EL ARDID. CAP XI (Novela Corta)

in #spanish6 years ago (edited)


Apocalipsis mística sol nubes y tormenta



CAPÍTULO XI


vista diurna de un cementerio


Mientras Tomás y los obreros se encargaban de la torre del campanario, Azrael se ocupaba de los retablos. Aquellos que estaban en peor estado requerirían mucho más trabajo y atención, pero creía que eso podía ser trabajo de Mariagracia más adelante. La conocía y sabía que, aunque recobrase la noción de quién era en realidad, no volvería. Amaba a los humanos de una forma que no le permitía mantenerse al margen, por eso había bajado aunque no contaba con el apoyo de ningún arcángel.

—Al final, con todo y la confusión de los humanos respecto de él y de su trabajo, poder echarle a perder los planes al maligno lo regocijaba —pensó Azrael mientras trabajaba con un retablo—; y más cuando podía recuperar almas valiosas para el señor Dios —el ángel sonreía para sus adentros.

Al percibir el llamado del demonio había previsto muchos fallos, incluyendo que fuese un ardid. Por ello antes de acudir sopesó sus posibilidades, y estaba preparado. Esta vez asestaría un gran golpe y Nadie lo detendría.

—Aprecio tu fidelidad y buena voluntad, Azrael —el ángel entró en éxtasis al escuchar aquella voz—. Pero recuerda que valoro mucho más el albedrío de los humanos.

Azrael asintió en silencio, contrariado. Sabía a qué se debía aquella advertencia y no volvería a caer en el mismo error. Lucifer ya lo había engañado una vez, no volvería a suceder; él no lo permitiría.

Entre tando, Baltazar fue a ver a Mariagracia. Le preocupaba su estado y sobretodo su seguridad. Era consciente del poder del ángel de la muerte, pero no estaba tan confiado como Azrael de poder llevar a cabo todo aquello con éxito; ¿quién mejor que él para saber de qué era capaz el maligno?
—Tranquilo, mantente tranquilo y todo saldrá como lo planeaste —se repetía en voz baja camino a la medicatura.

Baltazar sintió que le seguían de cerca y usó su poder para encubrir su aura; quería al menos verla y asegurarse de que estaba bien. No era propio de él dejarse influir por sus emociones humanas, pero desde que había compartido intimidad con mariagracia, cada vez le era más difícil mantenerlas a raya.

Entró en la medicatura con sigilo cuando se hubo asegurado de que tenía el campo libre.

Mariagracia descansaba en una cama en una de las pequeñas habitaciones de la medicatura. Lucía serena, como si solo estuviese disfrutando de un sueño profundo. Joaquina, en un lateral de la cama permanecía quieta sin moverse; daba la impresión de estar hipnotizada por los pitidos que producía el monitor cardíaco que tenía a su lado y que iba registrando los latidos de aquel corazón. Ver a Mariagracia ahí tumbada le había distraído un instante; sin embargo, se puso alerta de inmediato. Al otro lado de la cama, una figura alta y corpulenta parecía estar montando guardia. Poseía una energía y un aura demasiado potente para ser un simple humano, por lo que dedujo que se trataba del ángel custodio que había designado Azrael para cuidar de Mariagracia. Se relajó solo un poco al confirmar sus sospechas.

La tensión del hombre se hizo evidente. Baltazar suspiró de forma casi imperceptible; le fastidiaba su reacción pero prefería eso a un ángel relajado y confiado. El ángel se giró con lentitud para dejar de mirarle de soslayo. Al verlo a los ojos frunció el cejo.

Había sido informado por el mismísimo Azrael de lo que estaba sucediendo, pero aún así no dejaba de experimentar recelo por la presencia de un demonio superior tan cerca de aquellos frágiles humanos.

Confirmando que todo estaba en aparente calma, Baltazar decidió retirarse y volver a la iglesia. Prefería no permanecer demasiado tiempo cerca de Mariagracia; temía que Tanya comenzara a sospechar y echara por tierra todo, poniendo sobre aviso al maligno.

Regresó atravesando el viejo cementerio. Para Baltazar, campo santo era un lugar de admiración, no de miedo; a diferencia de los humanos, quienes solían asociarlo con una animadversión profunda.

Caminando entre las tumbas sintió una presencia etérea que iba cobrando forma y absorbiendo poder.

Bloqueó su propia fuente y se puso alerta. A mitad de camino la observó. En principio no la había reconocido, pero viéndola más de cerca no cabía duda, era ella.

—Tú, hijo del mal, adorador de Satanás —Baltazar veía aquel dedo señalándole, acusador.

—¿qué quiere? —Baltazar se cruzó de brazos frente al fantasma.

—que te alejes de este pueblo, que vuelvas al inframundo.

—¿Es en serio? —el fantasma temblaba de furia al escuchar el tono burlón del demonio.

