En tus sueños los puedes ver

in #spanish7 years ago

Ha sido un largo día y al fin estás en casa. A pesar de tener varias responsabilidades pendientes tu cuerpo no puede más. Con movimientos autómatas entras al cuarto y te las arreglas para quitarte los zapatos al mismo tiempo que te estás acostando en la cama. No es tarde, pero tu espalda te pide a gritos que te acuestes un rato. Luego de cerrar la puerta del cuarto inicia el ritual.

Dejas el bolso cargado de cuadernos de la universidad de un lado mientras afincas una primera rodilla en la cama, te abalanzas hacia ella y logras afincar la mano del mismo lado del cuerpo de esta rodilla, la mano derecha, mientras que con el pie izquierdo sacas el zapato de una manera tosca que sabes que sólo acortará el tiempo de vida del calzado, pero en estos momentos no te importa, te encuentras desesperado por comodidad. Con la otra mano te equilibras y desciendes definitivamente en la cama, deslizando el pecho por ella mientras llego al punto adecuado. El abdomen se siente abrazado y los músculos de la espalda se liberan de una tensión que los mantenía calientes. La cabeza queda sobre la almohada mientras las manos reptan por debajo de ella, acomodándose entre la tela fría por la falta de calor humano durante el día y liberándose de tensiones y preocupaciones. Aún luego de esto quedan ambos pies en el aire, al borde de la cama, uno de ellos aún con un zapato. Dirías que deberían hacer camas más largas, pero lo prefieres así. El pie libre concede la libertad a su gemelo opuesto para juntos respirar el aire nuevo y quedar inmóviles uno al lado del otro. Finalmente tu cabeza, con los ojos cerrados, queda dirigida a la derecha, y puedes escuchar el silencio que viene acompañado del sonido de los sapitos en la lejanía.

En medio de una inmensa calma en la que sientes todos los músculos relajarse al mismo tiempo, comienzas a pensar en algo que pronto olvidas. Los pensamientos se empiezan a desvanecer a los pocos segundos y empieza el hormigueo. Comienza en las manos y en los pies. Una especie de vibración, una sensación similar al hormigueo que produce la reconquista de la sangre de los espacios donde una presión invasora la tenía excluida, si embargo no es exactamente igual, porque más que un hormigueo es una vibración.

Comienza en las extremidades, en las puntas de todos los dedos, y va avanzando. Poco a poco empieza a sentirse más cercano al tronco hasta que se generaliza tanto que se vuelve imperceptible. Deja de ser el elemento extraño y se convierte en la regla. Pero ya la vibración no importa porque llega el cambio de escena, brusco y sin transición. El tiempo deja de importar así como la sensación del cuerpo a excepción de la cabeza, que empieza a llenarse de helio y se siente ligera.

El cambio de escena ocurre aunque el entorno es el mismo, la cama sigue siendo la misma cama pero tú no sigues siendo el mismo tú, eres más ligero. La sensación de la cabeza se ha expandido y ha llenado hasta las extremidades reemplazando la vibración. Aquí es cuando llega el miedo.

Sientes que puedes ser libre volando lejos de tu limitación terrenal por un tiempo, pero como todo ser humano le tienes fobia a ser libre. Lo analizas bien y decides no alejarte. ¿Qué pasa si te pierdes? ¿Y si no logras volver? Son algunas preguntas que te pasan por la mente. En ese momento decides limitarte a ver tu antiguo cuarto siendo un nuevo tú, y notas algo distinto. Te das cuenta de no estás solo.

Este sujeto está cerca de ti pero no lo ves realmente, es como si tuviera una capa de invisibilidad barata que permite definirlo sólo a partir de la distorsión de la luz a su alrededor. ¿Qué querrá? te preguntas, pero inmediatamente piensas que no puede ser algo bueno, si no, ¿por qué se ocultaría?. Le dices que se vaya, pero no lo hace así de fácil, tienes que ahuyentarlo por tu cuenta, tienes que hacer facultad de nuevas libertades para alejarlo. Entonces dices con claridad un imperante VETE y ocurre algo que no esperabas: cientos de luces borrosas empiezan a pasar junto a ti dejando estelas, todo se ve confuso como una nave interestelar entrando en el hiperespacio, te sientes más y más débil puesto que todas esas luces vienen acompañadas de una extraña presión que debes soportar con tu cabeza. Contienes tu fuerza y la administras para seguir insistiendo en la misma sentencia Vete... vete... vete...


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La presión desapareció de golpe y te percatas de que estás solo de nuevo, puedes volver a ver con claridad. Definitivamente tanta libertad puede ser peligrosa, siempre habrá algo o alguien que prefiere que no la tengas. Será mejor volver al antiguo tú. Cuando lo decides tu visión se desenfoca y se vuelve a enfocar a la par que das una enorme bocanada de aire e irónicamente tu ligereza se va, resulta que el tú libre no respiraba, no le era necesario y ya habías olvidado cómo se sentía. Sientes que despertaste de un sueño, pero no estás seguro de catalogarlo como tal, ni siquiera de si alguna vez te dormiste porque volviste a ser el antiguo tú en la misma posición que tenías que era distinta a cuando comenzó todo, lo único que sabes es que se sintió real, malditamente real; que al volver te faltaba el aire y tu corazón latía muy rápido; y que ese sujeto, o esa cosa, ya había estado antes contigo, no sabes qué era o a qué grupo pertenece pero su presencia se te hacía familiar porque ya la habías sentido.

Tal vez sólo fue un sueño, tal vez sólo fue una alucinación, tal vez nunca fuiste libre y esa cosa no existe. Pero te sigue pareciendo más divertido pensarlo de la otra manera, que existe una forma entrar en un espacio de libertad, pero que también es un espacio con sus propios vigilantes secretos, esperando que alguien más los pueda ver.


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Buena descripcion de toda la realidad de ese momento