Las musas siguen guardando silencio,
yo les coloco ofrendas;
pasan de ellas con desprecio.
Quizá los mensajeros no llevan mi mensaje,
quizá piensan que he muerto por el virus mutante;
y mientras las espero.
Crecen dentro de mí los miedos, las tormentas,
se quedan atorados y por dentro me pudren.
Necesito la mano de mis cálidas musas,
que saben disfrazar el veneno con dulce.
Gracias por la visita, estimado Velazquez