Monólogo para Mary Wild, una rubia inteligente.
Se supone que tenía que esperar a que sucedieran las cosas, evitar preocuparme por el futuro y por límites fuera de mi control…
Pero la verdad jamás he tenido tanta suerte como para ser paciente. Siempre me encuentro de esta forma: pensando hacia afuera, pensando en el minuto siguiente y ni hablar de si quiero dejarme sorprender, término realmente decepcionada porque lo sucedido es lo que intuí, exactamente una y otra vez lo que ya supe, sé y sabré siempre.
A veces es un poco frustrante - Fumo un poco de aquella pipa prestada, la miro, la detallo - ¿Acaso se puede fingir que jamás has existido? Digo, si se pudiera estaría encantada de que sea así. Evitar mi existencia, evitar documentos, personas, lugares, tareas y morir silenciosamente en alguna parte del vasto universo que tenemos.
Pero al mismo tiempo no lo deseo, ni quiero sentarme en la profunda jaula que tengo por alma a ver como las murallas de papeleo sin sentido me hablan, contándome cada chisme acerca de los préstamos que pidieron terceros. En esta maravillosa e inútil labor se me va la poca vida que se me ha otorgado y la única que tengo antes de…- miro mi reloj de pared y este marca las cuatro - antes del almuerzo.
Salgo de mi casa a las 10, desayuno en el camino, la labor comienza a la una, papeleo una y otra vez hasta que me sangran los dedos de tanto escribir, firmar y sellar. Las siguientes horas las paso en una asquerosa recámara compartiendo aire y sudor con gente insignificante, sin mente propia, ni ideas brillantes… ni sueños, ni vida.
Viéndolo así realmente no me siento motivada a que mi existencia envejezca en esto, no te digo que no pueda escaparme, puedo hacerlo en cualquier momento, fingir que iré al baño y correr hasta que me pierda en la niebla, tocar el siguiente barco, pedir boletos, vivir de lustrar zapatos en vez de contar colinas de hojas todas aburridas e iguales, día, tras día, tras todos los días de mi vida.
Pero no lo haría de todos modos. Soy una mujer sola, en un país exageradamente grande con modales realmente malos y una moral dudosa, es el lugar perfecto para mí. “La cuna de la anarquía'' le dicen a este lugar los extranjeros que hacen paradas breves en el puerto, intentando no hacer contacto visual con los que pasan por ahí.
Pero retomando mi aburrida y triste vida, no todo es tan amargo como lo cuento, como todo, existen cosas buenas, sí, lugares alejados del mundo, del ruido y - Miro mi escritorio desde la puerta principal- de todo esto. Al salir de esta pocilga, tomo mi bicicleta y recorro tres horas de camino, para llegar a las once de la noche a casa, distante de cualquier banco, de cualquier fábrica, sola en la cima de una colina que nadie visita jamás. Este trozo de herencia es lo que más he amado en mi vida y creeme cuando te digo, jamás he traído a nadie aquí… a nadie más que a mi perro, su nombre es heno. Juntos somos Wild hay, en español: heno silvestre.
Y es que nos complementamos tan bien, él es tan jovial, encantador, divertido y miedoso, un golden bobo, pero encantador que me acompaña a todas mis aventuras en los fines de semana. Porque según mis compañeros de escritorio, soy tan joven, salvaje y ególatra, que el único que podría soportarme sería alguien que no fuera humano y ahí entra mi fiel compañero. ¿Quién necesita algo más para ser feliz?
Hoy por la mañana volví a pensar en renunciar. Es que alguien como yo, que añora el mar y respira el campo, abraza los árboles y salta los ríos con su mejor amigo inseparable no puede estar atada a una silla tiesa en medio de papeles, sudor y sangre desperdiciada - suspiré y acabé el almuerzo, de vuelta a mi silla de trabajo miré de reojo a la oficina del gerente.
