Bosque salvaje | Cuento original | Parte 1

in #spanish6 years ago (edited)

Saludos, miembros de esta comunidad de Steemit. Ahora presento un cuento que, por su larga extensión, he dividido en cuatro partes (el original tenía dos partes), de manera que cada una de ellas irá en un post. La versión en físico apareció como parte del libro Bosque salvaje, y que fuera publicado por la editorial Equinoccio, en Venezuela. El libro recibió el IV Premio Nacional Universitario de Literatura mención Narrativa. Espero lo disfruten.


Bosque salvaje

I


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Aquella mañana hicimos un pacto: cuando nos graduásemos, Ronny y yo escribiríamos la historia. Bueno, yo la escribiría, pero los dos construiríamos el argumento. En principio sería una novela, aunque no sé si eso lo acordamos en el momento. Luego él se encargaría de hacer una película ―de nuestra historia, se entiende―. El punto de partida de aquel proyecto sería la narración de cómo el internado se había convertido en un colegio fantasma, en un espacio abandonado y en ruinas. Sólo eso definimos en esa conversación, tan breve y casual que no entendimos ―tal vez no lo quisimos entender― que nuestra intención traducía un sentimiento al que no éramos capaces de dar nombre; a veces la evasión adquiere formas imprevistas. No hizo falta sangre, saliva, tinta ni papel que sellara el pacto; bastaron aquellas palabras intrascendentes, la conversación de dos adolescentes que no saben sobre qué hablar mientras hacen su trabajo. Ramoncito estaba cerca y nos oía con atención, fascinado con la posibilidad de la novela y la película. Hasta creo que aportó alguna idea para la historia. Todo esto fue en una mañana de taller, quizá después del receso de las diez. Era un día soleado y fresco y nuestra vista hacia el bosque de pinos nos ofrecía un paisaje tupido de verde y un azul intenso impecable. No habría lluvia, con seguridad. Soplaba una brisa fría típica de las mañanas despejadas. Cada uno tallaba en su mesón el trabajo asignado, pero conversábamos como si nadie más nos escuchase. O lo hacíamos precisamente para que los demás nos oyesen, con esa libertad que pocas veces nos permitíamos en otra parte distinta al taller. Entonces estábamos en quinto año de bachillerato. Hubo un período de mi vida luego de la graduación en que tenía sueños, más bien pesadillas, en las que llegaba al colegio en ruinas; o los sueños repetían sucesos pasados, pero el internado era un escenario de caos y destrucción.

Es el mismo cielo intenso que ahora veo apenas paso por la Vuelta de Lola, camino al internado. No es capricho que recuerde aquella conversación con Ronny y Ramoncito, mientras tallábamos en nuestro taller después del receso de las diez. Han pasado quince años, pero me viene con nitidez esa escena. Como pasa con la mayoría de los proyectos de la adolescencia, no escribí la novela de aquella historia y Ronny, supongo, nunca hizo la película. Después de la graduación nos desaparecimos y cada quien tomó su propio camino. Yo me escribía con dos o tres amigos cercanos, pero el tiempo y la distancia nos alejaron sin remedio. Todos teníamos intereses distintos y eso también contribuyó. No sé qué fue de la vida de Ronny, pero yo me hice Ingeniero Civil, y no escritor, como pensaba desde niño. Ronny quería ser actor y luego estudiaría cine, tal vez dirección, por eso lo de la película. De hecho, estaba en el grupo de teatro del colegio, y no lo hacía mal.


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De algún modo, Ronny y yo cumplimos con nuestro proyecto de aquella mañana, una mañana azul y soleada como ésta en la que regreso luego de quince años alejado y tratando de borrar los recuerdos de nuestra estadía en ese internado frente al Pico Bolívar. Aunque yo no haya escrito la historia (una historia que ni siquiera conozco), y él no filmó la película; aunque yo no sea escritor y él se haya olvidado de ser director de cine. No dejo de pensar en todo esto desde mi llegada a Maiquetía con el propósito de venir al internado. De alguna manera ese sentimiento que nosotros proyectamos en una película, en una novela que yo escribiría, se hizo realidad. Y yo vine a comprobarlo.

