Durante siglos en Castel Ritaldí, Italia, los monjes benedictinos se encargaron de sacar adelante la tradición vinícola y proveer así a Umbría del mejor vino de la zona. Pero, con el paso del tiempo y a muerte de los monjes, la tradición fue quedando en el pasado, hasta que finalmente las tierras fueron vendidas a nuevos dueños.
De modo que el viñedo volvió a estar activo por muchas temporadas más, donde pasó de generación en generación hasta llegar a manos del joven Giovanni Serafini, quién por órdenes de su padre debía encargarse de mantener el negocio familiar y con él, la tradición vinícola.
Giovanni era un joven muy apuesto, de carácter sensible y un auténtico seductor. Desde su nacimiento aprendió el oficio de vino, desde la siembra de la fruta, la cosecha, la preparación del vino en métodos tradicionales al pisotear la fruta, el proceso de añejado y la venta en el mercado.
Marco, su padre, se encargó de enseñarle todo lo que sabía, de modo que Giovanni creció apegado a las tradiciones familiares y al viñedo.
Cuando Marco murió y siendo Giovanni su único hijo, supo inmediatamente que tenía que encargarse de negocio familiar y acepto la responsabilidad sin recelo. Estaba decidido a producir el mejor vino y llevar el negocio a la cima.
Pero, tal y como dictaba la tradición de la familia, el muchacho debía casarse para poder manejar el negocio. Como su padre decía: “Solo un hombre de familia y con los pies bien puestos sobre la tierra puede dirigir un negocio como este. Mientras que un joven tonto y lleno de ambición, no puede traer nada bueno al viñedo más que desgracia.”
Así que Giovanni no tuvo más remedio que emprender la búsqueda de una hermosa y paciente mujer para que fuera su esposa. A diferencia de lo que él pensaba, la tarea no era nada sencilla y, pese a su encanto, ninguna mujer que conociera su fama de galán y conquistador, se casaría con él.
Cuando comenzaba a cansarse de la búsqueda, conoció a la hija de un agricultor que recientemente llegaba al viñedo, y luego de cortejarla por meses, la muchacha acepto casarse con él.
Su madre estaba tan feliz, con su hijo casado, la tradición continuaría por otra generación más. Pero, una vez casados, la dulzura, encanto y sensibilidad de Giovanni cambiaron drásticamente, volviendo pronto a sus andanzas de galán.
Franchesca se sintió tan herida al saber que fue usada que lo confrontó, pero al hacerlo sólo recibió reproches y malos tratos, así que profundamente lastimada por el hombre que amaba, ideó un plan para vengarse de él.
Desde entonces fue bastante cautelosa, cariñosa e indiferente a los engaños de su esposo. Giovanni al ver que su mujer lo quería pese a la ofensa, comenzó a sentirse culpable y nuevos sentimientos despertaron en él, estaba enamorado.
Pero Franchesca ya había concretado su plan y elaborando un vino de forma tradicional, cosechó ella misma las uvas, las eligió e incluso usó el antiguo método de pisotear la fruta hasta que el vino estuvo listo. Esperó pacientemente hasta que estuviera añejo y cuando llegó el gran día, sirvió para su esposo, una copa de burbujeante y espumoso vino envenenado, que lo mató de inmediato, mientras celebraban su décimo aniversario.
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