Introvertidos anónimos | Cuento original (Parte 1)

in #spanish6 years ago

Después de lo que me pareció mucho tiempo, aunque probablemente sólo fueran unos cuantos minutos, esperando no sé qué, me indicaron que me levantara. Por fin podría compartir con otras personas lo que me había estado persiguiendo por tantos años.

—Hola, mucho gusto. Mi nombre es Wilderman Niño. Gracias por recibirme aquí.

—Hola Wilderman —respondieron todos los presentes en una sola voz.

—Hola Wilderman —exclamó el orador, con voz dulce pero decidida, luego de la respuesta general—. Cuéntame, ¿qué te trae hoy con nosotros? Bueno... además de lo obvio, lo que nos trae a todos, ¿verdad? —Algunas risitas tímidas se dejaron escuchar. Yo sonreí para no sentirme fuera del grupo. Sería el colmo sentirme marginado aquí.

—No sé muy bien por dónde empezar... Principalmente estoy aquí porque mi actitud me ha hecho perder a muchas personas queridas. Mis amigos siempre se quejaban de que no les contestaba cada vez que me escribían, y se molestaban porque muchas veces rechazaba invitaciones a sitios a los que no quería ir. Ahora han comenzado a salir sin mí. Ni siquiera me avisan, sólo se reúnen y yo me acabo enterando una semana después, ¿te puedes imaginar eso? Es como si yo no existiera.

—¿Y se te ocurre una razón para que eso esté pasando? —me preguntó la muchacha sentada a un lado del líder del grupo, clavó sus ojos en los míos con una mirada pícara. Ellos sabían cuál era la respuesta pero la querían escuchar salir de mi boca. Imaginé que ella y el orador eran pareja porque estaban tomados de la mano. No fue hasta entonces que noté que todos se agarraban de las manos. Y todos me miraban.

—Pues claro, la misma razón por la que estamos todos aquí, ¿no? —solté una risita nerviosa, y observé un momento las caras de las personas que ahí se encontraban. No hubo reacción alguna— Está bien, lo acepto. La verdad es que mis amigos tienen razón. No suelo responder muchas llamadas y es común que pase días o hasta semanas sin contestar mensajes. No me gusta dejarlos mal, pero es que no lo puedo evitar. No sé por qué, siempre termino cayendo en las mismas prácticas.

—Yo sí sé por qué —el que hasta ahora daba la impresión de ser el líder del grupo se levantó para acercarse a mí. Se detuvo a menos de un palmo de distancia y me tomó por los hombros; pude ver mejor que nunca cada pelo de su abundante barba y de su larga melena castaña—, y tú también, sino no estarías aquí. Óyeme, lo que pasa es que eres introvertido. Muchos aquí lo son, y los demás lo fuimos en algún momento. Mira a Zulay sentada allá. La hermana Zulay. Fue la última en llegar al grupo antes de ti, nos acompaña desde hace dos semanas. Ella es como tú. Cuando salía de clases y su grupo de amigas hacía planes para ir a otro sitio, ella les seguía el juego y en lo que se descuidaban ¡zas! se desaparecía. Se les escapaba sin que se dieran cuenta. —detuvo el relato y respiró hondo. Parecía intentar digerir una pieza de información tristísima—. El primer paso para la recuperación es la aceptación, pero también puede ser el más difícil. Es tu primer día, quiero que entiendas es que aquí no estás solo, todos te ayudaremos a superar tu situación.

Varias personas comenzaron a aplaudir sin mucha fuerza, y, mientras el barbudo volvía a su asiento, mi mirada se cruzó con la de Zulay, al otro lado de la habitación. La saludé con un movimiento de mano un tanto incómono, bastante penoso; ella me respondió con un gesto mucho más natural. Llevaba el largo cabello negro hacia un lado, dejando al descubierto una simpática cara de mejillas rellenitas, además de una sonrisa muy amigable. Tenía muy buena presencia. Me dio un poco de envidia ver cómo, con sólo dos semanas de tres reuniones semanales, había logrado alcanzar tal grado de maestría. Aunque sí es cierto que se le veía algo cansada.

