DE LA BURKA A LA LUZ (Capítulo 4) LA HUÍDA (parte 1)

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LA HUÍDA

Capítulo 4 (parte 1)

Esa madrugada de 1969 se sentía bochorno, era 17 de abril. Pero eso no impedía que los pájaros, posados en las copas de los árboles le dieran la bienvenida a una nueva mañana. Cómo tampoco impediría que Farid estuviera levantado antes de asomarse el sol. Él no pudo dormir gran cosa, pensando que haría para convencer a Teresa de irse con él. Por fin casi despuntando el día pensó en llamar a su hermana Layla para pedirle que los acompañara en el viaje y Teresa no se sintiera incómoda viajando con él.

Layla aceptó no sin antes hacerse de rogar, pero amaba tanto a su hermano Farid, que le prometió llegar lo más pronto posible. Una vez que obtuvo el sí de su hermana para venir, el caballeroso hombre se dio prisa en prepararse para ir a recoger a su bellísima Dra.

Se sentía como un chico nervioso en su primera cita cuando llegó a la casa de huéspedes. Al tocar la puerta salió la persona encargada, e inmediatamente ésta subió para avisarle a Teresa que habían llegado a buscarla. Minutos después bajó para recibir a su pretendiente.

Parecía ella, la primavera encarnada; fresca como la mañana, traía un vestido vaporoso blanco, estampado con pequeñas flores amarillas y verde limón, su cabello largo, negro y ondulado caía sobre sus torneados hombros como si fueran una cascada, y hasta él llegó su aroma a….

— ¡Gaga! Lo más hermoso que mis ojos han visto jamás. Cada día eres más y más hermosa. Imposible que te supere cualquier mujer sobre la tierra. Afortunado soy que hayas puesto tus ojos en un simple mortal como yo. Y más afortunado si accedes a mi petición.

—Farid, Farid….que puedo decirte. No he podido siquiera dormir de tanto pensar. Pero finalmente he llegado a la conclusión de que para que cualquier relación tenga éxito, debe empezar con honestidad, y…

— ¡Vamos! Caminemos al hotel. Allá platicaremos. —Dijo esto extendiéndole el brazo, he inmediatamente salieron de ahí para admirar los alrededores, que parecían darle los buenos días a los recién enamorados. Las calles todavía lucían frescas y despejadas a esa hora, y de diferentes lugares salían los aromas deliciosos de la comida tradicional para el desayuno.

No tardaron en llegar al restaurante del hotel. Entraron para tomar la misma mesa de la noche anterior, pero renovada con un hermoso mantel calado y unas exóticas flores dentro de un jarrón artesanal de la región. Los mismos hombres que acompañaban al ingeniero la noche anterior, observaban tranquilamente desde diferentes lugares, con la seguridad de quien no espera ningún imprevisto

mismo camarero que los había atendido la noche anterior volvió a dirigirse hacia ellos con el menú del almuerzo. Los dos se miraban sin saber por dónde comenzar. No era fácil para Teresa explicar su situación, como tampoco lo era para Farid. Sin embargo los dos se habían enamorado y sólo tenían dos opciones; O se escapaban juntos ese mismo día, o se volverían a sus rutinas renunciando a lo que podría llegar a ser un gran amor.

El desayuno termino, los dos se miraron y él la tomó de las manos queriendo hablar, pero ella lo interrumpió;

—Espera, no digas nada. Soy yo quien debe empezar esto. Ya no tiene caso seguir dándole vueltas a las cosas. Hay un hecho que no puedo cambiar, y es que… como gitana, la tradición marca que las familias negocian entre ellas para crear lazos mediante un matrimonio. Y en mi caso, no es diferente. Yo he sido comprometida para casarme desde los tres años de edad. Y según ésta tradición, yo debería volver para cumplir con éste. Esa es mi situación. Y si me voy contigo, no podría volver a ver nunca más a mi familia. ¡Cómo podría darles la cara!

Farid se quedó en silencio por unos segundos, que a Teresa le parecieron una eternidad.

