"El espacio que hay detrás de la mentira que usurpa la verdad”: J.M. Coetzee.

in #spanish6 years ago

# Salud, estimados estemians. La intención del presente post es invitar a conocer a un autor, J.M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura 2003, en cuyas novelas, como dijo de ellas Nadine Gordimer, otra galardonada autora con ese premio, “…se alcanza el centro neurológico del ser.” Creo que resultaría pertinente su lectura entre los venezolanos y latinoamericanos de hoy.


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Expurgo mi modesta biblioteca. Hay libros allí que pudieran ser más útiles en escuelas o liceos y hasta en la Universidad –aunque estas instituciones ya estén en franca extinción en el país—. Así que voy revisándolos, metiéndolos en cajas o dejándolos en los estantes después de limpiar. Es una labor que, como he comprobado, deja buenas y malas experiencias.

De las segundas, esto de limpiar un polvillo que cae sobre los libros, hecho secular sin explicación posible, más misterioso si estos se encuentran en anaqueles de vidrios. De las primeras, tres novelas completamente como nuevas, aunque debería decir sin uso o, mejor, sin lectura, pero siento todas estas adjetivaciones sin sentido correcto.

Hace tiempo, un amigo me habló entusiasmadamente de un novelista que estaba leyendo con mucha asiduidad: J. M. Coetzee (1940); sudafricano, por más señas de Ciudad del Cabo, laureado en 2003 con el Premio Nobel de Literatura.

Me lo mencionó varias veces y, como suele suceder, otras cuestiones me habían apartado de la idea de comprar alguna de sus novelas que, según él, estaban llegando a cierta librería de nuestra ciudad en sucesivas oleadas.

Un día nos encontramos en esa librería. Y allí estaban, en ediciones sencillas, de bolsillo pero atractivas, que por casualidad eran de una editorial nombrada Debolsillo. Recuerdo haber comprado unas tres o cuatro –eran otros tiempos, sin duda—, siguiendo sus recomendaciones, pero, otra vez por circunstancias que siempre nos retrasan las buenas experiencias, las había dejado en la biblioteca, como otros libros que se quedan allí esperando por lectura.

Pues bien, ahora, allí estaban, entre libros de teoría literaria y las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, impecables en su estado, casi como las había traído de la librería, sólo un poco amarillentas las orillas de las páginas y como esperando por la cita acordada que esta vez no quise demorar más.

Terminé de un tirón Juventud (2004), una recreación magistral de lo que acontece a un joven afrikáner educado en Inglaterra, tierra esta a la que nunca se acostumbró del todo, con la perenne duda de sus actuaciones; y ahora leo La edad de hierro (2004), donde se puede apreciar la maestría de este prosista.

Pero no es la intención de este post abordar la excelencia de este escritor, sino el contenido de la segunda novela mencionada, donde el personaje-narrador, una mujer en la edad de la pre muerte, a la que le han encontrado un cáncer avanzado en los huesos, vive entre este inminente desenlace y la época más intensa del Apartheid. En la novela, cuya estructura es una larga carta a su hija que ha emigrado, expresa sus sentimientos por su esperado final y por el estado trágico de Sudáfrica, partiendo de un vagabundo de raza negra que se ha refugiado en su cobertizo, con el que establece una relación ambigua, ni de amigos ni de amantes, sino de acompañantes en una etapa de extrema dureza.

El quid del post, como decía, es compartir algunos extractos de esta novela, porque pueden relacionarse con una exactitud inquietante a la situación vivida hoy por los venezolanos que no han emigrado:

La televisión. ¿Por qué la veo? El desfile de políticos todas las noches: solamente tengo que ver esas caras toscas e inexpresivas, tan familiares desde la infancia, para sentir abatimiento y náuseas. Los matones de la última fila de pupitres de la clase, chavales torpes y huesudos, ya crecidos y ascendidos para gobernar la tierra. Con sus padres y sus madres, con sus tías y tíos, con sus hermanos y hermanas: una horda de langostas, una plaga de langostas negras infestando sin cesar y devorando vidas. (Pág. 37)

…Ya no se molestan en arrogarse legitimidad. Se han sacudido de encima la razón. Lo que los absorbe es el poder y el estupor del poder. Comer y beber, masticar vidas, eructar. El parloteo lento y con la barriga llena. Sentados en círculo, debatiendo pesadamente, emitiendo decretos como mazazos: muerte, muerte, muerte. Sin preocuparse por el hedor. Párpados pesados, ojos porcinos, iluminados por la astucia de generaciones de campesinos. (38)

… Una manifestación ritual, como las procesiones de obispos encapuchados durante la guerra de Franco. Una tanatografía: mostrarnos nuestra muerte: “¡Viva la muerte!”, es su grito, su amenaza. Muerte a los jóvenes. Muerte a la vida. Cerdos que devoran a su prole. La Guerra de los Cerdos.

Me digo a mí misma que no estoy viendo a la mentira, sino al espacio que hay detrás de la mentira que usurpa la verdad. Pero ¿es verdad? (Ibíd.)

Hay en las novelas de J. M. Coetzee una respiración dramática intensa, conmovedora por la exactitud con que trasmite sentimientos en los que nos reconocemos. Y, en suma, por lo común que resulta a las tragedias nacionales, así sean extrañas y lejanas entre sí, la conjugación de elementos de la maldad para proveer de muerte y desolación a los seres humanos. Invito a leerlo. He aquí una relación de algunas de sus novelas publicadas en español.

Dusklands (1974)
En medio de ninguna parte (1977)
Esperando a los bárbaros (1980)
Vida y época de Michael K. (1983)
Foe (1986)
La edad de hierro (1990)
Infancia (2000)
Juventud (2002)


J.M. Coetzee. Fuente