—Bueno, como pueden ver nuestro grupo se está haciendo más y más grande. Hoy nos acompaña Wilderman por primera vez —El orador me miró y me lanzó una sonrisa muy cordial, que denotaba horas de práctica—. Wilderman, gracias por sumarte a nuestra reunión de hoy. Mi nombre es Jesús y estoy muy contento de que hayas tomado la decisión de cambiar tu vida. Es verdaderamente admirable. Por favor, una ronda de aplausos para Wilderman.

Como entrenados para hacerlo, comenzaron a aplaudir de inmediato. Yo no presté mucha atención; estaba demasiado ocupado intentando no reírme. Hasta el día de hoy aun no sé qué vino primero en su persona; quizá fuera el nombre, quizá la apariencia. Era evidente que ambos elementos, nombre y apariencia, no se habían encontrado por casualidad.

Los aplausos cesaron, y sólo entonces comenzó la reunión de verdad. Me sugirieron que, por ser nuevo, me levantara y compartiera alguna de mis anécdotas relacionadas con la introversión. Les tuve que contar que una vez decepcioné a todos mis amigos porque decidí no asistir a la caravana de graduación. Me observaron con miradas comprensivas y, al final de mi discurso, me brindaron más aplausos. Eran de aplauso fácil, parecía aquello un discurso del presidente.

Una detrás de otra, las demás personas compartieron sus historias. Los que aún batallaban contra la introversión confesaban, cabizbajos, haber caído de nuevo en la tentación de rechazar una salida al parque o una invitación a una fiesta. A algunos se les veía un tanto contentos por llevar cierto tiempo abrazando una forma de vida mucho más extrovertida. Afirmaban que, además, la respuesta de sus amigos parecía se positiva, y que sus familiares les mostraban más afecto. Bastante envidiable en vistas de que, fuera de mi familia cercana, mis familiares me ven con poco más que indiferencia.

Poco antes de acabar la ronda de historias, en la que quien así lo quisiera podía compartir sus experiencias, pidió el derecho a palabra un señor de voz apagada. Luego me enteraría que tenía unos treinta y pocos años, pero en ese instante aparentaba muchísimos más. Tenía cara de muerto. Pálido como si acabara de ver a La Sayona, de pelo ralo y ojos somnolientos. Su apariencia estaba más bien descuidada. Se levantó y alardeó de su racha de buena conducta; seis meses sin rechazar una invitación, sin ignorar una sola llamada, sin dejar un mensaje sin responder. Siempre era el primero en llegar y el último en irse. Según lo que contó, en un punto comenzó incluso a proponer planes de fin de semana. Sin embargo, a mitad de discurso se le bajaron un poco los humos; se sintió cansado y necesitó tomar asiento de nuevo. Compartió, además, cómo sus amigos parecían evitarlo ahora. Ya no lo llamaban tanto como antes y comenzaron a hacer planes sin él. Lo contaba con gran frustración; que lo dejaran tirado, después de todo lo que se esforzó por hacer las cosas bien, le parecía una gran injusticia. Su historia se me hizo interesante, así que me dio por preguntarle su nombre.

—Me llamo Daniel —me respondió, en un hilo de voz casi inaudible, con una pálida sonrisa grabada en la cara.

La reunión continuó sin mayor acontecimiento. Luego de que todos expresaran lo que necesitaban sacar del pecho, Jesús nos pidió que no levantáramos y agarráramos lo que quisiéramos entre los pasapalos repartidos por distintas mesas. Era un momento dedicado a la socialización, perfecto para acostumbrarnos a la vida de un extrovertido que no se corta a la hora de abordar personas nuevas y de crear amistades. Como era natural, me acerqué a hablar con Zulay; era la única persona que había despertado mi interés en el grupo además de Daniel, que ya estaba muy ocupado hablando con varias personas a la vez. Charlamos por unos diez minutos, tal vez quince, mientras comíamos de la bandeja de tequeños. Resultó ser una conversación de sorprendente intrascendencia. Discutimos puras trivialidades, nada demasiado profundo o interesante. No sé si se supone que así sean las conversaciones que tienen los extrovertidos con desconocidos, lo único que sé es que no me gustó. Al finalizar el momento para comer, Jesús nos volvió a reunir en las sillas, organizadas de forma circular, para dar unas declaraciones finales.

