Dejó de creer en Dios. Ya nada le importaba desde el día en que un accidente de coche les arrebató a su esposa y su hija. No hubo más para su vida; respiraba y comía por inercia; esperaba dejarse ir de física pena. El último día de junio se encontró con que el mundo estaba en llamas en medio de una guerra. Se arrodilló y pidió perdón por él y por todos.
La puerta se abrió, su esposa y su hija estaban allí. Sonrió feliz, mientras una luz lo inundaba todo, borrando la ciudad entera.