Es un lugar común decirlo, pero son incomprensibles las técnicas con que el destino trama y urde sus finos hilos. Dos días atrás llegué a la oficina después de supervisar un par de edificios a mi cargo. En una semana la empresa entregaría las construcciones y estábamos dentro de los lapsos; sólo faltaban detalles que los albañiles resolverían pronto. El resto de la mañana estuve revisando unos planos; nada fuera de lo rutinario. Además de la supervisión de las construcciones de la empresa en la ciudad, debía revisar y aprobar los planos y proyecciones que nos enviaban de las otras sucursales del país; yo me encargaba de las sedes en Maturín y Puerto Ordaz. Con mayor frecuencia nos estábamos dedicando a proyectos urbanísticos.

Amo la paz de nuestras oficinas. No me refiero a que me lleve bien con mis compañeros de trabajo, que también es cierto, sino al silencio casi monástico que domina el edificio a todas horas. Tengo una asistente que no me molesta sino es estrictamente necesario. Por eso me he acostumbrado a hablar poco, y a disfrutar de esa ausencia de sonidos que me hacen pensar que estoy solo en toda la ciudad. La verdad, no me remuerde en lo más mínimo tanto egoísmo.


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Luego del almuerzo acudí al llamado del gerente general. Todos en la constructora sabemos que él mismo atiende los negocios importantes, por eso no me sorprendió la noticia: me había asignado un proyecto "de los grandes", como solíamos decirle a las verdaderas obras, y no a la simple supervisión de pequeños edificios o la revisión de planos y proyecciones. Habló de la oportunidad que se me ofrecía, de las significativas ganancias para la constructora, de la responsabilidad que implicaba, y todo el discurso que los ingenieros conocíamos a fuerza de repetición. Nada de esto me pareció extraño, hasta que el gerente mencionó mis años viviendo en el internado en Mérida. Aquel comentario me descolocó de inmediato. Comencé a prestarle verdadera atención a lo que estaba diciendo. Pensaba, como era lógico suponer, que me enviarían a Maturín o Puerto Ordaz, pero no: iría a Mérida. El jefe debió percibir inconformidad en mi expresión, que alegó mis años de estudio en la ciudad y mis conocimientos para justificar haberme elegido. Cuando me dijo que debía encargarme de la demolición del internado no le pude creer, e interrumpí mi silencio.

―¿Cómo?

―Claro, ahí mismo se construirá el complejo recreacional. En parte te escogí porque sé que estudiaste allí; tu conocimiento del lugar será fundamental. Cualquiera ha visitado Mérida como turista, pero tú viviste en el lugar por cinco años, que no es cualquier cosa. Además de tu currículo, conozco bien tu trabajo. Me imaginé que te gustaría la idea de recordar los años de la adolescencia. Claro, a menos que te produzca nostalgia dirigir la demolición de todo aquello. ―Fue como recibir la noticia de la muerte de alguien con quien acabas de conversar, no porque te duela que ya no esté esa persona, sino porque la sensación de cercanía con la muerte te pone al filo de tu existencia. Tardé en responder, pero creo que pude disimular mi consternación.

―No, no se preocupe. Usted dígame cómo procedemos y yo me encargo de lo que haya que encargarse. ―Y el gerente me explicó lo que debía saber.

Un complejo recreacional. La propiedad fue comprada por una corporación italiana interesada en convertirla en algo productivo. El espacio les parecía idóneo y un desperdicio que no se le sacara provecho en los últimos doce años. Querían edificaciones más modernas, pero en completa armonía con el paisaje. El proyecto estaba listo, sólo había que ejecutarlo. Como no tenemos sede en Mérida, debía encargarme de la obra e instalar una base de operaciones (así dijo el gerente) para que las cosas marcharan bien. Pondríamos los recursos necesarios para que en un año fuese la inauguración de la primera etapa. Todo un reto considerando lo que querían los italianos. El gerente me recordó su discurso sobre las ganancias y los intereses de la constructora. Hasta asomó la posibilidad de abrir una sede en Mérida y que yo la dirigiese si el proyecto marchaba según lo previsto. Me estaban poniendo a prueba. Debía irme solo, pero progresivamente iría formando un equipo de trabajo para apoyarme. En semana y media me acompañaría el personal de Caracas que fuese necesario.


