Al caer la noche

in #spanish4 years ago


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El sol resplandeciente iluminaba de forma exagerada cada palmo del prado, mientas cuatro estudiantes de noveno grado corrían entre la maleza. Aún llevaba sus uniformes al estilo de marineros y gran parte de los pantalones se encontraba lleno de tierra. A pesar del sudor que les corría por la frente y la nuca, se veían felices.

Disfrutaban con gran entusiasmo su libertad, sentían la brisa en su rostro y a pesar de tener los cachetes rojos por el sol, seguían brincando y gritando.

Así estuvieron hasta que el sol decidió ocultarse, y por fin pusieron fin a su diversión. Sus padres pronto volverían del trabajo y debían encontrarlo en casa o les caería una buena reprenda.

Con menos energías, recogieron los bolsos que habían dejado debajo de un seto y emprendieron su regreso de forma automática por aquel camino que tanto conocían.

Sin embargo, cuando habían atravesado la mitad del camino, el ruido de una rama al quebrarse los hizo quedarse estáticos. Miraban a su alrededor nerviosos, pero ya el sol se había ocultado y la poca luminosidad de la luna no traspasaba las nubes en lo alto del cielo. Así que no veían nada más a su alrededor que ellos mismos.

Como un instinto los cuatro chicos sintieron que debían correr, y llegar lo antes posible a la tienda de rosquillas que era el lugar habitado más cercano a aquella pradera.

Empezaron a correr, pisando fuertemente el camino de tierra, sin ver a ningún lado en particular. No sabían si estaban siendo seguidos, pero lo que les importaba era salir de ahí. Si no ocurría nada extraño, simplemente se reirían y se marcharían a casa.

Justo cuando vieron las luces de la pequeña tienda ya más cercana, uno de los chicos tropezó con algo en el suelo y su pierna se dobló en forma anormal. Sus gritos estridentes no les permitían escuchar si alguien más se acercaba, pero debían tomar una decisión, o dejarlo y seguir para pedir ayuda o quedarse apoyándolo.

Con miradas nerviosas designaron al más pequeño de los cuatro, que corriera hasta la tienda y pidiera ayuda, los otros dos intentarían llevar a su amigo herido hasta el borde de la carretera, esperanzados de que nadie los siguiera.

Así que el pequeño corrió lo más rápido que pudo, se imaginó así mismo como un corredor profesional, sentía como las ramas pinchaban su pantalón, pero solo se detuvo cuando estuvo ante la puerta de la pequeña tiendita.

Abrió la puerta de un golpe sobresaltando a una señora de mediana edad que se encontraba en la caja registradora.

-¡Ne... ce..si..tamos...ayuda! - dijo sin aliento. Aunque no había sido una frase completa la mujer le había entendido, y apresuradamente llamó a su marido el cual salió de la parte trasera de la tienda cargando unas cajas.

-Debemos ayudarlo, - dijo a su esposo. - ¿Qué ha pasado niño? - hablo esta vez dirigiéndose a el pequeño niño que se encontraba doblado por la mitad aguantando el dolor en sus costillas por todo el esfuerzo que había hecho al correr tan rápido.

-Alguien... nos seguía. Pero... corrimos y mi amigo... se dobló el pie...ayúdenos por favor-. Inmediatamente el hombre se metió nuevamente en la parte trasera de la tienda para luego aparecer de forma instantánea con un gran rifle y unas linternas y luego de cerrar la puerta se pusieron en marcha

Caminaron lo más rápido posible, atravesando la alta hierba, alumbrando cada parte del camino. Habían recorrido solo la mitad del trecho que había corrido el pequeño cuando encontraron al niño herido tirado en medio de la tierra, aun sosteniendo con fuerza su pierna.

-Jim, Jim... ¿qué sucedió? - gritó el pequeño niño alcanzando al herido. Cuando el joven alzó la cara, observaron como grandes lágrimas corrían por su rostro y el terror se dibujaba en sus facciones.

-¡Se los han llevado Marco, se los han llevado!..- Grito el chico desesperado. Al oír aquello, el hombre armó su rifle y empezó a alumbrar todo a su alrededor atento.

-¿Pero quienes muchacho?- preguntó la señora agachándose junto a él.

-Unos hombres sin rostro. No tenían boca, ni ojos solo... piel, apestaban... - El recuerdo le hizo temblar y empezó a derramar nuevamente lágrimas.

-Te han dejado ¿Por qué? - La mujer lo miraba de arriba abajo sin entender la situación.

-Porque nos necesitan completos, sin daño dijo uno. - La mujer, nerviosa, llamó a su esposo y le sugirió llamar a la policía y que ellos se encargaran del asunto.

Guindando su escopeta en la espalda el hombre tomó a Jim sobre sus brazos y regresaron a la tienda donde esperaron a las autoridades.

Pasada una hora, el lugar se encontraba repleto de policías y de los padres de los niños. Se llevaron a Jim al hospital y dejaron la pequeño con sus padres, que aliviados decidieron llevárselo a casa.

La búsqueda inició por todo el lugar, recorrieron la pradera y sus alrededores y no encontraron nada. Hasta llegado el amanecer, cuando los pocos oficiales que quedaban en el área se aventuraron por un riachuelo algo más alejado de aquel punto y encontraron una de las peores escenas que pudiesen haber ocurrido en aquel pueblecito. Encima de unas grandes rocas, se encontraban los cuerpos de los pequeños.

Pero ciertamente es que solo lo imaginaron por el tamaño de sus extremidades, porque la cara de sus rostros había sido removida por completo. Gran parte de sus intestinos estaban regados por todo el lugar, y una de las piernas del muchacho de más edad estaba ausente.

Temblando, todos los oficiales cargaron sus armas y se lanzaron al agua, siguiendo los restos de los cuerpos que fueron dejando tirados en piedras al azar, hasta que llegaron a una caverna oscura, fétida, y terrorífica. El eco de sus pasos les helaba aún más la sangre, y se erizaban sus brazos mientras más se acercaban.

Sus corazones empezaron a latir sumamente rápido cuando en un montículo de tierra encontraron una criatura que quizás fuera humana. El ser, se encontraba en cuatro patas, el cabello sucio le caía revuelto sobre lo que parecía la piel de uno de los niños puesta sobre lo que debía ser la cara de aquella extraña criatura. Gritaba, y en cuanto los vio, intento abalanzarse sobre los oficiales. Que accionaron sus armas y lo dejaron tendido en el piso de aquel lugar.

Sin ganas de enfrentarse a más cosas desconocidas, salieron inmediatamente de aquel lugar y pidieron refuerzos.

Al regresar a la cueva, no encontraron los restos de aquel ser que, en su opinión, habían asesinado.

El resto de los jóvenes fueron sepultados a la semana siguiente, dejando una tristeza en las calles de aquella ciudad. Los niños, asustados, no salían más que con sus padres, quienes les recordaban a aquellos seres, que todos apodaron como los roba pieles que salían al caer la noche en busca de niños a que pudieran comer.

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