Siempre le tuve algo de miedo a la página en blanco. Hace tiempo me dediqué a redactar de forma abstracta acerca de ello pero hoy me he vuelto a cuestionar acerca de ello.
No es algo muy complejo. Estuve pensando y dando mil vueltas acerca de qué escribir; y dio la casualidad de que hace no mucho me encontré con una página en blanco, y una gama de colores infinitos (haciendo honor al concepto teórico de la onda) surgió de ese aparente vacío.
Estuve cuestionándome un sin fin de veces acerca de qué debería hacer al escribir algo de nuevo. Compartir para mí es expandir, pero me gusta que el valor de lo expresado brille y vibre siempre en los lugares más altos; por eso, entre tanto ajetreo mental sobre qué debería o no hacer, se pierden los segundos hasta dejar un vacío eterno entre la intención y la acción.
La duda extingue el brillo que el miedo nos esconde.
No quiero extenderme mucho y prefiero que esto sea una publicación sencilla, quizá abusando un poco de la sencillez, pero es una buena forma de retomar viejas sendas.
Sobre la página en blanco: La breve introducción va con el fin de exhibir un breve poema que se me dio por hacer hace no mucho. Me topé con una de las tantas páginas en blanco que uno se encuentra, y tuve un grato recuerdo del sonreir de mi estimada.
¡Disfrútenlo!
La última página
me muestra una infinita gama
de colores reflejados
en el profundo vacío
de ideales invisibles.
Se asomó tu nombre, por cierto,
—con longitud azulada—
y al pestañear, junto a un esbozo,
dilucidé aquellos colores
que el infinito blanco me mostraba.
Y mientras tanto, sin querer,
las blancas perlas del silencio
pintaron tu sonreír.
Una de las mejores cosas de escribir (y leer) es disfrutarlo. Saludos :)
Es como dicen sobre lo mejor de estar vivo: Vivir. ¿Cuela, no?