Siempre sonriendo

in #spanish4 years ago


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Cabello negro, piel canela, ojos marrones, de lejos se ven casi negros. Tiene una sonrisa radiante, que se extiende hasta sus ojos, es maravillosa. La veo charlar con los clientes, reírse con ellos, y es una risa real, de esa que tienes con tus amigos, realmente disfruta lo que hace. Lo cual es muy complicado.

Ser mesonera en un lugar como este, sin duda no es agradable. A mi alrededor hay hombres ebrios, pestilentes, derramando cerveza por todos los muebles. Aún así, a ella no le importa, se acerca a ellos y les sirve, toma sus pedidos y sonríe, siempre sonriendo.

Debo decir que nunca pensé fuese tan parecida a su madre, siempre creí que tendría algo de su progenitor, pero al parecer... fui excluido.

Cuando el lugar cierra se acerca a mí y me pide que me retire. Realmente no he tomado casi nada, pero finjo estar ebrio y camino dando tumbos en todas direcciones; seria sospechoso pasar todo un día en un bar sin embriagarse ¿no?

Llego a la calle y me subo a mi coche. El lugar está lúgubre, no hay luz en ninguna parte de la calle. Así que espero, debo ver que llegue bien a casa.

Cuando era un muchacho, soñaba con tener una familia, quería tener un hogar donde mis hijos me amaran. En la actualidad, mi hija ni me reconoce.

Espero durante media hora y la veo salir, con sus ropajes negros es difícil verla en la noche, pero camina lento y despacio por la calle. Decido esperar y darle distancia, sé exactamente a donde se dirige.

Tomé la decisión de localizarla hace algún tiempo, he acudido a aquel lugar durante un mes. Inicie esperándola en una esquina y viendo a donde se dirigía, luego andaba por delante de ella hasta que cruzaba en algún lugar y me daba un nuevo punto de referencia. Siempre cambiando, siempre vigilando.

Estuvo a salvo siempre, nunca nadie intentó hacerle daño, pero los riesgos son muchos ¿no? una joven de veinte años en las calles a altas horas de la noche son víctimas para cualquier psicópata.

Cuando ha pasado unos minutos, enciendo el coche y me voy por otra calle que se conecta con la de ella. Me estaciono y apago las luces para luego verla pasar a los pocos minutos. Al cruzar en otra esquina, enciendo nuevamente el coche y me estaciono unas cuadras más adelante, donde sé que saldrá.

Decido caminar, así que me bajo del coche, enciendo un cigarrillo y camino por el borde de la calle, llegando a un espacio sumamente alejado del vecindario. Los contenedores de basura abundan en las calles, con basura desbordada por todas partes, el olor es nauseabundo.

Encuentro un lugar alejado de todos aquellos contenedores, oculto en las sombras de un pequeño callejón y me siento atento, esperando a que mi hija pase por aquel caótico lugar. Escucho unos pasos a la distancia, pero no son de una sola persona, en la distancia identifico a dos jóvenes, patean produce un sonido que rebota en las paredes de los contenedores.

Dejo caer mi cigarro y lo apago con la suela de mi bota. Veo como los chicos se ríen, de seguro están ebrios. Siguen golpeando una y otra vez la lata mientras avanzan, se turnan para aventar y patearla. De pronto uno de los chicos se agacha al borde de uno de los contenedores.

El otro va a su lado. Siguen riendo.

-¡Oh! pero si es una chica. - Le escucho gritar a uno. Demonios, no debí ver cuando mi hija entró en el callejón por toda su vestimenta negra.

-¿Qué hace...- una pequeñita como tu... tan bonita... solita?- pregunta el otro arrastrando cada palabra. Desde esta distancia no veo que sucede. Así que tratando de no ser notado camino por el borde de la pared, tratando de ocultarme en la sombra.

Por primera vez en la noche, siento el frío metal en mi espalda, si no supiera que es mi imaginación, juraría que está mucho más pesada.

Ahora hablan más bajo y no logro oírlos. Cuando estoy aproximadamente a cincuenta metros, saco mi revolver e introduzco una a una las balas, y justo cuando termino, escucho un grito ensordecedor. Sin duda este es un magnífico lugar para cometer u homicidio, nadie te escuchará nunca.

Salgo detrás del contenedor y veo a uno de los chicos de espalda a mí, sobre el cuerpo que supongo es el de mi hija. Me acerco lo más que puedo y veo el paso de sangre en el piso.

-¿Qué has hecho? ha muerto- escucho al chico que está justo a dos pasos de mí exclamar con horror, veo como su tés se ha vuelto más pálida, y la mía también, mi corazón late deprisa, no puedo creer que haya fallado. No puedo creer que haya llegado tarde. El joven retrocede, choca conmigo y luego cae al piso.

Me mira horrorizado desde el piso. De cerca noto que tendrá solo unos veinticinco años. Está paralizado, el horror lo tiene conteniendo la respiración.
Apunto con mi arma y disparo.

El proyectil se incrusta en la ropa negra, no identifico la sangre, pero sé que le he dado. Me acerco esquivando el charco de sangre y tomo sus signos vitales... ha muerto.

Cuando giro para regresar por donde he venido escucho su risa, esa misma risa que he escuchado toda la noche, todos los días de este mes y me giro a verla.

Tiene el proyectil que le he disparado en la mano y sonríe, esa bella sonrisa que siempre muestra pero esta vez con una boca llena de sangre, de la sangre de aquel joven inocente. Disparo el arma nuevamente, ella simplemente esquiva cada uno de los proyectiles.

-¿Crees que no te he notado, viejo? - me espeta con su dulce voz. Nunca nadie imaginaría que el dueño de esa hermosa voz fuese realmente un monstruo. - ¿O prefieres que te diga papá?

Se ríe de mí, tal como aquel día en que mató a mi dulce esposa, a su madre. Burlándose cada minuto.

Me quedo sin balas y solo tengo una salida, correr.

Paso al lado del muchacho que se apresura a ponerse de pie y seguirme, corremos sin descanso, alejándonos de aquel horrible ser. Cuando vamos a cruzar hacia la calle principal aparece delante de nosotros. Sigue sonriendo y sé que no tengo escapatoria de aquella situación.

-Déjame en paz- dice el muchacho entre llanto.

En un movimiento casi imperceptible se acerca a aquel joven y en un segundo desgarra su garganta. Su sangre caliente salpica mi rostro pero no me inmuto. He fallado, sé que mi misión no ha sido cumplida pero di todo por detenerla.

Se acerca a mí y me da un suave y tierno beso en la mejilla. Sonríe y me detalla. Veo sus pecas, tal como las de su madre, la única diferencia, los largos colmillos que sobresalen de sus delicados labios. Unos colmillos con los que se procede a desgarrar mi garganta mientras sonríe, siempre se mantiene sonriendo.



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