—¡Aléjate de ella!, devuelve lo que robaste y lárgate —Baltazar comenzaba a perder la paciencia con aquel numerito, pero le intrigaba a dónde quería llegar la mujer, así que se plantó frente a ella, desafiante.

—Y si no lo hago, ¿qué? Traerás aquí a un ejército de fantasmas? —La mujer desapareció y reapareció a sus espaldas. Un frío que pelaba le iba calando cada vez más hondo.

—No te atrevas a desafiar lo que no conoces —amenazó la mujer—. No tienes idea de a quien sirves, ni de qué provocarás si no te marchas.

Baltazar sintió la tierra moverse bajo sus pies y alzó las cejas, sorprendido. De la tierra iban brotando cientos y cientos de entidades; unas más etéreas que otras, pero sin duda con poder. Un poder que estaba fuera de su alcance.

Aquella mujer cobró materia, casi parecía haber vuelto de la muerte como humana.

—Te lo advierto por última vez, vuelve al inframundo de donde nunca debiste de salir.

Baltazar sintió venir el ataque pero no pudo hacer más que proteger su propia fuente de poder. Los fantasmas unían sus ondas de poder y lo pasaban a aquella mujer que le atacaba con fuerza, insuflando un frío aterrador que comenzaba a relentizar su flujo sanguíneo, provocándole un dolor inenarrable.

La tierra temblaba todavía más, agrietándose bajo sus pies. Baltazar intentó atacar a la mujer, pero su poder le atravesaba sin causarle daño. Baltazar abrió los ojos como platos, incrédulo. Era una sin alma, se suponía que eso solo era un mito, una leyenda.

Baltazar pensó en Azrael. Intentó llamarle pero se sentía cada vez más entumecido.

—No permitiremos que él gane, no dejaré que la tenga a ella también —gritaba la mujer, atacando cada vez con más fuerza.

Baltazar se tambaleó cayendo de rodillas. Una niebla densa y viscosa se acercaba para envolverle, congelando a su paso todo lo que tocaba.


Niebla repugnante desde el bosque


Con las manos apoyadas en la tierra pensó en mariagracia y lágrimas de sangre brotaron despacio de sus ojos, dejando un rastro sanguinolento a su paso.

—¡Basta ya! —ordenó una voz de ultratumba que Baltazar conocía bien.

Los ataques cesaron de inmediato.

—Te advertí, Graciela, que no intervinieses en este asunto, ¿qué parte no te quedó clara? —la mujer bajó la mirada, posando sus cuencas vacías sobre Baltazar.

—Es su siervo, es un demonio que terminará desatando el infierno en la tierra —Azrael se tronó los dedos, impaciente.

—y tú has estado a punto de ayudar a quien tanto odias —la mujer alzó la cabeza; su rostro mostraba un rictus de dolor y repulsión.

—Vuelve a tu dimensión —ordenó Azrael—; volved todos ahora y dejad en mis manos este asunto.

Baltazar, postrado a gatas en el suelo, observaba de soslayo la escena, sin terminar de comprender qué coño había ocurrido.

Los fantasmas obedecieron, todos menos Graciela que seguía parada frente a Azrael.

—Si te equivocas, la historia se repetirá —aquel tono de amenaza quedó suspendido en el aire mucho después de que la mujer desapareciera.

—¿qué coño ha sido esto?

—Imagino que sabías quien era, ¿no?

Baltazar asintió dándose vuelta dejándose caer boca arriba, agotado.
—Sé quien era, pero no entiendo ni su ataque, ni por qué no pude defenderme —masculló entre dientes Baltazar, mientras Azrael le miraba de pie, apoyado en uno de los monumentos fúnebres.


Vista tenebrosa de un cementerio


—Tener sexo con un ángel tiene sus secuelas, ¿no lo sabías?

—No suelo ir follando con ángeles ni aquí, ni en otra dimensión —Azrael asintió con un movimiento de cabeza ante la franqueza del demonio.

—¿Y bien?

—Graciela fue violada por tu señor, es una sin alma que logró sobrevivir y se aferró a la religión como tabla de salvación hasta que por razones obvias dejó de existir —Baltazar entrecerró los ojos, la incredulidad se asomaba sin discreción en su expresión.

—Para qué iba a mentirte con algo así, no tiene sentido.

—Me estás queriendo decir que Mariagracia es fruto de esa unión, que ella es…

—su cuerpo es fruto de la unión, sí, su alma no —aclaró Azrael—. No creerías que dejaríamos a un hijo del maligno en este plano, ¿no?

Baltazar negó con la cabeza. Desde luego, era lógico pensar que no dejarían que una criatura así vagase entre los humanos.

—Ponte en pie —ordenó el ángel—. Estamos demasiado expuestos aquí y ni mi poder es inagotable.

Baltazar obedeció. Estaba débil, pero podría ocuparse de ello en breve. Sin perder tiempo ambos abandonaron el cementerio tomando rumbo a la iglesia.