No sé por qué me detuve en aquel momento en que todo parecía revelar alguna verdad - Perdón, puedo ser dramática a veces- pero jamás mentiría cuando digo que sentí que el tiempo se detenía a mi alrededor. Al abrirse aquella puerta vi a Mary caminar con entereza, entaconada dando pasos anchos, abriéndose paso entre los hombres que dentro de la oficina salían para detenerla.
No podía moverme y solo sentía la lonchera del almuerzo resbalar lentamente entre mis dedos sudorosos. ¿Venía hacia mi o yo estaba en medio del camino? Ya no lo sabía, porque todo estaba perdiendo el sentido.
Hasta que se detuvo, me miró y dijo unas palabras. Las palabras que nadie esperaba, lo que jamás en mi creativa mente pensé que ocurriría, pues ella era la mejor entre las mejores…
Ella completaba las tareas a tiempo, era impecable en su escritorio, llevaba siempre la ropa planchada, jamás se le escuchaba quejarse, atendía los casos más importantes para la compañía, conseguía préstamos de personas internacionales y triplicaba sus horas de trabajo para archivar sola el papeleo cuatro días a la semana, rubia, de labios rojos y ojos color esmeralda, con un destello singular… ella era la perfección en persona, lo que muchos jamás podríamos ser.
Y a pesar de eso, hoy la gran y brillante Mary Wild - que gracia que mi nombre sea su apellido - Hoy ella renunciaba. ¿Sus motivos? Seguro los habrías expuesto dentro de la sala, o quizá no, porque ella jamás daba explicaciones, ni siquiera a los hombres de la compañía.
-¡No puedes irte!- le refutó un hombre alto, amarillo y barbudo- ¡Eres la mejor pieza que tenemos!
En ese momento en el que la sala se consumía en murmullos, tomé coraje y levanté uno de mis dedos.
-Bien, ella no es un objeto…- expuse aclarándome la garganta- Y yo también renuncio.
-¿Qué?- De detrás de aquel hombre salió el gerente, un hombre de baja estatura, lampiño y de ojos marrones, casi color avellana- ¿Mary Wild y Wild Oswelrbank renunciando? ¡Se debe estar cayendo el cielo!
-Niñas, recapaciten- se aclaró la garganta el primo hermano del gerente, un hombre de tez rojiza- Allá afuera ustedes necesitarán de nosotros, aunque quisieran nadie contrataría a una rubia exótica y una salvaje sin remedio para ningún trabajo decente.
Estuve a punto de abrir la boca para refutarlos, pero Mary Wild, tan perfecta y siempre acertada, se me adelantó.
-Bien, nosotras no queremos trabajos decentes que enriquezcan a hombres débiles y que solo viven de la imagen, es decir… - ella sonrió diminutamente y agregó - Me estoy refiriendo a ustedes.
Yo solo asentía como si supiera lo que estaba haciendo, pero con esa chica, no sabía ni siquiera qué pasaría con mi existencia.
Salimos por la puerta principal tras decir aquello, los transeúntes volteaban para mirar a la rubia aún en el uniforme del trabajo y el cabello suelto hasta los hombros, yo me encogía entre los hombros intentando no opacar la belleza feminidad de mi nueva amiga… si así podía llamar a aquella señorita.
Tomé mi bicicleta de entre la multitud metálica y le pedí que subiera. Mary me sonrió divertida y tras subir, desaparecimos en la esquina del paseo.
Después de aquel encuentro pasaron solo tres meses para que nos volviéramos muy buenas amigas, luego pasaron dos más en donde nos llegó nuestra liquidación y Mary vendió su apartamento del centro para venir a vivir al campo, junto al lago, respirando el infinito del río y el fresco de la montaña. Conoció a Heno y se llevaron de maravilla.
A los cinco meses después, adoptamos a una gata llamada Cherry y al mes decidimos que nuestra amistad había cruzado nuevos límites que quizá no eran tan nuevos, porque desde la primera vez que nos encontramos en aquel ridículo banco, sabíamos que en el futuro algo podría surgir… Y así fue.
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