—Yo también debo hacerte una confesión…—dijo muy seriamente Farid— Tampoco yo podría volver a ver a mi familia. Para un musulmán es terrible casarse con alguien que no lo es, ya que se desvirtuaría su raza. La sangre de sus descendientes sería impura. Pero en mi caso, empeora la situación… —hizo un breve silencio y prosiguió— Mi padre también se enamoró de una gitana. Y cuando él se la quiso llevar, el padre de su amada los sorprendió y, no sólo impidió la huida, sino que mató a su hija enfrente de él, es decir enfrente de mi padre. Eso lo dejó marcado. Después de eso, odia a los gitanos más que a ninguna otra cosa.

La dama escuchaba sorprendida toda aquella historia, sin saber que decir. Se había quedado helada con la revelación. Los dos quedaron en silencio, en sus cabezas intentaban acomodar la información, buscando ansiosamente una respuesta, una salida. Fue Farid quien primero rompió el silencio.

— ¡Huyamos amor! No quiero renunciar a ti. Mi vida no podría ser igual después de haberte conocido. Prefiero renunciar a mi familia, mis bienes, ¡todo!

Teresa lo quiso interrumpir pero él no la dejo hablar.

— ¡No, no! Por favor no digas nada. Permíteme terminar. He llamado a una de mis hermanas; Layla, para que nos acompañe en el viaje. Perfectamente me doy cuenta que eres una mujer decente, correcta e intachable, y que te sería incómodo acompañarme, siendo que toda mi compañía es masculina. Por favor, te ruego, ven conmigo.

A Teresa se le llenaron los ojos de lágrimas, en parte de pensar en lo que tendría que dejar, en parte por verlo a él tan tiernamente enamorado. Pero por fin tomo una decisión.

— ¡Me voy contigo! Iré hasta el fin del mundo si lo quieres. De ahora en adelante tú eres lo único que me importa.

El semblante de Farid se iluminó con una gran sonrisa, la tomó de las manos y la miro con la más tierna mirada, sintiendo en su pecho, que él corazón se le derretía de amor. La chica ya no regresó a la pensión, quería evitar dar explicaciones. Prefirió quedarse esperando la llegada de la hermana de Farid. Y mientras tanto éste preparaba todo lo necesario para proseguir el viaje.

La espera no fue muy larga. Layla llegó a primeras horas de la tarde, ataviada con su atuendo tradicional árabe. Para esas horas todo estaba listo. Se irían por el mundo, disfrutando de su amor. De ahí en adelante Layla se convertiría en amiga y confidente de Teresa, mientras ambas familias lidiaban con la situación en que los dejaran los enamorados.

El viaje prosiguió; Alemania era el próximo país de destino. En Hannover era donde tenían la próxima cita. Abordaron el tren más bonito y lujoso de Alemania, y pudieron gozar de los más increíblemente hermosos paisajes campestres.

— ¡Farid, mira que hermosas cabañitas hay por allá! ¿Por qué no nos quedamos ahí?

—Donde tú quieras jabibi (amor). —Contestó el enamorado caballero.

— ¿Quieres quedarte ahí Layla? —preguntó Teresa, dirigiéndose a su futura cuñada.

—Por mi está bien quedarme donde Uds. quieran.

De manera que hacia allá se dirigieron. Eran unas hermosas cabañas, de tipo rústico por fuera pero exquisitamente decoradas por dentro. Cerca, el agua cristalina de un río, corría tropezándose con las rocas y ramas que encontraba a su paso, elevando un leve murmullo que hipnotizaba al paseante y a los moradores de las cercanías. Los verdes prados adornados de flores multicolores, alegraban los sentidos, invitando a los turistas a quedarse.

Así, admirando el paisaje, llegaron al conjunto para registrarse. Farid se quedaría sólo en una de las cabañas y Teresa junto con Layla en otra de mayor tamaño. Los hombres que trabajaban para Farid se quedarían en dos más. Hannover era una ciudad estupenda para quedarse, por lo tanto los meses que pasaron ahí por razones de negocios, no le fueron en ninguna manera gravosos para las damas, las cuales visitaban las tiendas y los alrededores como recreación, durante su estancia. Las semanas, los meses pasaron y la relación de Farid y Teresa se fortalecía, como también la de Teresa con Layla, quienes llegaron a ser no sólo amigas, sino grandes confidentes.

Continuará el próximo lunes...