Fenustos de Meandros

in #spanish3 years ago (edited)
Fenustos de Meandros (En griego Φενυστος o Fenustos el Recto) fue un filósofo, pensador y proctólogo griego seguidor de Sócrates y fundador de la escuela sofista Aminoácidos. Se presume nacido hacia el 224 A.C. en Meandros, -una próspera ciudad a orillas del Mar Caspio- aunque un kilómetro mar adentro. Allí su madre le habría dado a luz luego de ser alcanzada por el coletazo de un esturión esterlete durante el transcurso de un crucero de placer.
Su extensa obra -la de Fenustos- se basa en el fenómeno de la dialéctica intuitiva en cuotas, término que aun hoy es objeto de controversias en las más conspicuas comunidades circenses de Asia Central.

Fenustos creció en el seno de una acomodada familia patricia. Su juventud transcurrió tranquila y sin sobresaltos, si exceptuamos un agresivo acné que lo atacó entre los 15 y los 87 años y dejó grabado en su cutis las principales posiciones de los cartaginenses en las Guerras Púnicas.

De gran sensibilidad creativa, compuso a temprana edad varios poemas épicos y algunos esbozos de tragedias teatrales, aunque pronto su mentor Eutanasios le sugirió que sólo el oficio de hijo podría asegurar la supervivencia de ambos.

Preocupado por su carácter reservado y soñador (solía pasar largas horas echado sobre la hierba de la pradera, contemplando los astros, la naturaleza y las veloces cuadrigas que pasaban encima de él), su padre le animó mediante discretos pero firmes golpes de maza a que practicara alguna actividad física. La dura disciplina de los gimnasios a la que se sometió por espacio de dos horas templó su carácter y su personalidad y lo llevó a abrazar la filosofía, actividad que eligió por ser por entonces un poco menos inerte que la muerte.

Sus primeras aproximaciones a los grandes exponentes del conocimiento teórico fueron aquellas más vinculadas a su espíritu romántico y liberal, ampliando con rapidez sus horizontes de comprensión y abriéndole algunas veces la puerta de las mazmorras de la ciudad debido a infundadas acusaciones de zoofilia, coprofagia y estafas con esquemas de Ponzi.

En oportunidad de una de sus visitas a Italia recibió de lleno en su rostro una erupción del volcán Vesubio, al parecer muy habituales en esa época. Este desagradable accidente comenzaría a producirle desde entonces una molesta y progresiva miopía. Confundía al perro de la casa con su anciana tía Proteicas -a pesar de la marcada diferencia en sus ladridos- y se guiaba por las intrincadas callejuelas de Meandros con ayuda de fibras de cáñamo que anudaba a la pata de su cama, olvidando a menudo dónde estaba el extremo para regresar. Los arqueólogos llegaron a la conclusión que es probablemente debido a esto que la ciudad tiene la simetría urbana de un suéter.

Afortunadamente, Fenustos logró superar esta invalidez gracias a la ayuda de su factótum Empédocles, un viejo amanuense nubio cuya adicción a ciertos alucinógenos destilados del guano del chotacabras le hacían creer con veneración que su protegido era un genio. El anciano lo asistía en cada una de sus actividades diarias, ya sea registrando sus inspiraciones filosóficas, apuntando su cabeza hacia la persona con la que pretendía conversar o guiando su mano durante la higiene de sus partes íntimas.

El intelecto de Fenustos paladeó todas las corrientes filosóficas de la época, algo mezcladas debido a una imperceptible dislexia de su copista. “El Cosmos lo es todo, cascotitos…” era una de las enigmáticas frases habituales con la que procuraba atrapar la atención de los oyentes casuales (de hecho, algunos eruditos de la Universidad de Burkina Faso atribuyen este y otros pensamientos a la influencia de su criado Empédocles durante sus habituales seances).

La búsqueda incesante de la substancia primordial “sobre la que todo se basa y de la cual depende el Universo y la suba de la dracma (sic)", le hizo pronunciar su primer axioma ideológico:

“Nunca ha de faltar papiro en la letrina”

El abstruso enunciado corrió como reguero de pólvora entre los principales círculos académicos, reanimados del letargo producido por la falta de nuevos pensamientos en las últimas dos horas, y no tardó en llegar a oídos del famoso filósofo espartano Sóstenes, Juez Principal del Areópago y creador de una ingeniosa indumentaria intima femenina, totalmente modelada en bronce, que estaba revolucionando la forma de vestir de las damas helenas. El magistrado, incitado sin duda por algunos recelosos miembros del Sindicato Areopagita de Estoicos Agremiados, ordenó que Fenustos fuera conducido ante su presencia a fin de exponer la pertinente apología de su doctrina.

Si bien algunos autores coinciden en que este episodio marca el cenit de la notoriedad académica de Fenustos, otros discrepan con esta posición mencionando la muchedumbre reunida con picas y antorchas en el atrio del Areópago. No obstante estas posiciones encontradas, el filósofo de Meandros fue finalmente conducido al Areópago y presentado al Consejo de Sabios, quienes luego de garantizar su seguridad personal le invitaron a arrodillarse sobre sal gruesa y presentar su postura.

Citamos a continuación un fragmento de dicha disertación extractado de su obra póstuma Apologías Tenues XXIV, recopilada varios siglos más tarde por el historiador Klaus María Bordaberre en su ensayo Imprecaciones a la Hora de la Siesta. En este, podemos observar el diálogo mayéutico habitualmente utilizado por Fenustos en sus deposiciones. Especialmente luego de una copiosa comida.

