Amigos lectores de Hive, les dejo este relato donde se recrea una diablura infantil.
Espero que lo disfruten y le traigan a ustedes remembranzas del ayer como me trajeron a mí.
Mano Chon, Miñeco y yo
versus Las Momias de Barrio A Juro
Dos escobas, un candelabro de tres velas, una rama de almendrón seca que trajimos del patio, la larga vara de alcanzar los ponsigués, un pedazo de listón podrido que se había desprendido del techo y un viejo coleto de mopa que nos vino de perlas porque ya venía con su peluca puesta, abaratando así los gastos de producción de nuestra película. Esas fueron las siete momias a las cuales Mano Chon, Miñeco y yo tuvimos que enfrentarnos en una destructiva lucha sobrenatural y que transcurridos cincuenta años todavía nos espeluznan la piel al pensar cómo esos engendros infernales estuvieron a esto de acabar con nuestras vidas, con el patrimonio de nuestra familia y hasta con la cuadra donde vivíamos entonces.
A este afamado acontecimiento se le conocerá a través de los años en el ámbito familiar con el título de Tres Chupadeos Vs. Las Momias de Barrio A Juro, que así se llamaba el caserío donde vivíamos en aquel entonces. Yo debo aclararles, por si eso sirviera de algo, que ese humillante mote no es justo porque de nosotros tres, solamente Mano Chon, a pesar de ser el hermano mayor, era el único que pasaba todo el día con el dedo pulgar metido en la boca y muchas veces, cuando se aburría de su sabor original, buscaba papelón derretido o miel en la cocina que mamá, con su bendita afición a la repostería, siempre tenía en la despensa y en caso de que no encontrara nada dulce él se echaba cualquier cosa en el dedo, sal, adobo, mantequilla, valeriana, picante y paren ustedes de contar. Lo cierto es que a él no le importaba meter sus dedos en cualquier tarro que consiguiera con el fin de condimentar su chorreante saliva.
Mas, no nos distraigamos, concurrentes espectadores, volvamos al rodaje de nuestra película. La escena inicial transcurre una tarde a eso de las seis (más o menos), en "el cuarto de los locos" de nuestra casa. Yo no sé, fanáticos del séptimo arte, si en sus hogares habrá un lugar tan fantástico como el que había en el mío. Pero, entrar allí era ingresar a un sitio alucinante, era trasponer el portal múltiple y maravilloso del tiempo, de la imaginación y del espacio. En ese cuarto tan pequeño estaban apiñadas, congregadas, apiladas, atiborradas, almacenadas, todas las cosas y tesoros que habían existido por siempre jamás y los que habrían de existir per sécula seculorum en el universo infinito por todos los siglos de los siglos amén. Así lo tengo grabado en mi memoria con imágenes de fuego, como comprenderán durante el desarrollo y desenlace de esta terrorífica historia. Tanto es así que, de toda la vida, ese es el recuerdo infantil más transcendental que mis hermanos y yo tenemos. También ese era el cuarto donde mamá tenía su sanctasanctórum y adonde ella iba los días de los santos difuntos, y otras fechas especiales, a alumbrar a sus muertos. Allí estábamos los tres hermanos enmascarados y con largas capas hechas con retazos de sábanas viejas, a punto de entrar por la puerta grande a la fama, en el cuarto de los locos.
Nos encontramos allí después de recopilar los elementos de producción y el vestuario que íbamos a utilizar en el rodaje de la película. Miñeco, el del medio, se nos queda mirando a Mano Chon y a mí a través de las telarañas que colgaban desde el techo como cascadas encantadas y nos dice con voz engolada, tratando de imitar la voz del locutor de tráilers que habíamos escuchado en el cine: Muchachones, la lucha contra el mal ha comenzado.
