Escribir, ¿es un medio de comunicación? | RELATO

in #spanish4 years ago

Escribir, ¿es un medio de comunicación? | RELATO


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Pixabay

“Escribir es un medio de comunicación”, María no sabía la cantidad de veces que había leído esa frase en el ordenador. Pasó toda la noche investigando, leyendo, indagando y buscando toda clase de artículos sobre el arte de la escritura para su informe de postgrado y siempre se topaba con la misma frase.

Faltaba media hora para que el sol dominara el firmamento y ella, sin sueño ni cansancio, apagó el ordenador y se dirigió a la cocina sintiendo la mella de la frasecita en su cabeza: “Escribir es un medio de comunicación”. Respiró profundamente intentando olvidarse del asunto mientras se preparaba la tercera ración de café, pensando en otros temas menos relevantes. Después de tomarse un par de tazas y mordisquear pan dulce escribió en una hoja de papel una receta que la noche anterior le habían facilitado, tratando de recordar los ingredientes que ese día debía comprar.

Garabateó en letras apuradas el procedimiento y luego se encerró en la terraza colocándose los parlantes del iPod, dejando que la música más estridente de Guns and Roses bloqueara su mente mientras corría a toda velocidad en su bicicleta estática.

Una hora después, y con la luz del sol calentando su espalda, María se bajó de la bicicleta empapada de sudor. Al entrar en la cocina, Danilo, su esposo, había preparado el desayuno, aseó la cocina y hasta compró el diario, llamando alarmantemente su atención.

Lo observó extrañada, viéndolo ojear despreocupado el periódico cómo si un ser de otro planeta hubiera invadido su cuerpo, pero prefirió callar antes de armar un drama, como ocurría todas las mañanas. Ya era hora de cambiar de actitud y comenzar a aceptar las pocas buenas cosas que le daba la vida.

Danilo levantó disimuladamente la mirada del periódico y la observó por unos minutos, esperando con resignación la cantaleta. Pero María, con una leve sonrisa en los labios, ignoró a su marido y se adentró en la habitación para darse un baño. Dejándolo un poco perturbado.

Un rato después salió limpia, olorosa y muy bien peinada del cuarto, dispuesta a salir. Afuera, su hijo mayor jugaba con su PlayStation en silencio, actitud fuera de lo normal, siempre gritaba y golpeaba cosas como si estuviera practicando un deporte de contacto. Al pasar por su lado, el chico le dirigió una mirada suplicante, sin decir palabras, esperando la típica discusión sobre la inutilidad del aparato y la necesidad de hacer algo productivo en su vida. María ya estaba cansada de decirles a los demás cómo debían actuar. De ahora en adelante sólo se interesaría en ella misma.

Salió a la calle y se perdió toda la mañana en asuntos sin importancia, con la intención de alejarse un buen rato de su casa. Fácilmente se distrajo en una librería, pasándose la hora de la comida. Regresó a la carrera pensando en que los vagos de sus hijos y su esposo se estarían comiendo las suelas de los zapatos esperándola, así tuvieran el pan y la mantequilla frente a ellos. Pero quedó impactada al observar que su hija de quince años había preparado el almuerzo, sin quemar nada ni romper ningún plato, y el resto de la familia había colaborado en la limpieza de la cocina y hasta en el lavado de la ropa, sin haberse agredido en el proceso.

La mujer los miró atónita, viéndolos reunidos en la sala sentados juntos sin discutir. María quedó sin habla, pensando por un momento que se había equivocado de casa.

Ese día, quizás por la falta de sueño o por el estudio agotador, se había cansado de todo. De discutir, de sembrar inútilmente responsabilidad en sus hijos o atención en su marido. Se hartó de ser ignorada, rechazada e incomprendida, y pensaba cambiar, preocuparse más por ella que por los demás. Pero al parecer, su familia se le adelantaba en la intención.

Mientras cada miembro se ubicaba en silencio en sus asientos esperando que ella se incorporara para repartir los alimentos, María se dirigió rápidamente a la cocina. Necesitaba unos minutos a solas para asimilar lo que sucedía. Apoyó una de sus manos en la cintura y la otra en la mesa, mirando a cada rincón para detectar qué se encontraba fuera de lugar.

Sobre el mesón estaba el papel que había escrito horas antes, con la receta que le habían recomendado para eliminar las indeseables palomas que invadían su terraza:

Mezclar dos sobres de veneno de ratas en 1/4 kg de arroz cocido, colocarlo en un envase y agregar un poquito de agua, lo suficiente para que el arroz se humedezca con el veneno y pueda ser consumido sin molestias. Una pequeña dosis da resultados inmediatos.

No se necesitaban más palabras. La escritura era más efectiva que vociferar un carnaval de improperios. Con una sonrisa triunfadora en el rostro regresó al comedor, para disfrutar del almuerzo que su familia le había preparado. Confirmando lo que había aprendido muy bien durante la noche: “Escribir es un medio de comunicación”.

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