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Por uno de esos misterios de la comunicación que sólo ocurren en las oficinas, cuando salí de la gerencia general ya mis compañeros sabían la noticia, y me daban palmadas en los hombros. Yo les correspondía con una semisonrisa y moviendo ligeramente la cabeza en señal de aprobación. Al final de la tarde la secretaria del gerente me dijo que todo estaba listo para el viaje: pasajes de avión, hotel, gastos de viático y algunos contactos claves con los que contaría al llegar. Sólo faltaba yo. Todos los asuntos los trataría con el gerente y entre ambos tomaríamos las decisiones.

Por eso he vuelto; más por una trampa del destino que por voluntad propia. Repaso con detenimiento mi conversación con el jefe y no dejo de recordar mi pacto con Ronny. Hasta se me ocurre que pueda buscarlo y le cuente todas estas cosas. Pero es muy probable que no recuerde las simples ocurrencias de dos adolescentes en una mañana de taller. Es posible que me haya olvidado, o no me reconozca. En nada me parezco ya al macilento adolescente de los años cuando estudiábamos juntos.

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Agradezco la lectura y la paciencia. Los espero en una próxima publicación, en la que espero continuar con esta historia. ¡Hasta pronto!

Sort:  

¡Excelente, @reycard!
Te mandé un correo, ojalá puedas leerlo pronto.
Saludos, y gracias por tus letras.
D.

Gracias por la lectura, @decomoescribir.
Correo respondido.
Saludos.

Un cuento muy bueno, @reycard. Una escritura de un aliento reposado y tenso. Parece un oxímoron, pero tú lo resuelves en esa voz narrativa. Felicitaciones.
Es pero por lo demás.

Agradezco la lectura y el comentario, @adncabrea; que viniendo de una maestra de las letras de tu talla, es un halago de alto calibre. Ya pronto tendremos la próxima parte.
Un abrazo.

jeje... A unos cuantos he cabreado, pero no creo que sea frecuente. ;D

Me dio gusto volver a leer parte de este cuento. El tono de este relato atrapa. Excelente. Saludos

Qué bueno que te haya gustado, querida @nancybriti. Seguiremos compartiendo letras por este medio. Me ha encantado leer algunos de tus posts.
Saludos

Esperando las siguientes partes. Que bueno es leerte. Saludo, nos leemos

Qué bueno contar con la lectura y el apoyo de lectores tan atentos como tú, @spavan697. Pronto subiré la segunda parte.
Un abrazo.

Qué bueno leer tus escritos por esta vía, @reycard, a falta de librerías, en Venezuela, bueno es Steemit.

Esta plataforma ha permitido el encuentro de nuevos lectores, @gracielaacevedo. Eso es estupendo para quien espera que sus textos encuentren una manera de seguir circulando. Nos leemos.
Un abrazo.

¡Qué bueno, @reycard! Un gusto leer esto por acá. Una narración elegante, que juega con el tiempo de manera tan sutil que apenas si se notan las transiciones. Esperamos las próximas entregas.
Votaré este post en una hora, más o menos, cuando mi poder de voto signifique algo.
Saludos

Aprecio mucho tu lectura y el comentario, que valoro mucho, @rjguerra, viniendo de quien viene. Seguiremos con las próximas partes de este cuento. Sigamos leyéndonos.
Saludos.

¡Que cuento tan absorbente!

Fue como recibir la noticia de la muerte de alguien con quien acabas de conversar, no porque te duela que ya no esté esa persona, sino porque la sensación de cercanía con la muerte te pone al filo de tu existencia.

Esta parte me pareció magnífica, que forma tan sutil de hacer un cambio drástico en el rumbo de pensamientos...

¡Muchas gracias por compartir!

Gracias a ti por leer y comentar, @adrizulmar. Nunca alguno de mis cuentos había sido calificado como absorbente, pero me gusta eso, me encanta.
Un abrazo.

¡Pues espero que no sea la última vez entonces!
Saludos :)

¡Hola, @reycard! Ya había tenido la oportunidad de leer este cuento por @rjguerra y me gustó mucho, tienes un estilo narrativo que atrapa, estaré pendiente de las próximas partes. ¡Saludos!

Hola, @alejandraleonet. Pues ahora tienes la oportunidad de reencontrarte con este cuento otra vez. Gracias por la lectura y por comentar.
Un abrazo.