Hay un mar de gente.
Hay amigos. Hasta una buena conversación.
Estamos en el medio de algo de lo que no nos damos cuenta
Un mundo está girando sin problema alguno, pero una ciudad está detenida.
Ahora tenemos una ciudad sombría, lejana, llena de frío aún cuando está el sol alumbrando el cielo.
Seguimos ahí.
Somos un grupo con esperanzas,
Hay otras con resignación.
Pero estamos todos cansados.
Ya no somos.
Cada quién ha tomado su camino. Hay pesares reflejados en lágrimas. Corazones rotos de ver las tinieblas que se empiezan a situar en la ciudad sombría.
Las calles tienen comienzo, pero no finales. No solo porque no haya luces que alumbren el camino, sino porque todos somos indefensos en una acera que cada tanto se llena de siluetas marcadas con tiza.
El miedo recorre cada instante de mi cuerpo. Las miradas de los muchachos en un puente en el que voy sola me invaden. Mis ganas de controlar lo que siento se pierde en el sonido de la respiración agitada. Me pierdo en cada inhalar y exhalar. Lo controlo todo. Pero, ese todo cambia muy pronto. Cada tanto de haber caminado intacta da una satisfacción de logro que abraza las fuerza que te impulsa a no detenerte a esperar que todo pase.
De nuevo mis venas se tiñen de miedo con tanta oscuridad en una calle en la que solo voy yo, o eso creía... el sonido que me despierta, me arroja a la compañía, proviene de una persona en una moto que dice: "te llevo", mientras se apaga el motor... Y los latidos de un corazón, el mío. Me quito la bufanda, quiero arrojar el bolso de la universidad, sentarme y dejarlo todo, pero me mantengo caminando aferrada a Dios.
Correr y pedir.
Querer volver y no salir.
Buscar un poco de luz, de forma literal.
La única luz proviene de un negocio. Se convierte en la esperanza. Las personas reconfortan. Quizás quiera dejar de usar audífonos para convivir con ellas y apegarme a los recuerdos de que voy en medio de un grupo que pudiera tan solo acompañarme.
Entro en el local Gracias a Dios. Gracias a Dios
Debo salir y eso hago después intentar llamar sin tener señal. Continuo caminando. No hay camionetas que me acerquen un poco. Ya no falta tanto, todos hablan de lo que será la ciudad sombría mañana. Se escuchan rumores de lo sucedido.
Ojalá sea eso
Las calles que pasé durante 20 años son totalmente desconocidas. Siento una necesidad terrible de buscar un poco de luz, de tener a alguien que me hable o que solo me abrace un instante.
Mi casa, la misma de siempre. Ahora es diferente, no se distingue. Lo logré, con miedos, pero llegué completa, por lo menos físicamente.
Se prende la luz de una vela.
Se asoma una figura conocida que me da paso. Nunca logras salir invicta. Me derrumbé de la forma que no sabía que podía hacer. Estaba detenida entre un abrazo que me acobijaba el alma: "Todo está bien, todo está bien" -era lo único de lo que era capaz de repetir.
Lloro. Continuo llorando. Un abrazo. Mi mamá ahí junto a mí: "ya estás aquí".
Nunca imaginé cuando valdría esa frase. Cuánto peso tendría el escucharla y guardarla en mí. No habla de promesas, de mentiras, no está sujeta a interpretaciones. No todo estaba bien, pero estaba ahí, junto a ella.
Todo sigue sin estar bien, pero ya no es ese día
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