(La acción transcurre en el Areópago ateniense. Fenustos el Recto se encuentra en el centro del salón. El Consejo de Sabios areopagitas, presidido por Sóstenes el Adusto, lo observa en silencio. Luego del acostumbrado mensaje de los auspiciantes, tiene la palabra el sabio Fenustos, quien se dirige, resuelto, al auditorio).

FENUSTOS: ¡Salve, distinguidos sabios! Os saludo a todos y principalmente a Vos, oh eminente Sóstenes…

SÓSTENES: Em… Estoy aquí...

FENUSTOS: (Guiado por su amanuense) ¡Por supuesto, excelentísimo Magistrado! Os ruego que mantengáis vuestro brazo en alto, a fin de distinguiros. Gracias. Sabéis, justos Jueces, que mi presencia aquí es a guisa de justificar la sazón de mi doctrina.

SÓSTENES: Ciertamente.

FENUSTOS: Y sabéis también que la justicia es un pilar fundamental de nuestra Democracia®.

SÓSTENES: Claro está.

FENUSTOS: Estáis asimismo al tanto de mi sapiencia y de los eruditos postulados de mi autoría, famosos por doquier.

SÓSTENES: Bueh...

FENUSTOS: Es con estos antecedentes que os invito a la siguiente reflexión. ¡A vosotros, ilustres epicúreos, hablo también!

(Los espectadores Estoicos se remueven, incómodos)

FENUSTOS: Vuestros epítetos declaran, exultantes, que habéis sido favorecidos pródigamente por nuestro amado Dioniso, hijo de Zeus, durante vuestros éxtasis y frenesíes.

OYENTES EPICÚREOS: Sí, sí, sí…!

FENUSTOS: Y tanto vuestras libaciones a Hestia como así también la circunferencia de vuestros magnos abdómenes muestra a las claras cuán abundante es vuestra habitual ingesta.

OYENTES EPICÚREOS: Sí, sí...

FENUSTOS: Luego de la cual, sin duda, el vientre debe de trabajar lo suyo.

OYENTES EPICÚREOS: Y, sí...

FENUSTOS: Y la consecuencia natural, por ende, es que os veis obligados a cubrir vuestros pies por tiempo y tiempos.

OYENTES EPICÚREOS: Bueh...

FENUSTOS: Y cuántos de vosotros ¡Oh excelentísimos oyentes! os habéis hallado en la habitación de verano aislados y expuestos, escurriendo esas ajetreadas entrañas.

(Murmullo moderado).

FENUSTOS: Y luego de esto, ya aliviados, habéis palpado los alrededores buscando con paulatina inquietud una opción sanitaria para el aseo de vuestros exhaustos rectos.

(Agitación incómoda de la concurrencia).

FENUSTOS: ¿Y qué? ¡No está! ¡El codiciado tesoro no existe! ¡El papiro higiénico "Vernáculos", único con suave miel de abejas del Ponto, ha desaparecido! ¡O tal vez nunca estuvo allí!

(Sigue una profusión de gritos e insultos, acompañado de anónimos sonidos de pedorreo. Algunos presentes arrojan a Fenustos ánforas y pequeños rollos de papiro. Sóstenes ordena el ingreso de los Astinomos para contener a los espectadores).

SÓSTENES: ¡Orden, orden…! ¿O queréis, desdichados, despertar la ira de Ares? Os ruego, docto Fenustos, que acabéis al punto vuestra exposición.

FENUSTOS: ¿Qué queda por decir, excelso Sóstenes? ¿Es que las premisas que os he expuesto no inducen por sí mismas la conclusión precisa de mi postulado? ¿He de insultar no solo vuestro intelecto, sino también el de los ilustrísimos asistentes? ¡Nunca debe faltar papiro en el retrete!

SÓSTENES: (Desencajado) Yo… este… ¡No! Quiero decir… ¡Pues bien, “cultísimo” mentor! ¡Estoy hasta aquí de vuestro galimatías y vuestra artera publicidad encubierta! ¡Id y meteos por el anos vuestra proposición junto con sus arcanas y blasfemas premisas y todos vuestros espurios auspiciantes! ¡Y largaos ya de aquí, que tengo el brazo destrozado!

FENUSTOS: (Gritando a voz en cuello mientras es arrastrado hacia el exterior del Areópago) ¡Sólo sé que no sé nadar! ¡Quod erat demonstrandum! ¡Eppur si muove! Oye tú, cuidado con esas manos...

Ahora sabemos que los últimos días de Fenustos transcurrieron en una casa de campo como sofista part-time, enseñando a estudiantes, políticos y vendedores ambulantes el arte de la persuasión rentada. Sus últimas palabras están aún en discusión, si bien algunos exégetas de su obra aseguran que fueron: “¡Argghhhh!”.

La historia tiene la última palabra, pero llega siempre a los postres.

FRASES CÉLEBRES

  • “Partir es morir un potus”.
  • "Me gustas cuando callas porque estás como ausente, querida suegra".
  • “Siéntate a orillas del río, y verás pasar el cadáver de tu enemigo. ¡Ah, ah...! No te muevas, pillín...”.
  • “Dale tu mano al indio. Y tu billetera a Fenustos”.
  • “La disciplina olímpica templa el espíritu, mas el locker del vestuario cuida tus pertenencias”.
  • “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Las sor presas te dan vidalas, las presas vieron “Zorba el griego”. (Revisar).
  • “Si recibes de regalo un caballo de madera de siete metros de alto, no sé... Piénsalo...”.
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