Los espectadores que tuvimos (entre tantos que retuvo mi memoria y otros que se han ido sumando al casting a través de los años que esta película viene recordándose en todas las reuniones que se hacen en el seno de mi familia), fueron los abuelos Ulises y María de la Consolación, los padres de mi madre, que ella tenía en el centro de su venerado altar, el Sagrado Corazón de Jesús, La Virgen Milagrosa, José Gregorio Hernández, Mahatma Gandhi, El Santo niño de Atoche, San Pancracio, María Félix, La Divina Trinidad, Cherry Navarro, Santiago el Mayor, Eros y Psique alados, en una escultura hecha en barbotina sepia como de cuarenta centímetros, El Ángel de la Guardia, Jorge Negrete, La Virgen de Coromoto, El Ánima Sola, Carlos Gardel, San Jorge montado en su corcel blanco esgrimiendo su lanza portentosa contra el Dragón del Mal, que nos observaba cáusticamente desde un pequeño cuadro con castañuelas negras, San Juan Bautista, Nuestra Señora del Buen Consejo, Andrés Eloy Blanco, La Rosa Mística, Antonio José de Sucre, La Virgen del Valle…
En nuestro afán de darle más dramatismo a la peli, habíamos apagado el bombillo del cuarto y prendido las tres velas del candelabro para que le dieran al museo familiar un mayor ambiente de ultratumba. El día anterior papá nos había dado dinero para que fuéramos en horas de matiné al cine Paramount, en el centro de Cumaná, a ver El Santo, Blue Demon y Mil Máscaras contra Las Momias de Guanajuato, película del año 1970, dirigida por Federico Curiel, y quedamos tan emocionados, tan trastornados de felicidad, que al salir de la sala nosotros juramos ser protagonistas también de una gran película. En este año 2020 se cumplen 50 años del estreno del film inspiración para esta historia de soberbio terror cinematográfico que marcó para siempre nuestras vidas.
A mí tocó ser Blue Demon y enfrentarme con Mopa, la momia más ruin, repulsiva, despreciable y apestosa de todas. Mano Chon fue Santo, el enmascarado de plata, quien, en un arrebato de idolatría por su héroe favorito, se trenzó en una lucha a muerte con la catastrófica Candelaria y le lanzó aquella celebérrima patada voladora que hizo estremecer el sagrario donde santos, artistas y grandes personajes de la historia nos miraban incrédulos y fascinados. Mientras, Mil Máscaras, encarnado en la humanidad de Miñeco, se estaba agarrando en un combate sin compasión con El Esperpento, que no era otra cosa sino el garabato de alcanzar los ponsigués.
La Divina Providencia era el nombre de la bodega que papá y mamá habían logrado sacar adelante y poco a poco se había ido abasteciendo de todo lo que el barrio podía necesitar. Cuando algún comprador venía a preguntarle si le podía conseguir una mercancía en especial, papá le decía: lo que necesite, vecino, desde un alfiler hasta el motor de un avión con propulsión a chorro y mostraba orgulloso sus dientes muy blancos. Pues bien, las fiestas navideñas se acercaban y papá, siempre alerta y previsivo, había comprado muchas cosas para surtir la próspera bodega en la navidad del año 1973.
La tremebunda patada voladora que Mano Chon le propinó a la momia Candelaria ha sido la acción más apasionada en toda la historia de la cinematografía mundial, las tres velas del candelabro volaron por los aires y dos de ellas fueron a caer sobre la cama convertida en ring donde Miñeco le aplicaba una llave trituradora a El Esperpento, levantándolo fácilmente sobre su cabeza y señalándole con voz de algarabía: Mostruo del carrizo, te voy a reventar en siete pedazos, por lo menos. La otra vela desapareció en el aire y nosotros, después de ayudar al hermano a apagar la funda de una almohada que ardió un momento apenas, nos abrazamos victoriosos por el gran triunfo en cinemascope que estábamos logrando en nuestra marimorena contra esas asquerosas criaturas del diablo.
Sin embargo, no se crean ustedes, inocentes espectadores, que el espectáculo termina aquí. No. Déjenme decirles que el mal siempre encontrará un escondrijo, por mínimo que sea, donde ocultarse para luego surgir con renovados arrojos para intentar destruir el mundo. La prueba de ello fue que la otra vela había entrado por las pestañas de una caja abierta y al rato sentimos un hedor extraño que en un principio se lo atribuimos a los malolientes cadáveres.
