Iba hablando con el móvil, las veinte mil cosas que hablas cuando tienes un hijo pre púber y una hija de un año, hablas hasta de más. Noté el tirón, la mano como que se abrió sola y ahí iba él, en su patinete, un chavalito un chusmilla de los muchos que abundan por el centro de cualquier gran ciudad.
Reaccioné de forma violenta con una mezcla de rabia y frustración, me lancé corriendo detrás de él al grito de "me ha robado, al ladrón al ladrón", Lo tuve que poner nervioso ,corría tras él, el patinete no daba mucho de sí, la distancia se iba acortando a pesar de ir a pulmón tendido gritando como una loca.
El chaval, acojonado empezó a callejonear con tan mala suerte que acabó en una calle sin salida, me acerqué pero no estuve a su alcance seguía gritando, los vecinos de los balcones colindantes iban asomándose, se empezó a percibir más movimiento, lo tenía acojonado.
Los dos mundos, se unieron en un instante fugaz, aparecieron varias personas del portal cercano, la paliza que le dieron al chaval fue increíble. Asistí en una mezcla de placer y terror paralizada hasta que la llegada de la policía, puso fin al linchamiento.
Recuperé el móvil, valor ninguno, está hecho polvo, no vale más que los recuerdos de este último año, me Ruiz mojada de sudor y con dolor en la garganta, en el suelo del callejón, quedaban como testigos mudos la peluca roja y el patinete, de lo que había pasado...