El estado vegetal.

in #spanish3 years ago



Y eso era lo único que hacía en aquel entonces. Me levantaba, caminaba, me sentaba nuevamente; asomarme por la ventana para ver a la gente pasar y a los gatos treparse en el techo era mi mejor pasatiempo. Algunas veces me miraba en el espejo, recuerdo que mirarme en el espejo no era precisamente un acto consecutivo, ¿para qué ver algo que no reconoces en ese momento?

Caminaba en círculos por toda la casa. Acomodaba la mesa en la sala de estar y a la mañana siguiente la reordenaba porque no expresaba lo que sentía en ese día cuando me despertaba… Podía cambiar las cosas de lugar hasta 5 veces en un día, porque así mismo variaba mi humor y mi forma de ver el mundo; seguía asomando por la ventana, claro, esa era la única acción consecutiva con sentido que encontraba en aquel entonces. Pensaba “tal vez mañana pueda ser como él, que camina tranquilo por las calles con las manos en los bolsillos. Tal vez pueda ser como esa señorita, y llorar mientras camino porque discutí con mi novio por un ramo de rosas en las que se escapó una rosa blanca «Jim, ¿por qué me diste una rosa blanca, Jim?». Pensaba que podría ser cualquier persona o cualquier cosa, siempre y cuando no fuera yo mismo…

Recuerdo que un día no pude levantarme más de la cama y pensé: “finalmente me están olvidando”. Hace tiempo que no salía, que no veía a nadie; personas venían a buscarme, mientras más me buscaban más ganas tenía de desaparecer y fue en ese instante en el que comencé a levantarme, caminar, sentarme y ver por la ventana. Sí me quedaba quieto entenderían que estaba allí, contemplando la existencia, pero si comenzaba a moverme, entenderían que simplemente estaba tratando de comprender esa contemplación que había llevado a cabo los días anteriores a mis movimientos secuenciales dentro de la casa.

Los días posteriores a mi pérdida de movimiento me llevaron a una revelación, mejor le decimos epifanía para que haga más revuelo dentro de la conciencia; no podía mover mi cuerpo porque no lo reconocía. No sabía dónde comenzaba ni donde terminada mi dedo pulgar, no recordaba cómo se veían mis ojos cuando trataban de verse girando frente al espejo. Contemple tantas veces la existencia ajena que olvide por completo como contemplar la propia, además, ya no tenía a nadie que me dijera “me gusta tu manera de caminar” “tienes dedos blancos y largos; tus manos son preciosas”; los había alejado a todos, me había alejado a mí, y todo por el miedo de descubrir quién era ese nuevo yo que se manifestaba frente al espejo y frente a los demás.

Ahora solo existe la máscara, pues no sé qué ha sido del hombre que estaba detrás de ella. Antes podía reconocerme en la simplicidad de ver la cotidianidad a través de la ventana, pero ahora que no puedo moverme, no puedo reconocerme en ningún lugar.

Ya no sé dónde estoy, tampoco sé cómo luzco. El gato que trepaba a los techos cambio, el hombre con las manos en los bolsillos ahora tiene una afuera para fumar y la señorita que lloraba por la rosa blanca ahora solamente prefiere las espinas. Los adornos de la mesa en la sala de estar siguen en la misma posición desde hace tiempo; perdí la cualidad de cambiar y reconocer que estaba cambiando, ahora solamente estoy en estado vegetativo y de ser un vegetal nadie regresa.


¡Hola! En esta ocasión les traigo un cuento corto de mi autoria que surgió de la aparición inesperada del duende de Lorca. Decidí acompañarlo por un dibujo realizado por mi inspirado en una imagen que encontré en pinterest.

¡Espero lo disfruten!