Házle una pregunta a la avenida antes de caminarla

in #spanish5 years ago

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Házle una pregunta a la avenida antes de caminarla. Quizás te responda.

“Y ¿de qué podría escribir hoy?”

Mi respuesta me llegó vía papel. Esa hoja que ven en la foto.

Título: “EL GRAN RELATO (O BIEN, PRÓLOGO PARA UN DECÁLOGO) “ Francisco Caivano.

Andando, leo un párrafo (no se debe hacer, hay escollos en las aceras). Lo bueno es que se te activan las ideas. Aquí el resultado: Tres comentarios sueltos sobre tres citas sueltas de una hoja suelta. Libro Cuerpo, libro Relato, libro Conversa*.

Caivano, he googleado, es un periodista español especializado en cultura y educación y Premio Nacional de Periodismo Cultural. Y la hoja es el prólogo a un decálogo que él dirige a:

“… ciudadanos y ciudadanas que, habiendo sido educados en el amor, cultivo y goce de los libros y lecturas consideran que es un tesoro…”

Creo que me cuento entre los destinatarios.

I. LIBRO CUERPO

Yo tuve un pequeño librito, aún lo tengo, que tenía el feeling de un moleskine. Estaba en la biblioteca de casa de mis padres, era de mi abuelo materno. “Escuchando al Gran Maestro” se llamaba. De tapa dura, rosado, hojas de papel prensa. Me gustaba la sensación de ese libro. Sus cortas historias de la Biblia. Pero es que además, era de un color llamativo y en las manos se sentía… cómodo.

Eso me lleva a lo físico del libro. A la “fisicalidad” (no existe en el DRAE). Lo corpóreo que era el libro.

“Leer”, siendo niña, era además de todo una sensación física. Los libros eran cuerpo, masa. Son un cuerpo. Algo que participa de tu propio calor. Los sostenías en las manos, lo sostienes en el pecho o con tu abdomen, te lo aguantas con las piernas. Un libro tenía olor, color, textura, volumen, rasgos, un determinado talle, una hechura. Un cúmulo de libros podía parecer una excursión al cerro, con su monte, su tierra con raíces y su cielo intermitente, su humedad, sus claros y espesuras, sus insectos felices y sus víboras ocultas.

II. LIBRO RELATO

Caivano:

“Del bisonte de Altamira, de las tablillas sumerias, del papiro y el pergamino, del libro impreso, del libro leído en alta voz, de los millones de libros editados, del futuro del libro on line con todas las bibliotecas del mundo… todo conduce hasta el oído fascinado del más minúsculo oídor de cuentos…”

Lo de oídor de cuentos, que por minúsculo supongo se refiere a los niños, me recuerda que no dejamos de ser oidores de cuentos. Nos encantan las historias, vengan de donde vengan. El cine, los posts de las redes sociales, el periodismo cuando narra, ¿qué son sino relatos? Las lecturas son fragmentos, informes y pormenores de una conversación más grande, y ésta no tiene fin. A veces son cuento, otras son memoria, a veces debate, a veces rumor, tantas cosas. Y el libro, sea objeto o archivo, es un registro, es un vehículo. Tal cual.

III. LIBRO “CONVERSA” *

Caivano:

“… hasta la vida del pequeño aprendiz de lector que trabaja tenaz ante la promesa de los signos del alfabeto… hasta el lector maduro que se entrega en silencio gozoso de oírse decir las palabras de los ausentes.”

Junto con “oidores de cuentos”, me ha gustado la frase de Caivano: “palabras de los ausentes”. Me hago la pregunta:

-¿Quiénes son los ausentes?

-A ver... Los estantes de libros que me quedan, los que he desaparecido ya, los que siempre me acerco a contemplar en otros espacios, son presencias de ausentes. ¡Es cierto! Ausente su autor, su editor, ausentes los personajes muertos o vivos, ausentes quienes me regalaron o vendieron tal o cual ejemplar, ausente el que lo dejó tirado sin querer en un sitio y yo lo agarré, ausentes mis ausentes que lo escogieron una tarde para mi cumpleaños o Navidad, ausentes los citados en esas páginas, ausentes los anónimos dueños anteriores, ausentes los millones que como yo tienen esta o aquella edición… Tantos ausentes y aquí las palabras, listas para activarse o seguir durmiendo. Esa asincronía, esa potencialidad, ese poder callado, esa magia de recuperar y tocar lo perdido, es lo que todavía en este siglo me sigue atrayendo de los libros.

Como un libro era un cuerpo, tenía rostro único en la multitud. Para acceder a él lo llamabas aparte, lo recibías en tu intimidad, y por el tiempo pactado, había exclusividad, complicidad.

Terminarlo generaba logro, al menos, sensación de completar algo importante.

Antes de Internet, explorar los afluentes de una historia no era tan práctico, probablemente. Hoy es gloriosamente infinito: las memorias de una pianista en vivo, si las navegas paralelamente con Google, desembocarán en algo tan infinito como su playlist, artistas favoritos, colegas, lugares de infancia y de paso, sus castillos y veredas.

Un libro “te hace ilusión”, como dicen los españoles.

De la forma que sea, sí, Sr. Caivano, leer es un tesoro. Tal cual reza esta hoja que hoy me encontré en la avenida. Como usted dice, leer es escuchar…

“…con los ojos la inacabable sinfonía de voces de los ausentes.”

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Las fotos son mías.

Significado de "conversa": Conversación, pero coloquial; nos sabe a más cercanía. Sabrosa, nutritiva, por lo general, extendida y memorable... "Una buena conversa".

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