Roberto era un joven introvertido no le gustaba hablar con nadie ni relacionarse con la gente, vivía solo tras la muerte de su madre quien lo había dejado cuando solo tenía 16 años, pero guardaba dentro de sí un gran talento, a diario salía junto a su perro y barria las calles o colocaba un letrero mientras tocaba una guitarra la cual era un viejo recuerdo de su abuelo quien le había enseñado siendo un pequeño, no sabía lo técnico ya que había aprendido de lo que veía en el movimiento de sus manos.
Roberto seguía con su rutina y así pasaron los años, siempre tenía el anhelo de entrar a aquel anfiteatro donde veía cada cierto tiempo un gran letreo que invitaba a participar en un casting de música para diferentes grupos o audiones para las grandes escuelas de arte, pero su inseguridad siempre lo hacía dar un paso atrás.
Un día mientras tocaba una melodía de una vieja canción que le enseñó su abuelo "Hotel California" una joven lo vió y al ver el cartel que decía "ayudame con algo para comer" sintió un profundo deseo e interes por ayudarlo ya que sabia con certeza que ese joven merecía estar en otro lugar por su gran talento, ella era quien coordinaba todo lo relacionado a los eventos del anfiteatro, así que se acercó a él y le ofreció una participación Roberto apenado con el acercamiento de la chica se alejó de ella negando y se fue a su casa, pero no dejaba de pensar en ello, esa noche tocó la guitarra hasta quedarse dormido con ella sobre su pecho, al día siguiente se levantó con unas ganas de asistir a aquel lugar sabía que ese era el primer paso para ingresar a la escuela de música con una beca completa, pero el temor lo invadía.
Decidió que no perdería nada con intentarlo y que si lograba quedar en aquella selección todo habría valido la pena, fue a la anhelada audición y aunque estaba inseguro a la hora de pararse frente a aquellas personas que lo escudriñaban con la mirada cerró sus ojos y sintió las primeras notas de aquella melodia sumiendose en toda la concentración que pudo, el jurado se notó bastante satisfecho y le dijeron que estuviera atento a las listas, pasaron dos días y le daba temor llegar hasta aquel lugar, no quería sentirse fracasado nuevamente.
Al tercer día mientras barría las calles, aquella chica lo abordó con desesperación en su mirada, había quedado entre los músicos seleccionados y tenía pocas horas para la firma y aceptación de la beca, ella llevaba todo el día tratando de encontrarlo, él emocionado corrió junto a la chica e hizo lo requerido para aceptar aquella beca, había logrado lo que por mucho tiempo se había negado a sí mismo vivir.
No se si han podido presenciar a un gran talento en alguna acera o calle pero yo sí lo he visto, y llevando esta historia a la realidad pienso que nunca debemos dejar a un lado nuestros sueños por temor o inseguridades siempre avansar y nunca desistir.
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