Apartando el incidente en el cementerio, la semana había transcurrido con demasiada calma. Baltazar comenzaba a crisparse de los nervios. Se forzó a mantenerse sereno. Los trabajos en la iglesia estaban por terminar. En dos días estaría todo acabado y la iglesia entregada. Eso les daría el tiempo suficiente para preparar el acto anual de reyes que serviría como inauguración del templo. Procuró no visitar mucho la medicatura durante esos días. Había notado que volvía a ser espiado por Tanya.

Esa noche, al regresar a su habitación la encontró esperándolo.

—Mi señor te ordenó matar a la humana y entregarle su alma. ¿Qué mierda estás esperando? —Baltazar observaba a la súcubo sin inmutarse.

—Te he dicho hasta el cansancio que no tengo porqé darte explicaciones.

—Puede que a mí no, pero al maligno sí —murmuró Tanya controlando la ira que le provocaba el desprecio de Baltazar—. Dudo que con mi señor te atrevas a usar ese mismo tono —Baltazar vio cómo Tanya jugaba con el reloj de arena.

—Se las daré, no tienes que preocuparte por ello. Ahora vete. No tengo paciencia para seguir escuchándote —La mueca de asco de Baltazar tuvo sus efectos en Tanya.

—Solo me resta decirte, que el maligno dio orden de matarla si no lo haces tú.

Baltazar no perdía de vista los movimientos de Tanya. Se mantuvo en tensión hasta que la súcubo dejó el reloj en la mesita.

—No hará falta matarla —murmuró Baltazar—. Sabes que los humanos no sobreviven mucho tiempo sin su alma —el excrutinio de Baltazar fue más que sutil. Mientras hurgaba en sus pensamientos para ver qué efecto había tenido aquello pensaba en las alternativas para acabar con aquella súcubo. Como había esperado, aquella información la había cogido por sorpresa; Tanya era una súcubo con poca antigüedad.

—Si eso es cierto —dudó Tanya—, entonces ¿porqué la orden de matarla?

—El maligno puede estar demasiado ansioso por terminar con todo este asunto —respondió Baltazar—. Evaluando la situación, Tanya, no es necesario levantar sospechas cuando ya está todo tan cerca —Tanya entrecerró los ojos poco convencida, pero Baltazar pasó de su expresión—. Si muere sin intervención maligna, mi señor tendrá más tiempo y ventajas sobre los del otro lado. Si la mato, llamaremos la atención y te aseguro que el otro lado estará sobre aviso.

Baltazar había lanzado su farol. Ahora solo le quedaba esperar.

En instantes la habitación se oscureció.

—¡Un plan brillante! —Tanya se estremeció con la excitación del maligno que, pocas veces derrochaba semejante satisfacción.

—Gracias, Mi señor —Baltazar hizo una pequeña reverencia sin perder de vista a Tanya.

—¿Por qué no le entregas de una vez el alma a mi señor? —Baltazar contuvo las ganas de arrancarle la cabeza a la súcubo.

—Si mi señor la desea, no tengo inconveniente —Tanya no pudo disimular su sorpresa—. Aunque no veo la prisa. Podría hacerlo en dos noches cuando haya terminado con la iglesia y pueda desaparecer sin que nadie sospeche nada —Tanya observaba a Baltazar intentando dilucidar si era un ardid, pero no tuvo nada de qué asirse para sembrar cizaña.

Baltazar se tiró otro farol esperando resultar convincente.

—Tienes razón, Baltazar —el demonio respiraba procurando mantener el control absoluto de sus emociones humanas mientras el maligno hablaba—. No hay tanta prisa. Te concederé las dos noches que me pides para que me entregues la llave que me permitirá abrir la puerta hacia el otro lado.

Baltazar se quedó inmóvil mientras la voz del maligno iba apagándose con lentitud reverberando contra las paredes de la habitación que volvió a iluminarse.

—¿A qué esperas para largarte, Tanya?

Tanya estaba hecha una furia. Mirando a Baltazar con todo el desprecio de que fue capaz, desapareció tras su señor.

Baltazar exhaló todo el aire que llevaba contenido. El final estaba cerca.

Continuará....


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Las imágenes que acompañan este texto han sido tomadas de PIXABAY.COM

Sort:  

Voy siguiendo la trama. Me parece que escribes muy bien porque la historia va desarrollándose mientras que el narrador se toma su tiempo para dejar ver características de los personajes, todo a su tiempo.
Gracias por compartir y saludos...@halenita.

Hola, @sandracabrera.

Mil gracias por tu visita, tu tiempo y sobre todo por compartir tus impresiones que, son muy valiosas para mí.

Me alegra si te gusta.

Un abrazo muy fuerte en la distancia.

Excelentes la imagenes ni hablar del relato... me atrapo...

Hola, @meyrale.

Muchas gracias por tu visita y por compartir tus impresiones.

Me alegra muchísimo si te ha gustado este capítulo y te invito a leer el resto.

Un abrazo fuerte en la distancia.