SPANISH El Enigma de Baphomet (317)

in #spanish3 years ago

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Siempre nos decía que los que tienen fama de buenos profesores es porque están esquizofrénicos al tener que mostrar dos personalidades cada día: la de actor en el escenario de la tarima y la de la vida diaria; pero aquí se mostró cuerdo al no poder disimular su nerviosismo cuando acarició de nuevo los viejos y sucios pergaminos que primeramente Roderico había escrito, después, Martín había lavado algunos de ellos y, una vez secos y algo emborronados, Ferrán Gotier, el Magnus, escribió en la soledad de los montes Aquilanos hace setecientos años:

“Permanecí inmóvil en el fondo del pozo mientras oía a Roderico hablar con mis perseguidores. No tardaron mucho tiempo en desaparecer las voces. Me envolví en la capa mientras estuve allí abajo.
Al cabo de un rato ya no se oía nada, y me dispuse a subir agarrado a la cadena. Primeramente tiré de ella hasta que el cubo en la otra punta quedó trabado en la polea. Le di unos tirones fuertes para comprobar que estaba segura, no siendo que, cuando fuera por la mitad de la escalada por la pared del pozo, se desprendiera y cayera al fondo. Dios me acompañó en la subida pues, poco a poco, poniendo los pies en las llagas de las piedras y ayudado por la cadena a la que me agarraba con todas mis fuerzas, a duras penas llegué al brocal del pozo con dolor de brazos y de piernas. No había nadie, pero este escondite, que ya había sido explorado, sería el más seguro en lo sucesivo.
Volví a las cuadras y tenía frío. Me acurruqué contra la barriga de la vaca que estaba echada rumiando y pensé cómo podría solucionar el bajar y subir del pozo con más facilidad de la que había tenido.
Durante un rezo del coro me acerqué al almacén de las herramientas de las construcciones y hurgué por todos los rincones. Las láminas de plomo quizás me valdrían. Volví al pozo a por el cubo para llenarlo de plomo.
Sobre un tueco redondo que hiciera el papel de fiel de una balanza coloqué un tablón a modo de columpio del juego de niños; coloqué, en un extremo, el cubo lleno de tiras de plomo, y en el otro extremo me puse de pie hasta que el peso del cubo y el de mi cuerpo estuvieron equilibrados. Le cosí un trozo de quilma vieja de lino haciendo de tapadera, y tuve que descoserlo de nuevo y llevarlo al pozo de tres viajes porque cuando probé a levantarlo del suelo no podía con tanto peso.
Funcionó el invento rudimentario haciendo que el cubo fuera el contrapeso de mi cuerpo suspendido, de tal manera que probé bajando al pozo dos tablones y unos palos para apuntalarlos y que me hicieran el refugio más cómodo por si acaso tenía que utilizarlo de nuevo. La facilidad fue pasmosa tanto en la bajada como en la subida. También bajé un colgadero de manzanas por si acaso alguna vez tuviera que permanecer durante largo tiempo. Como Roderico ya no apareció para traerme las cazuelas de sopas que acostumbraba, supuse que tendría serias dificultades o que daba por supuesto que con los colgaderos, leche y huevos crudos podría subsistir perfectamente. No estaba la cosa como para riesgos después de haber tenido que distraer a los soldados que me persiguieron hasta el pozo.
Perdí la noción del tiempo y no daba crédito a mi desmemoria, porque llegó el momento en que no me acordaba de las noches que había pasado entre las pajas, cuando de madrugada oí voces a lo lejos y no dudé en esconderme de nuevo en el pozo con la capa de cuero por si tenía que pasar allí mucho tiempo sentado en los tablones. Bajé tranquilamente y dejé trabado el cubo lleno de plomo en la polea. Cuando estaba abajo oí que alguien me llamaba pero no era la voz de Roderico. Este fue el momento de mi mayor peligro, me vi perdido y encomendé mi alma y me arrepentí de todos mis pecados porque ya vi la muerte encima, pero conseguí recuperar la calma y extender la capa sobre el agua

No tuve más remedio que meterme en el agua. La capa hizo una pompa y yo me oculté debajo sosteniéndome en el agua porque no hacía pie, con la cabeza fuera, respirando, bajo la capa, el aire de la pompa. Estuve a punto de caer en la trampa cuando me llamó por mi nombre e incluso me dijo que él también era un templario perseguido, que si estaba en el pozo que saliera, que no había ningún peligro y que me refugiaría con él en la Atalaya en las rocas salientes del camino, donde nadie podría vernos.