, pero en nuestra vida real este no es el camino mas buscado...
Si bien un poco de compasión puede ayudarnos a ascender en la escala social, una vez que estamos en la cima, terminamos transformándonos en un tipo de bestia muy diferente.
"Es un efecto increíblemente consistente en cuando le das poder a la gente, básicamente comienzan a actuar como tontos. Coquetean inapropiadamente, se burlan de una manera hostil y se vuelven totalmente impulsivos.
Cientificos comparan la sensación de poder con el daño cerebral, y señala que las personas con mucha autoridad tienden a comportarse como pacientes neurológicos con un lóbulo orbito frontal dañado, un área del cerebro que es crucial para la empatía y la toma de decisiones. Incluso las personas más virtuosas pueden deshacerse en la oficina de la esquina.
¿Por qué el poder lleva a las personas a coquetear con pasantes y solicitar sobornos y falsificar documentos financieros? Según los psicólogos, uno de los principales problemas con la autoridad es que nos hace menos comprensivos con las preocupaciones y emociones de los demás. Por ejemplo, varios estudios han encontrado que las personas en puestos de autoridad tienen más probabilidades de depender de los estereotipos y generalizaciones al juzgar a otras personas. También pasan mucho menos tiempo haciendo contacto visual, al menos cuando una persona sin poder está hablando.
Aunque las personas casi siempre saben qué hacer, hacer trampa es incorrecto, su sentido del poder hace que sea más fácil racionalizar el lapso ético del poder.
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