Luego de que un cañonazo retumbara en el cuarto y casi nos hiciera elevar por los aires sin necesidad de ninguna capa, nosotros caímos al infierno. Estallaron los triquitraquis, los saltapericos brincaron, las estrellitas soltaban sus chispas ardientes, los cohetes explotaban sin cesar, los buscapiés no sabían para dónde agarrar en sus chifladas circunvoluciones, silbadores, cebollitas, tumbarranchos, explotaron con furia. Empezaron a estallar en cadena las cajas de fuegos artificiales que papá había adquirido para vender en navidad.
El tóxico olor a pólvora llenó la habitación, el humo espeso nos asfixió y las momias del cipote hubiesen acabado con nuestra existencia si papá y mamá no hubieran llegado volando para sacarnos a tiempo del cuarto y de la casa que estallaba en la oscuridad de la noche y empezaba a refulgir el fuego devorando con sus hambrientas fauces las paredes, las cortinas, los muebles y amenazaba trepar buscando los postes del alumbrado público. Al momento llegaron cientos de vecinos asustados que después de dos largas horas de diligente trabajo pudieron controlar el incendio y sofocaron las llamas malditas.
Fuentes de las máscaras:
Mil Máscaras
Santo, el enmascarado de plata
Blue Demon
Je je, demasiados locos ja ja yo hubiera hecho algo así y creo que me hubieran mando a un reformatorio. Jamás había escuchado sobre aquella película, en los años 70 aún no vivía, pero ha sido gracioso leerte.
Saludos @oacevedo
En ese tiempo, cuando el mundo apenas despertaba, ir a ver películas como esta era un magnífico acontecimiento.
Ahora, con las nuevas herramientas de la tecnología podemos revivir aquellos momentos mágicos.
Gracias por estar siempre presente y por tu valioso apoyo. Saludos.Me alegra mucho encontrarte en esta sala, @talentclub, y que te haya divertido la diablura.
¡Qué divertido texto, @oacevedo! Nada más de imaginar la situación de aquellos tres diablitos armando su propia película me hizo reír mucho. Qué buena manera de convertir un trágico suceso en una cómica historia. Te felicito.
Sí, esos tres diablitos se la comieron con esa peli de humor terrorífico.
Te abrazo muy fuerte, alegre por tu visita jejejeje.Agradecido por tu hermoso comentario, @alidamaria.
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Saludos.Gracias, amigos de @la-colmena y @curie, por su muy valioso apoyo.
¡Qué maravillosa capacidad para atraparlo a uno con esa narrativa tan sabrosa! ¡Felicitaciones!
Te mando un gran abrazo.Me siento encantado con tu visita, @ylich, y halagado por tu generoso comentario.
Qué post de tan buen humor, pese a lo dramático de la situación, muy bien narrada, por cierto, con un vívido manejo de los recuerdos de las vivencias de la infancia. Saludos, @oacevedo.
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Qué fantástica historia!!! Los niños de calenturienta imaginación son un peligro, definitivamente.
Y no había televisión en esos tiempos?
Me has hecho dar tos de tanto reírme! Gracias por tantos detalles!
Sí había televisión pero ir al cine, a esa edad, a ver esas películas era una experiencia insuperable, tú bien lo sabes.
Seguramente tú también tendrás tus reminiscencias de cuando fuiste a ver a Joselito o a Libertad Lamarque en la pantalla grande por primera vez. Jejeje. Te abrazo.
Muy divertido relato @oacevedo, en mi casa de infancia había un cuarto de los gatos, especie de depósito en donde se arrumaban trastos pero allí no ocurrió ninguna de nuestras aventuras.Te felicito por mantener viva con humor la memoria de la familia, (también con humo y candela).Que no hubiera dado Steven Spielberg por este guión.
Por cierto, yo también vi esa película de las momias de Guanajuato, que no solo de Bergman se vive.
Un abrazo.Genial, @oacevedo. Me he divertido mucho leyéndote.