—Amigos... hermanos, hermanas, quiero decir que me llena de orgullo verlos a todos aquí reunidos. Observo las caras de cada uno de ustedes y veo personas decididas a cambiar por el bien de todos. Personas que están haciendo todo lo posible por mejorar. Miren a Wilderman; acaba de llegar y ya lo vi conversando con alguno de ustedes. ¿No es eso admirable? Ustedes son admirables. Cuando sientan que ya no pueden más, que quieren volver a sus vidas de introvertidos, recuerden que no están solos. Este grupo siempre estará aquí para ayudarlos. Para que puedan salir de esa senda que tanto dolor les ha causado a ustedes y sus seres queridos. Pero esto sólo será posible con un poco de confianza. Si confían en mí, les prometo que los ayudaré a que en un futuro vean a la introversión sólo como una etapa oscura de su pasado. ¿Está bien?

Se escuchó una afirmación que parecía proveniente de la habitación, y no los individuos en ella. Así, Jesús nos despidió y se dio por concluida la reunión. Me levanté y cuando estaba por salir sentí cómo me tomaban por el hombro. Al darme la vuelta sólo logré ver barba y cabello.

—Recuerda que tenemos tres reuniones a la semana. Espero verte en la siguiente.

Asentí tan rápido como pude y me zafé de su agarre. No quería ser maleducado, es sólo que todavía no estaba preparado para ese tipo de interacciones, ese contacto tan abrupto. Quizá con algunas reuniones más lo podría soportar.

Una vez fuera de la sala de reunión me llegó un mensaje. Un amigo me preguntaba si quería salir con él al día siguiente. Acepté de inmediato. Ese sería el inicio de mi nueva forma de vida.

Sort:  

Me pasó lo mismo que a Daniel, y por eso tuve una recaída. Tengo ya meses que no salgo con mis amigos y si he visto a alguno, es porque me lo he encontrado en la calle y de vaina nos saludamos. De hecho, ahorita estoy de vacaciones en el trabajo y sólo he salido como tres veces en 15 días; dos visitas a Río Chico con mi familia (una de ellas obligada) y una salida para hacer y comprar todo lo que dejé para un sólo día y así no tener que salir más.

Tienes que darme la dirección de esas reuniones, a ver si me curo otra vez.

jajajajjajajajajaja y a mí más bien me parece que salir 3 veces en 15 días es bastante, si estamos hablando de un tiempo en que se está recaído. Si se está de vacaciones no hay mucho que hacer afuera, ¿o estoy loco? o.o

Pues la verdad yo quería viajar, pero terminé diciendo lo mismo. Que las vacaciones son para descansar encerrada en casa, jajajaja.

Me gusta que está narrado de tal manera, que podría creerte que fuiste a una reunión de IA y todo, y que Jesús, Zulay y todos existen, aunque efectivamente pueden hacerlo jajaja. Muy, muy bien narrado.

Yo no sé si antes era 'sometida' o es que de verdad tenía momentos de introversión y no quería salir, creo que ambas jajaja. Igual creo uno necesita momentos de introversión, es mejor no estar en un lugar, que estarlo no queriendo. Y es demasiado necesario quedarse en casa también. Pero salir con buenas amistades también es maravilloso. <3

Puedes saber que no pasó justamente porque lo estoy contando. Si hubiera pasado de verdad probablemente me daría penita compartirlo jajajajajajajaja

Yo tengo fuertes opiniones sobre el tema de introversión, extroversión y todo lo que está en medio, pero mejor me lo guardo. Si lo suelto todo en un comentario intenseando sobre el tema, no tendría ningún sentido escribir y publicar las siguientes partes de esto XDDDD

Por un momento creí que la reunión era de alcohólicos anónimos 😅 tampoco pude evitar imaginarme al presentador con una corona de espinas jaja En lo personal, a veces me da flojera salir con amigos y familia, parce que solo salgo si es una ocasión especial. Aunque me considero introverdito a ratos, igual iría a escuchar la palabra de Jesus 😜

Fue un buen cuento wilderman ¡Saludos! :D

Si es el mismísimo Jesucristo quien está predicando cosas en esas reuniones, ¿quién no iría? Yo creo que hasta algunos introvertidos se presentarían si el orador va con corona de espinas y todo jajjajjajajajaja

El relato es raro jejejej parece una especie de carta a uno mismo, no solo al autor. Yo me senti identificado, bastante por eso me gusto. Es algo terapeutico el relato.

Me alegra que te haya gustado. Espero que estés atento para cuando publique las siguientes artes. Este cuento no será realmente un cuento hasta que lo haya publicado completo...