Existe cierto consenso al señalar que la Primera Guerra entre Lura y las Ciudades Gemelas ocurrió al menos dos mil años antes de la Gran Peste. Los registros acerca del origen a conflictos anteriores y las raíces de la enemistad legendaria entres estas dos civilizaciones son confusos y apresurar conclusiones al respecto es arriesgado. Lo que sí se sabe es que desde el principio los hombres de la costa resultaron tener una notable habilidad para la herrería y la metalurgia. Fabricaban armas portentosas y forjaban un acero como no había otro al norte del continente. Las dos ciudades apenas estaban separadas por un puente que flanqueaba un abismo bajo el que el mar excavaba la roca con sus olas violentas, extrañamente siempre hubo cierto sentido de permanencia natural entre los ciudadanos de cada ciudad, considerándose más que aliados, hermanos, hijos de la misma sangre. Hombres altos, de piel parda y cabello negro y liso, con unos ojos verdes casi amarillentos, de carácter soberbio, altivo, belicosos por naturaleza. Pronto controlaron toda la costa y las cabeceras de los ríos , explotaban el hierro en la Sierra Alta y extendieron sus dominios hacia el oeste a todo lo largo de la cordillera costera. Las ciudades que más tarde se conocerían como Solonia y Zámicras comenzó a considerarse la potencia del norte aún cuando no había entrado en contacto directo con sus vecinos más cercanos.
A menos de cuarenta leguas del delta, prosperaban unos hombres altos de piel pálida, de cabellos y ojos claros, no tan diestros en el manejo de los metales pero que poseían algo que los señores de la costa no poseían, algo con lo que edificarían su poderío futuro, algo que los convertiría en una potencia tan grande como sus vecinos: la magia. Con magia controlaron fuerzas que moderaron la inclemencia de la naturaleza, aprovecharon al máximo las virtudes de la tierra, gozaron de una salud de piedra y pronto edificaron una ciudad majestuosa en la que sólo había espacio para el progreso. El conocimiento hizo florecer una cultura espléndida, una ciudad y un reino que se mantendrían radiantes en el tiempo, brillando con luz propia. El Reino de Lura. Cuna de las artes druídicas, de los estudiosos académicos, de los magos y hechiceras.
Por un tiempo se acercaron posturas entre los reyes y representantes de las civilizaciones, se pactaron acuerdos, se buscó el trabajo en conjunto, y es aquí donde los historiadores perdieron el hilo de la historia, no se sabe a ciencia cierta cual fue el detonante del odio entre las potencias. Algunos aseguran que fue el despótico mandato del rey zamicrano que intentaba apoderarse a la fuerza de unos campos pertenecientes a Lura, campos que se habían trabajado durante años con influencia mágica, pero el rey alegaba que se encontraba en terrenos de Solonia y podía disponer de ellos pues habían sido creados sin su consentimiento, otros dicen que el total dominio de la costa por parte de los solonios y el control inflexible que ejercían sobre el comercio desesperaban a los lurianos, pero tal vez el rumor más extendido y para muchos el único lo suficientemente documentado fue el asesinato de los Clérigos de Germain, un grupo de religiosos que vivían en constante peregrinaje por los caminos del norte. Los zamicranos afirmaron haberles dado muerte por violar la prohibición de practicas religiosas en su territorio, algo que Lura consideró un atropello y una clara provocación luego de años de comunión con los clérigos y por la manera cada vez más violenta en que actuaban los señores de las Ciudades Gemelas, lugar donde estaba vetado el uso de la magia y cualquier manifestación religiosa o de culto.
No tardarían en estallar los primeros enfrentamientos al momento de trazar los límites de la frontera, el acoso continuo a los clérigos, el impuesto exorbitante para navegar en aguas zamicranas, los ataques a la población civil, la ola de bandidaje desenfrenado que arrasó y saqueó las periferias de Lura ocasionaría el primer conflicto. Lura había comenzado a levantar sus murallas mientras Solonia y Zámicras se preparaban para marchar contra los endebles y desprotegidos hechiceros, menospreciando a su rival y apresurándose a vislumbrar una victoria rápida que terminaría por convertirse en un conflicto bélico que duraría más de ciento cincuenta años. La rueda del horror y la matanza comenzaba a girar.
Imagen vía pixabay
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