Fuente img:http://www.ikapon.com/estara-ocurriendo-un-apocalipsis-de-insectos/
Los ecosistemas son como la economía. Engranajes muy sofisticados, con infinitas piezas a cual más delicada. Si una parte falla, más conexiones podrían irse al traste, y el frágil castillo de naipes se vendría abajo en un santiamén.
En los últimos 30 años, el 76% de los insectos del mundo han dicho adiós. Se han extinguido, sin siquiera dejar una nota de despedida. La música no para y, lejos de que acabe la fiesta, los bichejos se extinguen a un ritmo del 2,5% anual.
Científicos especulan, que a ese ritmo en 100 años podrán desaparecer del mapamundi.
Otras especies son corredores de fondo, y sudan la camiseta hasta llegar al fin del camino, que está en la extinción definitiva. Los insectos, emparejados con las plantas, tienen la ventaja de ser corredores de sprint, y por ello doblan ambos el ritmo de extinción normal.
Hay quienes piensan que esos bichos no importan a nadie: orugas, saltamontes y abejas pueden irse a paseo, y así dejarnos disfrutar a gusto de la naturaleza. Pueden pensar lo que quieran, pero como ocurre en el motor de un coche o un sistema económico, el fallo de un componente da al traste con demás elementos de la cadena.
Si la partitura de la muerte sigue sonando, sus acordes también nos llegarán a los humanos. Los insectos suman 17 veces la biomasa total de la humanidad, mientras polinizan la mayoría de especies vegetales jugando así papel protagonista en la agricultura.
Sin ellos, la productividad cae en picado.
Si queremos que nuestros verdes campos, ricos y fértiles, sigan con el músculo alimentario que se han labrado estos siglos, debemos cuidar estos pequeños seres; permitir que mantengan una cómoda simbiosis con la vida, es el único camino que tiene el hombre para salvarse a sí mismo.